La "x" Que Marco Mi Vida

Doce

De regreso al apartamento, Nia y Rose tenían un plan a grandes rasgos, estaban dispuestas a moverse mas rápido, pero antes tendrían que llegar a su próxima víctima. Madison podría haber cambiado los planes, pero no iban a echarse para atrás.

“Muy bien Rose, dime que es lo que tenemos entre manos.” Justo cuando iban a entrar al apartamento, notaron que la puerta estaba abierta. “No, esto no puede estar pasando” las luces estaban encendidas y se escuchaban pasos del otro lado de la puerta.

“Nia, voy al frente.” Y así, con su arma en las manos, procedieron a entrar. Alguien estaba cantando y moviendo cosas en la cocina. “Espera Nia… huele a…” justo cuando doblaron la esquina se encontraron a un chico.

“¡Las manos donde pueda verlas maldito!” grito Nia. El chico, que aun estaba de espaldas, soltó todos los utensilios y se quedo quieto. “Da la vuelta, si haces algo, juro que disparo.” El chico comenzó a girar y su sonrisa era grande.

“Vamos, te estoy alimentando N. Además, nunca me dispararías a mí.” 

“Maldita seas M. Casi me matas del susto.” Dijo Rose. Ambas bajaron el arma y M rio.

“¿Cómo nos encontraste?” Nia estaba incrédula, nadie en el tiempo que llevaban en ese pequeño lugar, las había contactado de esa manera.

“¿En serio creían que este era un lugar escondido de mí? Vamos, mi trabajo lo hago bien, les llevo la pista desde hace dos semanas, tal vez tres…” el chico se giró y comenzó a mezclar los huevos con tocino en la sarten.

“Bueno, dime lo que quieres entonces.” Dicho esto, Nia estaba maquinando en su mente un plan para mudarse de allí.

“No se que es lo que quiera, pero tengo hambre, de hecho, M, viniste en el momento correcto.” Rose, por otro lado, seguía siendo la típica niña de Nueva York.

“¿Ves? Ella si que tiene espíritu. Deberías aprender algo de ella N. Además, ya me cansé de llamarnos por estos ridículos nombres. Aquí deberíamos usar los nuestros.” Dijo sirviéndoles

“Al punto M.” Nia puso los ojos en blanco y se preguntaba porque no fue alguien para disparar…

“Bien. Te cuento. Un día estaba haciendo mis cosas, cuando escuche a un par de chicos hablar sobre un club, en donde ganaban dinero fácil. Eso no me importo, hasta que escuché el nombre de una tal ‘Ángel’ y vendedora de drogas entonces, supe a quien se refería. La manera en que lo ganaban era llevando chicas y chicos que quisieran introducirse en drogas. Y me recordó a un caso peculiar, que, investigando, me dio el nombre de Holly Smith.”

“Y entonces recibiste la circular de L.” dijo Nia.

“Exactamente. Pero ¿Por qué matar a Holly? Se supone que ya estaba reformada.” M tenia un punto que tanto Rose como Nia no se habían detenido a pensar.

“Esa es una buena pregunta.” Rose comenzó a desenredar su mente y a cambiar el curso de su plan. “No tenemos idea del porqué. Casi cometemos otro error.” Y así, la rubia dejo caer su cabeza en la mesa.

“Creo que L debe darnos esa información, pero tendremos que ocuparnos mañana. Mi siguiente pregunta es la siguiente… ¿Por qué estas interesado en el caso? dijiste que te mantendrías a distancia.” Nia conocía las intenciones del grupo.

“Nuestra mayor virtud en el negocio es el silencio. Pero créeme, será de beneficio para ti y para mí… Además, necesito donde quedarme esta noche chicas. Planearemos todo mañana temprano, disfruten de su comida.” Dicho esto, M se dirigió al cuarto y después de cerrar se escucho un clic.

“Mierda…” dijeron las chicas al mismo tiempo, aun eran cercanos a la media noche y por cómo se veía la situación, seria una noche muy larga.

A la mañana siguiente, en un apartamento cerca de la calle Milicent, James se estaba preparando para salir a un gimnasio, eran alrededor de las seis, luego tendría que ir a la comisaria para empezar a planear todo. Salió con su maleta en mano y subió al auto, el lugar quedaba cerca de Central Park. Nueva York no era muy distinto a Los Ángeles, siempre todos despiertos y activos buscando una forma de encontrar quienes eran realmente. La fama, la moda, los trabajos, los sueños, las investigaciones, inclusive el tráfico. Hacía que Nueva York, fuera la ciudad más misteriosa. James llego al edificio y se registró.

“Muy bien, aquí esta la llave de su casillero, necesito su firma y listo, puede entrar. Las duchas están en el tercer piso.” Una chica muy sonriente y con un escote bastante llamativo le tendió la llave de manera coqueta.

“Gracias…” James no estaba de humor, había varias cosas que aun le molestaban y rondaban en su cabeza. Tal vez, la esperanza de que pudieran encontrar algo mas para el caso, le mantenía cuerdo. Así que esperaba que una hora en la sala de boxeo fuera de ayuda para su frustración.

Nia estaba poniéndose un par de vendas, llevaba unos shorts negros pegados con un top rosa que dejaba a la vista un abdomen liso, y una coleta alta. Estaba dispuesta a matar toda la frustración que tenía después de lo que había pasado anoche y de unas más atrás, cuando tuvo sexo con aquel hombre. ‘Jules’ de vez en cuando aún lo pensaba. Esto es estúpido, no puedo pensar más en él… dijo para si misma. En la sala se encontraba sola, era temprano y la mayoría llegaba a esa hora para usar las máquinas de abajo. Comenzó a golpear la bolsa de boxeo con todas sus fuerzas, luego la pateo, se sentía libre, capaz, pero era como tratar de reprimirse, ella necesitaba alguien que le respondiera igual, pero no estaba en condiciones de meterse en otras de sus famosas peleas clandestinas o peleas callejeras. 




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