Laberinto de amor

Capítulo 2: El auto.

Rhea

¡Mil veces maldición!

Definitivamente me declaraba la persona con la peor mala suerte del mundo, porque solo a mi se me ocurría lo traer a la oficina el trabajo que había preparado dos noches atrás.

—¡Tierra ábrete y tragame! -exclame mientras tomaba de mala manera mi bolsa.

Escuché una risa detrás de mí y la rabia que llevaba en mi interior se detonó al ver la gran sonrisa de burla que llevaba la idiota de Rosa Ambrosía Rosales de la Barquera en sus malditos labios.

Entrecerre mis ojos y ella soltó una gran carcajada.

La odiaba con todo mi ser. Y no Había mañana que no le deseara todo el mal que existía en esta tierra.

—Al parecer el universo conspira contra tu todos los días, querida Rhea. -trate de ignorarla porque si no lo hacía esa idiota terminaría con uno de mis tacones incrustados en uno de sus malditos ojos. Pero como ella le encantaba tentar su suerte, volvió a hablar. —Aunque deberías de saberlo porque por tener esa suerte maligna que te cargas fue que Martín te dejo.

Al escuchar el nombre del idiota de mi ex todo el poco juicio que poseía se me nublo y segada por la irá me acerque hasta donde ella se encontraba y si ella verlo venir la tomé con fuerza de los cabellos.

—Sueltame idiota... -grito ella mientras trataba de soltarse de mi agarré. —¡Sueltame!

Hice caso omiso a lo que ella dijo y su vez apreté con más fuerza su cabello. Llevé mi boca a su oído y hablé.

—¡Me tienes harta maldita oxigenada! te voy a arrancar todos los malditos cabellos para que una vez por todas aprendas a respetarme. -la muy idiota soltó un gran grito de dolor tras escuchar estás palabras —¡De hoy no pasas maldita escoria!

Clave mis uñas en su cuero cabelludo y ella soltó un gran grito de dolor.

—¿¡Qué pasa aquí!? -escuche la voz de  mi jefe pero aún con esto no solté a la idiota oxigenada de Rosa. —Rhea, suelta en este momento a Rosa.

Entrecerre mis ojos y apreté mis dientes.

No haría lo que el me pedía, no lo haría porque tenía que darle una buena lección a esta estúpida de una vez por todas.

Hale con fuerza el cabello de ella y por la fuerza que ejercí su pelo salió a montones. Coloqué una sonrisa en mis labios y seguí halándole el cabello.

—Por favor ya... -negué con al cabeza y tire con fuerza hacia atrás de su sedoso cabello.

—Esto terminará cuando yo quiera. -declaré y en ese mismo instantes sentí una mano en mi cintura.

Solté un estruendo gruñido al ver el cuerpo de mi jefe justamente a unos escasos centímetros de mi.

Este era otro que queria salir mal parado de esta situación.

—Suéltala en este mismo instante -escuche en mi oído y la furia volvió al extenderse por mi cuerpo.

Odiaba que me susurran cosas al oído.

Sin pensarlo ni por un segundo alce  uno de mis pies para propinarle a mi jefe la pisada del año.

Cuando mis tacones se encontraron con los pies de mi jefe este soltó un gran grito de dolor.

Sonreí al verlo parado en su solo pié mientras que agarraba el pié que le había pisado.

Se lo merecía por tratar de defender a la idiota de Rosa.

Volví a centrar mi atención en Rosa y volví a agarrar su cabello con fuerza. Ella por si parte se encotraban más roja que un tomate a causa de las lágrimas que salían de sus ojos.

Hasta pena me dió pero ella merecía más de esto.

Después de arrancarle gran parte de cabello, la deje caer al suelo y solté una carcajada al ver como la había dejado.

Levante mi mirada al ver los ojos de mí jefe sobre mi.

Este me miraba con los ojos entrecerrados y yo solo encogí de hombros. Ella se lo merecía, merecía más de lo que le hice.

Tomé mi bolsa entre mis manos con la clara intención de marcharme como si nada de la empresa pero mi jefe se interpuso en mi camino, así que tuve que utilizar el último recurso que me quedaba. Rocearle gas pimienta en sus ojos y salir corriendo como una demente.

Rebusque en mi cartera hasta encontrar el gas pimienta. Y cuando lo encontré de manera rápida lo active hacia el hombre que dejaría de ser mi jefe en este mismo instante.

—Ahh, Arde, arde... -emprendí a la huida al escuchar estas palabras. Corrí por toda la empresa como loca y cuando salí de esta seguí corriendo como loca. Y tanta fue a la adrenalina que sentía en ese momento que me atreví a cruzar la calle sin mirar hacia los lados. Grave error. Porque solo basto un corto de segundo para sentír un impacto en mi cuerpo.

El dolor se extendió por cada fibra de mi cuerpo pero instante se esfumó de mi al recordar que huía de una escena del crimen.

Mi abuelo decía que tenía siete vidas igual que un gato así que solo me quedaban seis. Tenía que aprovechar me de eso.

—¡El auto no! -grito el sujeto que me había atropellado y él posteriormente soltó un suspiro al ver que a su auto no el había ocurrido absolutamente nada.

Me levanté del suelo con la ayuda de uno de los hombres que se había detenido al ver como era arrollada.

Enarque una ceja al ver al idiota y lo siguiente que hice fue tomar mi cartera del suelo. Le di las gracias a las personas que se habían detenido ayudarme y posteriormente coloque mis ojos en el idiota que me había arrollado y que nisiquiera se había preocupado por como estaba yo.

Saqué de mi cartera las llaves se mi departamento y sin pensarlo las pase por la pintura del auto. Hice una gran línea recta en el capó del auto y posteriormente volví a escuchar la voz del hombre

—¡El auto no! -tras escuchar esta exclamación me aleje de la escena del crimen de manera rápida. —¡Maldición ven aquí!

Ignoré al idiota que prefería su auto en vez que la vida humana. Y corrí más rápido.

No podía permitir que me arrastran, porque había cometido doble crimen y los policías no perdonaban...




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