Laberinto de amor

Capítulo 3: Laberinto.

Rhea

Hoy era mi cumpleaños y no estaba resultado como queria, todo era un desastre.

Empezando porque estaba desempleadas hace una semana y terminando porque tenía que vivir de lo poco que conseguía mi amiga en su trabajo.

No me gustaba.

—¡Rhea, ven aquí! -al escuchar estás palabras deje lo que estaba haciendo en la cocina y corrí a la sala. Aunque tampoco estába haciendo mucho en la cocina, solo estaba intentando freír un huevo. Nada que no pudiera hacer.  —¡Tengo un trabajo para ti!

-Exclamo Liliana con entusiasmo logrando contagiarme. Aplaudí y me lancé sobre ella para abrazarla.

Ella sin duda alguna era la mujer amiga del mundo. La amaba con locura y haría cualquier cosa por ella.

—Te conseguí un trabajo como prepago. -al escuchar esas palabras la emoción que llegue a sentir hace unos minutos antes desapareció por completo —¿Sabes lo que eso significa?

Entrecerre los ojos y negué.

—Tendras muchas vergas a tu disposición. Sin duda alguna es el mejor trabajo, y lo mejor de todo es que te lo conseguí yo. -la fulmine con la mirada, camine hasta el sofá y me deje caer en el.

Odiaba mi vida, odiaba mi suerte. Odiaba a todo el mundo.

—¿Te has vuelto loca? -pregunte y Liliana negó con la cabeza. —Como se te ocurre que haré eso por dinero. Si esa es la única forma de conseguir dinero, no la quiero. Así no.

Mi amiga se encogió de hombros.

—Piénsalo bien, Rhea. Ganarías mucho dinero, porque con ese gran cuerpo que te cargas todos los viejitos de la esquina querrán probarte. ¡Es un excelente trabajo! -solte un suspiró al escuchar sus palabras y negué.

Solo a ella se le ocurría semejantes cosa.

»—Piénsalo bien Rhea. Ese es el trabajo de tus sueños -dijo ella tranquila mientras miraba el esmalte de sus uñas. —Ya te conseguí un cliente para esta misma tarde, es el casero de este edificio. Si logras dejarlo contento nos exonerará el pago del departamento por dos meses. ¡Es increíble!

Hice una mueca de asco al escuchar esas cosas salir de la boca de Liliana y ella soltó una carcajada.

—¡Pues el tendrá que meter su verga en tu agujero porque en el mío no lo hará! -exclame con fuerza y ella me miro con los ojos entrecerrados. —Ya tuve bastante con que ese viejo quisiera agarrarme el culo.

»—Asi que eres tú la que tendrá que resolver con el esta tarde. ¡Porque yo, ni muerta! -tras estás palabras mi amiga abrió la boca y posteriormente miro su reloj. —Me voy a freír huevos, no me molestes más.

Me levanté del sofá y en el instante de hacerlo la morocha volvió a hablar.

—¡Te queda aproximadamente una hora para que llegue tu turno en el laberinto del amor! -me gire hacia ella con los ojos como platos y Liliana asientio —¡John te conseguío trabajo en el laberinto del amor!

—¿Pero? -inquirí mientras  la miraba fijamente.

—Nada de peros... ¡Ve a cambiarte Rhea! -antes de acatar su orden la abrace con fuerza y deje un sonoro beso en su mejilla.

La amaba con todo mi corazón. Liliana fue lo mejor que la calle me puedo dejar.

 

 

Tenía que ser agradecida por tener trabajo pero esto era una totalmente y completa desgracia.

—¡Rhea, mueve tu tracero de allí..! -escuche la voz del encargado del lugar y maldije.

Pensé que tendría el trabajo de guía por el lugar, pero como dicen pensé muy rápido para ser cierto.

Lo que en realidad obtuve fue ser la en encargaba de cuidar los ángeles mientras  sus padres se emitían la lengua por todo el maldito lugar.

—¡Rhea! -escuche mi nombre y no dude en girar hacia el grupo de niños que estaba atendiendo. Planté una de las más falsas sonrisa en mi rostro, pero esta se borró al instante de ver las intensiones que tenían esos demonios.

Trate de reaccionar pero todos los demonios fueron más rápidos que yo. Logrando con esto tirarme al gran estanque de agua que había en el ligar.

Desde adentro mire a los niños con odio y no dude en salir del agua y correr hacia donde ellos se encontraban.

—¡Pequeños demonios los voy a matar...! -grite con toda mis fuerzas mientras me acercaba a ellos. —¿Vengan aquí, demonios? Van a ver los es bueno.

Los niños corrieron por el lugar escapando de mi, mietras yo corría atrás de ellos como una maldita demente.

—¡Rhea, estás despedida! -me detuve en seco al escuchar las palabras del hombre.

No me podía estar pasando de nuevo. No...

 




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