Labios Ajenos

Último Relato: Labios Ajenos

«Luego de habernos conocido y hablado, me di cuenta que lo que me pasó hacia un año con Robbin no significaba nada más allá de nuestras hormonas y emociones queriendo encontrar confort. Me hiciste ver que, si quería cumplir todas las ambiciones de mi vida, debía entender que la gente hace muchas estupideces por sexo y amor. Eso no era bueno para alguien como yo.

Quiero ser como tú, y por ello, te pedí que me ayudaras a seguir tu ejemplo de éxito, a ser el joven que tu hubieras querido ser. Todo eso me ha vuelto mucho mejor: más hábil, más inteligente, más atento a mi entorno, y lo más importante, he ganado tanta influencia y reconocimiento, que hasta la gente que me envidia me admira.

Entendí que, cuando las personas desean algo, es mejor quitar del camino lo que nuestras emociones quieren de nosotros. Con una mente lógica, cualquier meta puede ser alcanzada. El amor y el sexo son sólo distractores, extenuadores de nuestros sueños, y quienes viven de ellos no llegan muy lejos. ¿Cierto?

Mis nuevos ideales me volvieron un chico nuevo. Ahora todo mundo comenzó a hablarme como si me conociera de años. Los maestros estaban encantados conmigo, incluso el personal administrativo y de otras áreas del colegio me reconocen y saludan como yo a ellos. El colegio pasó a ser una simple escuela a mi segundo hogar, puesto yo, de alguna manera, en un pedestal donde todo mundo puede admirarme.

Lo merezco, desde segundo semestre hasta acá me he esforzado mucho. Primer lugar en el torneo de soccer. Medalla de platino en las olimpiadas de las ciencias. Medalla de oro en el concurso de oratoria. Calificaciones perfectas y, por su puesto, el premio a la persona más querida y amable de cada ciclo escolar. Todo eso alcancé cuando dejé de lado buscar esas cosas banales que sólo me distraían. Esos logros y la admiración, como afecto de mis amistades cercanas, son más que suficientes para ser feliz.

Por desgracia, sigo siendo humano y tengo mis flaquezas. En la final del torneo de soccer, luego del partido, tuve sexo con el portero del equipo rival. En las olimpiadas de las ciencias, me acosté con la chica de la escuela anfitriona que presentaba los premios. En el concurso de oratoria, mi rival fue una mujer bastante fiera en la cama. Y en el bachillerato, bueno, a pesar de que sé que le gusto al profesor Alexes, nunca he hecho nada con él. Sólo lo manipulo para que haga lo que quiero. Tú mismo dijiste que si veía la oportunidad, la aprovechara.

Mi vida es un verdadero lujo. No me quejo. No obstante, en muchos libros de psicología y filosofía, como de antropología, me he encontrado que, cuando una persona alcanza la felicidad absoluta, otra cercana cae en lo más profundo de los abismos sin excepción alguna. Es una regla extraña que todos intentan resolver, y fue el caso de mi amigo, quien hace unos días fue a buscarme.

Me encontraba leyendo uno de tus libros, de los más recientes. Era mi tiempo libre y no tenía otra cosa más que hacer, para ser honesto. Me hallaba sólo en casa, cabe aclarar, y así continuaría durante un largo periodo de tiempo. Tal vez hasta altas horas de la madrugada.

De la nada, por eso de las cuatro de la tarde, Robbin me mandó un mensaje bastante extraño. Tenía ya meses sin hablar con él, por lo que me extrañé, mas no evité responder.

Robbin: Hola. ¿Estás disponible?
Nathan: Sí, ¿qué pasó?
Robbin: ¿Vas a estar en tu casa hoy?
Nathan: Sí, aquí estaré. ¿Todo bien?
Robbin: De rato voy para allá. Quiero hablar contigo de algo que me pasó con Jocelyn. Además, estaría cool estar junto de nuevo, como antes.

Cuando leí eso creí que hablaba de sólo vernos y hablar, pero luego me envió unos emojis de caritas rojas con la lengua de fuera. Tal vez eres muy viejo para entenderlo, pero eso quiere decir sexo, sin lugar a dudas. A menos que estés diciendo que hace mucho calor, literalmente.

De inicio, me alegré. Me encantaría volver a hacerlo con él, pero entonces recordé que podría ponerme como la otra vez, así que decidí dejar que las cosas fluyeran, que no forzaría nada.

Esperé a Robbin toda la tarde. Me bañé, organicé mi habitación, perfumé todo y estaba más que listo para saber qué había sucedido, y lo que fuera a pasar.

El tonto no se presentó en todo el día. Lo esperé hasta media noche, con la esperanza de que se quedara a dormir, y nada. Ni siquiera respondía mis mensajes.

Estaba frustrado, demasiado, mas dejé que pasara la noche normal sin decirle ya nada. Era la prueba que necesitaba. Este tipo de cosas sólo me arruinan. Pude terminar el libro esa tarde en lugar de estar perdiendo mi tiempo en esperar a ese imbécil. Pero ya la había cagado, no había vuelta atrás. Sólo una lección qué aprender, pensé.

Al día siguiente, después de clases, noté que Robbin no asistió, así que me preocupé. Creí que había sido un tonto al pensar mal y le había pasado algo sin darme cuenta, por lo que me apresuré a salir de clases e ir a su casa, a donde toqué la puerta desesperado, abierta aquella por él.

—¡Gracias al Creador! ¡Estás bien! —exclamé tranquilo, cosa que extrañó a mi amigo.

—¿Qué pasó, tonto?

—¡Tú! Ya no respondiste mis mensajes, no fuiste a mi casa y faltaste a clases. ¿Te sientes bien? —La pregunta provocó que el chico bajara la mirada, triste y me respondiera honestamente.

—No, lo siento por ya no responder, pero no me sentí ayer con ganas. ¿Quieres pasar? No hay nadie más que yo. —Acepté la invitación sin más porque tenía sed y estaba cansado. Noté que el chico veía una película antes de que yo llegara, se hallaba en ropa cómoda y se le veía bastante desganado. Yo me senté y esperé a que me contara lo que pasaba, puesto él a mi lado, tranquilo y apenado.

—¿Qué pasó con Jocelyn?

—La mandé a chingar a su madre. —La respuesta me dejó sin palabras, continuada la historia por él. —Me estaba poniendo el cuerno con dos batos del trabajo que acababa de conseguir para darles una “mejor vida” a nuestros perritos. Miré en su móvil y vi los mensajes, además de fotos desnuda que se tomaba para enviarlas, con videos de ella tocándose. ¡Qué asco! —No te voy a mentir. Una parte de mí quería decir: “Bato, tú también estuviste poniéndole el cuerno un buen rato. ¿Para qué te haces pendejo?”. Pero decidí mejor ser el amigo que te entiende sin juzgarte y traté de consolarlo.




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