Capítulo II "lnevitable".

Oh no.

No. No. No. No. No.

¿Era esto lo que ocurría?

Si el pálido hubiese podido, habría perdido el aliento. El peliblanco siente rápidamente como la confusión da paso al temor, sus ojos grises miran con cautela los ojos miel, a pesar del brusco sobresalto que sabe está sufriendo YoonGi, JiMin se las arregla para continuar sonriéndole, mientras extiende una de sus manos en su dirección.

—Ven, vamos. Me dieron cuarenta y ocho horas esta vez.

El pelinegro se echa un poco hacia atrás en la silla, apretando sus manos contra su pecho, alejándolas lo más que puede del extraño, su aturdido rostro gira en torno a la habitación.

—...¿Qu-... ¿Esto es... un chiste? — susurra incapaz de decir otra cosa. No tiene idea de qué es lo que ocurre, lo único en lo que puede pensar es que quizá JiMin sea otro paciente en coma que quiere jugarle una broma... él no quiere creer verdaderamente que...

— Descuida, todo estará bien. — arrulla suavemente, intentando infundir calma. Los ojos miel del pelinegro vuelan aterrados al escuchar el pitido del monitor captando el sobresalto en sus latidos — Lo prometo.

Se pone en pie de inmediato, haciendo que JiMin retroceda un poco.

—¿De qué hablas? — casi exclama — ¿Voy a...? — no puede terminar la oración, traga, antes de negar con la cabeza cuando ve a JiMin mirarle con algo que parece lastima.

—Lo lamento.

—¡No puedo irme aún!

Ahí está. JiMin lo siente.

Confusión. Temor. Pánico.

Negación.

Observa detenidamente el rostro contrario... YoonGi aun recorre la habitación con la mirada, pareciera estar buscando algo que pueda servir para defenderse de JiMin, un lugar en el que ocultarse... el peliblanco ladea el rostro mirándole con curiosidad. No ha recogido muchos jóvenes, suele encargarse de ancianos, personas que han caído repentinamente por estrés o alguna enfermedad terminal, gente que ya se ha ajustado a la rutina olvidando cualquier otra cosa que no fuese tener un empleo y mantener una familia ... aun así, no le es complicado reconocer un alma tranquila, son los que sienten más intensamente y la violenta oleada de emociones del pelinegro comienza a inquietarlo.

—YoonGi... — llama suavemente — Quisieras venir conmigo, ¿por favor?

—No, vete.

—Oh, vamos...— el peliblanco rueda los ojos. — Prometo que no iremos muy lejos, solo a donde tú quieras... —JiMin sonríe. Eso es... al fin tengo tu atención.

—No vas a llevarme al... uh... — frunce ligeramente el ceño. — ... ¿inframundo... o algo así?

JiMin jadea ofendido.

—¡No haré una cosa así!... Es decir... si vas a morir, pero no te llevaré a ese lugar ahora... — eleva su mano derecha, había aprendido aquello cuando se llevó a un anciano que había sido militar — lo prometo.

YoonGi agacha la mirada, JiMin vuelve a percibir aquella angustia en su interior.

—Mi... — muerde con suavidad su labio inferior — mi familia... Mi abuela... tengo un hermano menor... Señor... uh... señor fantasma — no sabe muy bien como dirigirse al peliblanco, junta ambas palmas sobre su pecho como si intentara pedir algo, la mirada gris parece mucho más adolorida aun, odia esa parte de su trabajo, odia estar conectado a ese desconocido, poder sentir su determinación, todo el terror que invade su corazón — Por favor, yo... soy bueno. Nunca he hecho daño a nadie. Soy una persona tranquila, no puedo simplemente irme, mi familia...

—Lo sé. — JiMin ladea el rostro — Sé que eres bueno. Hay muchas personas que dejan a su familia, YoonGi. — intenta consolar. — Ellos logran sobreponerse, lo prometo. Tu tiempo va a agotarse en unos días, sugiero que nos demos pris-

—Yo... aún no he hecho todo lo que he querido... — susurra y su mirada se pierde un instante en su cuerpo. Luce frágil entre las mantas, con los finos tubos saliendo de él, se ve incluso más delgado de lo que era, aunque su rostro está limpio y la oscura mata de cabello esta peinada. — Yo no... nunca tuve a alguien o qué hay de mi sueño... ¿Esas cosas no cuentan? — replica volviendo la mirada hacia JiMin, quien únicamente suspira, encogiéndose de hombros. Los ojos grises dan un vistazo al pálido en la camilla