—¡Vaya! Trabajas en el Saint Clark — JiMin suelta su mano.
La primera reacción del pálido es apretar fuertemente los parpados, encogiéndose en su lugar. Abre los ojos con lentitud y suspira. No hay fuego o nubes… lo que significaba que JiMin había cumplido su promesa. No tiene mucha idea de cómo iba a verse todo a su alrededor una vez que muriese – las comedias que veía ocasionalmente no daban ni una sola explicación a lo que estaba viviendo ahora – aun así, le gustaría pensar que no iba a ser un lugar tan horrible. Llevaba una vida simple, tenía responsabilidades, trabajo, nunca había lastimado a nadie apropósito…
— Te dije que iríamos a donde tu quisieras. — sonríe el peliblanco intentando reconfortarlo.
YoonGi asiente y su mirada se convierte en nostalgia cuando recorre el amplio salón en el que yacen unas cuantas mesillas de madera y uno que otro sillón en tono vino, las paredes son crema y por la enorme ventana por la que se cuela la brisa del final de la tarde ondeando las cortinas en suaves tonalidades champange, Min YoonGi puede divisar el bonito jardín del asilo. JiMin corre hacia la ventana, apoyándose ligeramente en el alfeizar.
—Nunca había venido aquí. — sonríe ladeando el rostro hacia YoonGi. — A este salón en particular, quiero decir.
—Es muy bonito. — asiente y sabe que no es posible, pero puede percibir claramente los latidos en su pecho a cada paso mientras se acerca al piano en la esquina más alejada del lugar. Repasa con su yema de los dedos las teclas, pero es incapaz de producir sonido alguno. Suspira profundamente; cuando eleva la mirada, JiMin se haya de pie justo en frente de él.
—¿Esto es música? — ladea el rostro curioso; YoonGi sonríe, negando con la cabeza.
—Parte. Es un piano, es un instrumento para hacer música, es mi favorito. — JiMin asiente, hundiendo ligeramente su índice sobre una de las teclas. YoonGi se sobresalta cuando escucha el sonido, su mirada va directo a la puerta doble, esperando que alguien venga, pero nadie aparece y solo puede mirar a JiMin con extrañeza cuando el vuelve a aplastar otra de las teclas.
—¿Cómo…? — no sabe que preguntar exactamente. JiMin parece capaz de leer su rostro porque sonríe a modo de disculpa y una de sus manos invita al pálido a sentarse en el banquillo junto a él.
—No… sé muy bien que es esto, pero puedo ver por tu reacción que algo ocurre cuando presiono las teclas.
—¿No lo escuchas? — inquiere con sorpresa. JiMin enarca una ceja.
—Ah… no tengo memoria de algo similar, así que no puedo… pero creo que podría si... cuando un ángel es asignado a un alma, se crea una conexión entre quien eres tú y lo que yo puedo sentir, ven aquí… —JiMin sujeta rápidamente una de sus manos, presiona, y ambos índices se hunden sobre la tecla. Los ojos grises se abren con asombro sin apartar la mirada del teclado, arrastra la mano de YoonGi y la suya sobre cada una de las teclas percibiendo la diferencia entre los sonidos, sus ojos chispean con brillante emoción cuando encuentra la tristeza en los iris contrarios. —Es… ¿música?
—Sí. — Algo duele en su interior ante la idea de que ya no volverá a hacerlo más. De que, en unas pocas horas, cuando todo haya terminado para él, jamás volverá a hacer música… su existencia no había realmente tenido el significado que le habría gustado, pensar que hubiese podido confortar a alguien y eso ya no iba a pasar jamás… — déjame… puedes uh… coloca tus manos bajo las mías, ¿está bien? —JiMin asiente, colocando el dorso de sus manos bajo las manos contrarias, calzan bien, sus pequeñas manitos en aquellas manos largas y varoniles. YoonGi sonríe en su dirección, antes de deslizar sus dedos presionando los de JiMin sobre el teclado construyendo una suave melodía, le sorprende la forma en la que el pelinegro conoce cada sonido y cuales suenan mejores juntos, le sorprende que pueda tocar aún con los ojos cerrados y la forma en la que algo parece ablandarse en su interior por la intensidad de todos sus sentimientos, amor, ira, impotencia, deseo, esperanza, tristeza, es capaz de ver la forma en la que YoonGi brilla, por lo que le parece curioso percibir tanta nostalgia.
— ¿Ocurre algo? —susurra con una sonrisa, buscando encontrar la razón por la cual, el pelinegro se siente repentinamente desolado. YoonGi abre los ojos, deteniendo sus manos.
—¿Eh?
—Pareces… uh… — está a punto de explicarse, cuando el sonido de la puerta abriéndose hace que ambos giren un poco el rostro hacia ella.