Extiende una de sus manos, percibiendo el débil cosquilleo de la luz que se filtra entre las hojas del árbol, debe ser un árbol frutal, piensa JiMin de inmediato recordando a la anciana que había recogido hacía ya tanto tiempo, una mujer del campo en el sur de Ilsan. Puede sentirlo, tiene un recuerdo similar, el aroma cítrico es suave, dulce.
—¿Dónde estamos ahora? — inquiere el peliblanco cuando siente la mano de YoonGi aflojando su agarre. Sus ojos grises recorren el cielo azul, siguiendo unas pequeñas avecillas amarillas que se posan en las ramas de un árbol cercano — ¿Por qué un parque, YoonGi?
Se encuentra a si mismo sonriendo ante el repiqueteo que es la risa infantil de un grupo de niños que bajan por la resbaladilla, YoonGi puede ver en la parte baja de esta a los padres esperando para atraparlos; una que otra banca de madera se halla ocupada por jóvenes que charlan tranquilamente o comen helado, hay niñas pequeñas en vestidos coloridos haciendo una competencia sobre quien vuela más alto en los columpios. El pelinegro permanece de pie bajo la sombra de la frondosa lima, sus ojos exploran aquel lugar, haciendo que una sonrisa nostálgica se dibuje en su rostro.
—Solía venir aquí con mis padres y mi hermano cuando era pequeño, antes del accidente.
—¿Tuviste un accidente? — inquiere JiMin con curiosidad acortando el espacio. YoonGi asiente con la cabeza admirando el suave rostro del ángel.
—Tenía seis años cuando ocurrió. Acabábamos de dejar a JungKook en preescolar, iban a dejarme en la escuela cuando un camión nos golpeó. Yo iba en la parte trasera del auto, no puedo… recordarlo — entrecierra la mirada. — lo he intentado muchas veces, fueron tiempos difíciles.
—Lo lamento. — susurra JiMin apenado. —Eras muy pequeño…
—Vivimos con la abuela desde entonces. Aunque no recuerdo el accidente, puedo recordarlos. A mis padres. — las yemas de sus dedos repasan las líneas en la corteza del tronco. — Papá… era un hombre muy trabajador, tenía esa… — agacha la mirada, sonriendo — esa cosa de querer aparentar… uh… que no le importaba realmente, pero era muy cálido, mamá… — suspira — mamá era más brillante que el sol. — El entrecejo del peliblanco se crispa ligeramente ante la voz de YoonGi, suena roto cuando susurra — ella era brillante, de todas las formas en las que una persona, puede serlo.
Puede verlo. Algo de su madre debe haber heredado Min YoonGi porque aun cuando la enredada madeja de sentimientos que guarda en su interior golpea con brusquedad a JiMin; aquella melancolía por lo duro de su pasado, el sentimiento de temor y frustración al ver sus sueños desvaneciéndose, la culpabilidad ante la repentina forma en la que iba a dejar a su familia, ira, tristeza y aceptación; existe, en medio de todo ese caos, una brillante chispa de algo extraordinariamente hermoso que no puede dejar de admirar. Tras la imperturbable fachada de aquel joven de bonita mirada felina, Park JiMin encuentra fuerza, valentía, un alma genuinamente bondadosa,
Esperanza y el carácter suficiente para lograr, lo que sea. Igual que su madre, brilla de formas en las que ni el mismo imagina, piensa el peliblanco detallando el suave rostro pálido… Dios, es todo tan injusto, solo era un niño, nada fue su culpa, el tipo solo se atravesó…
—Deberíamos tener más tiempo. — susurra repentinamente, intentando contener la indignación en su voz, YoonGi parpadea intentando alejar sus pensamientos y enfocarse únicamente en JiMin, quien aún tiene sus ojos sobre él. El peliblanco agacha la mirada con nerviosismo — Las personas, me refiero — se apresura a corregir — las personas deberían tener más tiempo, una oportunidad para descubrir la razón por la que deben venir aquí.
Es la primera vez en esa tarde que ve a YoonGi sonreír de esa manera, curvando las comisuras de sus finos labios. Le agrada. La chispa en su interior reluce más brillante cuando la hace.
—Siempre he creído eso. — asiente. — Sería bueno que las personas tuvieran más oportunidades. El tiempo pasa mucho más rápido de lo que creemos. A veces… creo que nadie es consciente de lo que es verdaderamente importante. Cosas como tu familia o el amor, amar lo que haces…
—Sí.
—¿JiMin? — llama con suavidad. — ¿A dónde iré cuando esto termine?
Las cejas del ángel se crispan apenas, meditando.
—No lo sé realmente. Es diferente para todos. Puedo acompañarte en el camino, pero no se me permite ver a donde pertenece tu corazón. Así que no puedo responder, lo lamento.
—Entiendo. — asiente el pelinegro. — Está bien. — su mirada recorre una vez más el parque, deteniéndose en los niños que juegan alegremente. — Dijiste… que no iría a un mal lugar… yo creí… — el peliblanco sonríe.