Labios Reservados

Capítulo 1

Otra víctima para apuntar en el diario. Esta no opuso resistencia alguna, gracias a todas aquellas cuerdas "estáticas" tan gruesas y bien sujetas. Suerte que mi madre es rescatista, de ser diferente las sogas fueran imposibles de conseguir.

Aún recuerdo el último aliento de Pryce rogándome detener la tortura mediante sus labios ensangrentados. Limpio el cuchillo tras una risa tanto gutural como enferma. Algunas personas se merecen lo que tienen y otras tienen lo que se merecen, relacionado con sus actos. Pryce vendía drogas dentro de la escuela, drogas que él mismo hacía. Una de mis amigas está en coma por ese ser inmundo. 

—¡Púdrete en el infierno!— suelto acompañada de un escupitajo directamente a la cara deformada de Pryce.

Yo imparto justicia aquí en el colegio Sedna. Trabajo sola, siempre ha sido así. Tomo las adecuadas medidas de seguridad para evitar ser atrapada. Todos dirán que estoy loca, que soy una psicópata, que deben encerrarme en sanatorios eternamente; cuando descubran mi diario. Ese lugar donde guardo las memorias.

Entrada del día 3/2/2020

Hora 11:34 pm

Pillé al objetivo #10 intercambiando fluidos salivales con Hatch escondidos detrás de los árboles del bosque Auryga. Pues sí, era gay y bien guardado el secretito. Antes de ser presenciada disparé justo en la cabeza del acompañante. El gatillo apreté sin siquiera titubear, utilizando el dedo índice. Era tan conocida la presión hace semanas y ahora mírenme ¡soy profesional! Oh, daños colaterales. El muerto fue a parar a los brazos de su "amorcito". Pryce reconoció rápidamente el estado de la situación. Asumió una expresión petrificada, excepto cuando reaccionó acorde al terror en su estado puro y tóxico a la vez. Él corrió, salpicado de brillo carmín reluciente a la luna llena. Pidió, de forma inútil, ayuda, hasta el momento que se cayó de bruces en el suelo. Indefenso se encontró. De mis botas agarré el cuchillo anteriormente afilado, tocarlo ya extraía sangre. Me acerqué tranquila, sabía la imposibilidad de ir lejos para aquel desperdicio. Los latidos de mi corazón se alteraban frenéticamente, llevando un compás demasiado veloz para personas normales, nublando todos los otros sentidos. Solo existíamos él y yo. Bum bum bum. Eso fue lo que oí hasta que cargué el cuerpo inconsciente y lo llevé a casa, dentro de jabas de basura.

Hora 2:00 am

La noche resplandecía todavía con sus estrellas a lo alto del firmamento. La vista y la luz de la luna podía reflejarse desde la ventana de la sala. De alguna manera sentía liberación. Inspiré profundo, para luego expirar, cerrando los ojos. Hay creencias sobre la influencia del ciclo lunar en el comportamiento humano. No soy científica o astrónoma, pero es bastante cierto. Divagué, quizás tenía que apurarme, el amanecer llegaría. El objetivo #10 despertó asustado y llorando. Me había cambiado de ropa, porque se mancharía después de la ocasión especial. Los vaqueros gastados de mi padre, la chaqueta de cuero estropeada de una subasta y los broches sujetando el cabello eran suficientes. Ajá, estuve descalza llevando a cabo la tarea. Para ambientar la escena encendí el reproductor de música. La cantante Sherry Atkins infundía aún más temor en Pryce. Sí, se orinó en sus pantalones. "Close Lips" es buena tratándose de asesinatos, da el toque perfecto de equilibrio entre Muerte y Venganza. Cuando fijó su vista en la mesa lateral de la silla conectó los sobres con el futuro.

Voilá. Exacto, dosis del causante del estado de Verónica. Cálice. Tampoco olvidemos las herramientas: serrucho, martillo, taladro. Lástima que las personas al perder sangre mueran. Hubiera sido divertido pasar tiempo juntos, probando los otros objetos.

Me importó poco armar un desastre en el baño cortando las extremidades del muchacho. Reutilizando las jabas de basura, las partes del cuerpo tuvieron un viaje, destino: Trituradora. Limpié la casa. Incendié la ropa. Coloqué lo utilizado dentro de mi habitación, tras una falsa escultura con compartimiento oculto.

Hora 4:05 am

Objetivo #10: Ya completé la tarea.

Mi memoria eidética hizo un repaso completo y detallado de los hechos. Me doy palmaditas mentales en la espalda luego de comprobar la inexistencia de pruebas incriminatorias. ¿Vecinos? Es una ventaja el no tenerlos. Sin duda serán buenas noticias para Vero: la "fuga" de Pryce con su noviecito.

■■■

La rutina semanal: Hablar con Vero y que no sea capaz de escucharme.

La bata blanca ocultaba fragmentos del catéter que le suministra fármacos para mantenerla viva. Los brazos han ido hinchándose durante los tratamientos. No tenía contraste la habitación lúgubre respecto a ella. Las paredes eran de un blanco apagado, faltantes de algún cuadro adornándolas. El sillón apenas confortaba, siendo preferible el piso. Las flores plásticas intentaban lograr la viveza faltante. Ni una puta mejoría.

Deseé durante muchísimo tiempo la recuperación de mi amiga. Extrañaba sus habituales risas. Me siento desesperada, ahogada, sabiendo que debí prestarle mayor atención, valorarla más. Ella fue la razón por la que cambié todo mi estilo de vida. 

Los débiles requieren fortalecerse, o al menos, tener alguien para protegerlos.

—¿Verónica? Cuando despiertes estaré siempre a tu lado. Te juro que Pryce no volverá— suspiré con las palabras atoradas desde la garganta. Incluso sollocé, mientras llegaba la enfermera comunicándome el final de la visita.

Salí de la habitación limpiando cada lágrima derramada de tristeza y las disfracé de indiferencia. Me recompuse.

Pasando la puerta distinguí una figura masculina. Su altura era imponente comparándola con la mía. La ropa que llevaba era descuidada. Más allá del vestuario o la apariencia sentía como si acercármele pondría todo por lo que he luchado a la basura. Hasta ahora la conciencia nunca ha fallado, esta vez no tengo por qué llevar la contraria.

Entró a la sala contigua a la de Vero, haciéndome sospechar un poco. Seguro ando paranoica, prefiero descubrirlo y así estaré tranquila. 

La recepcionista brindará ayuda con el tono de voz adecuado.

—Perdón, ¿sabe usted el nombre del paciente del cuarto 401?—inquirí llena de curiosidad falsa—. Creo que hubo un problema con un paquete enviado y le llegó a mi amiga. Tengo que saber el nombre para confirmar y entregarlo.—rebatí antes de dar oportunidad al silencio.

Ya la tengo donde quería. La excusa parecía creíble según mi mente.

La joven me observó durante unos minutos, procesando si era confiable dar información. Ilusa.

—Se llama Cale Cygnus. —respondió mirando la computadora de su puesto.

Nadie interesante.

—Sí, es ese mismo. Gracias.— confirmé batiendo ligeramente las pestañas—Ahora mismo voy.

Mentira. Abandonaría el hospital. El papel debía salir creíble.

—Cualquier otra confusión habla con su acompañante... Edzel—interrumpió mi ya iniciado paso. Me detuve y seguí caminando.

De alguna manera parece conocido. Sé que escuché algo similar tiempo atrás. Sumida en aquel dilema durante el camino hice oídos sordos a un carro que pudo impactar contra mí. La matrícula era de Hailey, ex-amiga de Vero y yo. Las tres formábamos la mejor amistad, pero Hailey nos abandonó. Cuando la marea subió, trayendo consigo problemas, decidió alejarse. ¡Hipócrita!, pero a todos nos llega la hora. Esperaré el momento ideal ansiosa.

—¡Quítese! ¡Estúpida transeúnte!... ¿Charlotte?—gritó furiosa apretando la bocina. Luego, no dio crédito a esta coincidencia.

Quería reprocharle millones de cosas en cara. ¿Por qué? ¿Por qué diablos permitiste que fuera de fiesta? ¿Tan poco te importó ella? ¿Acaso deseabas que pasara? ¿Disfrutaste jodiendo a tu novio mientras Verónica quedó desmayada? ¡La heriste maldita sea! Físicamente no. Psicológicamente sí. Traicionaste nuestra confianza.

Antes de explotar y lanzármele al cuello para asfixiarla la cordura reveló las razones de olvidar (por el momento). Salí de en medio de la calle, apretando mis pasos, haciéndolos audibles al impactar con el concreto. Agaché la cabeza, ocultándola más dentro de la capucha.

Hailey será mi objetivo #11. Acabar con Pryce y verla removió el odio, puede que el sentimiento haya acrecentado. 

Tendrá noticias mías pasados tres días. La buena: acabaré "el remordimiento". La mala: también su pulso cardíaco.

Llegué a casa más pronto de lo normal. Los minutos sobrantes después de los deberes los empleé haciendo ejercicio. Mis pasatiempos requieren que esté en buena forma física para cargar pesos. La rutina habitual es de una hora: 400 abdominales, 7 minutos de trote, 20 planchas, 20 sentadillas y 45 segundos de descanso entre cada fase. El tiempo no me daba, así que simplifiqué el número de repeticiones y eliminé algunas partes. 

Estaba hambrienta de tanto esfuerzo; me gustaría recalcar que llevo una dieta donde ingiero proteínas, frutas, vegetales y suplementos vitamínicos. Soy inmunodeprimida, susceptible a las infecciones por microorganismos que no afectan a las personas normales. Visito el hospital, sabiendo que es riesgoso para mi salud. Dejando de lado eso, me cuido mucho.

Comí, pero después guardé las sobras dentro del frigorífico. 

Necesitaba una caminata nocturna hoy, pensar, organizar las estrategias del objetivo #11. Fui al cuarto, como ya me había bañado luego del entrenamiento rebusqué el armario hasta encontrar otro abrigo de tela que ponerme. El móvil abandoné arriba de la cama.

Cerré la puerta con llave al encontrarme en el exterior. ¿Fan de la naturaleza? Meh. Existía una laguna cerca que aparte de mí, mis amigas conocían (probablemente el único lugar merecedor de adoración).

Cerciorándome de no ser seguida por nadie, me adentré siguiendo el camino. La claridad del agua siempre maravillaba a todo aquel que tuviese la posibilidad de verla. La ropa interior significaba más que suficiente para nadar. Entré despreocupada de la temperatura. Sentí inesperada calidez sumergida dentro del reducido lago mezclada con serenidad. Situé la línea entre lo seguro y lo no seguro (sabía nadar, pero nunca estaba de más precaver). 

—Extrañaba esto.— hablé una vez mojada de pies a cabeza.

Sentí movimientos alrededor, los cuales ignoré. Ahora mismo las prioridades variaron. Disfrutar.

Hice buceo de superficie, encontrando un colgante cuyo dije lucían como dos cisnes blancos formando un corazón. Atrapé el collar admirando cuán precioso lucía, un regalo estelar para Vero el día que despierte. Tuve que colocármelo en cuello, pensando en el caso de que se perdiera. Los cisnes tenían diminutos zafiros rosas uniéndolos. Palpé el adorno limpiándolo levemente y descubriendo una marca.

"C&A"

Alguien que odiaba a su ex tiró el colgante, comprendí. ¿Sabían de la existencia de mi lugar favorito otras personas? 

Entré en pánico ante la posibilidad de ocurrir tal estupidez.

«La laguna es bastante ancha. Pudieron deshacerse de eso desde lugares más lejos» recapacité.

Igualmente la respiración se apresuró paso a paso. La situación podía estar fuera del propio alcance de su creadora. Control. Control. Control. El miedo impactó contra mí estallándose en millones de fragmentos. Yo interpretaba el papel de la pared y el miedo una copa vacía de cristal.

No será la primera ni la última vez que me sorprende estar "simbólicamente" cautiva. ¿Qué cambió entonces? Las muertes aumentaron, siguiéndolas el temor de ir a la cárcel.

Cabos sueltos+Charlotte Dimson=Masacre

El frío de la oscuridad cayendo hizo la advertencia acerca de regresar.

Recogí la ropa para colocármela. El aire iba secándome mientras caminé de vuelta.

Atravesé todas las puertas que dirigieran al baño. Mi enfermedad requería cuidados especiales y llegar mojada no es precisamente lo mismo. Eché al suelo la vestimenta. Abrí la ducha para bañarme, quitando el agua dulce que tenía. Apoyé mis manos justo en mis cejas, recorriéndolas, pasando por la cabeza y terminando en mi cuello.

Al terminar cerré la ducha. Una toalla cubrió la desnudez de mi cuerpo. La tela terminó prescindible cuando alcancé una blusa de tirantes azul e inconvenientes shorts a juego. La cama recibió el cuerpo mío segundos después. El pelo se desperdigó por la almohada, mientras que mechones rebeldes interrumpían el abrir los ojos.

Mañana asistiría al instituto. La Charlotte Dimson ermitaña es la única que tendrán el derecho de conocer algunos. Sé el motivo de esto y jamás lo revelaré. Ojalá las cosas fueran diferentes. Ojalá la verdad no fuese tan rota que corta.

Y fue ahí, los pensamientos se estancaron. Las fases del sueño se apropiaron cada neurona sensata.



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En el texto hay: asesinatos, muerte, sangre

Editado: 15.11.2020

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