Asistí a la escuela, reanudando la rutina diaria. Creo que mi asistencia era bastante intermitente, consecuencias de lo pasado cada día.
Avanzando el tiempo supe que todo el mundo se asombró ante la ausencia de Hailey.
Era obvio, pues la catalogué de objetivo #11. Un número impar, que la identificaba como socialmente activa. Siendo ella la dueña de la casa donde se efectuó la fiesta y luego desaparecerse por arte de magia (¿Magia? ¡No! Yo lo llamaría el arte de la anatomía descriptiva) levantó sospechas.
Los cotilleos ni siquiera intentaban exhibir respeto, así mismo parecía ser el concepto de sutilidad. Los murmullos rondaban dentro de cada esquina o espacio libre. Observé sillas moverse de lugar para escuchar más claro, profesores deteniendo sus clases para reprender los susurros y almuerzos interrumpidos para prestar total interés.
¿En esto se había convertido el colegio? ¿Insultábamos a espaldas, actuando como hipócritas? ¿Éramos fantasmas esperando su turno para sentenciar? Ajá, yo inicié el libro, le di forma e involucré el odio no tan visible. Redacté plasmando cada pedacito de ira, amargura y repugnancia. Mi doble cara garantizaba el status que tenía, también la opinión sobre mí.
Sobrevivir y aprender a refugiarte dentro de tu fachada sería la primera lección de Edzel. Mientras ese nombre pasó por mi cabeza busqué al designado con mi indiscreta mirada. Su lápiz se movía rápidamente en el aire; le divertía lanzarlo y atraparlo.
Buen estudiante no podía ser, la falta de interés era más que evidente tanto conociéndolo como si no. Cada determinadas ocasiones el pizarrón le atraía, pero nunca pasó de tres inspecciones. Tampoco daba la impresión de ser mujeriego o "Don Juan" ni de misterio que alguien quisiera resolver (no obstante, nada negaba que al solucionarlo sorprendería). El calificativo "normal" tenía mucha relatividad; una relatividad la cual con facilidad estiraría o encogería.
Definitivamente si adoptaba otra personalidad, además de la mostrada conmigo y dentro del Sedna, tenía práctica en el asunto.
Ya había concluido su perfil y cómo debía actuar ante él mediante frases:
1-"¿Tienes un enemigo? Eso quiere decir que no tienes ante ti un hombre del que debes hacer o tu amigo o tu esclavo"
No lo conocía, cualquiera podía hacer daño. Aparentaba saber cosas de mí. Y respecto al tema de enseñarlo... seguía trayéndome dudas.
2-"Delibera con cautela, pero obra con decisión; cede con gracia y oponte con firmeza."
Tendría cuidado frente a él. Me le impondría algunas veces si lo consideraba necesario. Mostrarle debilidad sin justificaciones lo haría desconfiar de mí y dificultaría acabarlo.
3-"La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando la gente se da cuenta del engaño ya es demasiado tarde"
Actuaría adelantándome a cada acontecimiento. No sabré cuando tenga que enfrentarme a un descuido o denuncia; conmigo las traiciones se pagarían caro y Edzel no podía pagarla debido a pobreza de ventajas. Castigaría los engaños de su parte antes de ser descubiertos.
Después de estudiarlo sentía la convicción de hacerle frente a cualquier complicación o traba de él. Si iba a implicarlo... ¿acaso podía bajar las defensas? ¡Demonios, no!
El final de la clase lo esperé tanto como cuando un deportista juvenil desea "anotar" con su novia. Sin malinterpretaciones, yo aprendía sin contratiempos y era reconocida por mi memoria prodigiosa, pero luego de tantos problemas la mente se encontraba distante. Necesitaba aclararlo todo, sabía que la laguna me despejaría. ¡Maldita sea! ¡Cómo amaba ese lugar! Se volvió un centro de relajación, de paz... hasta el día que encontré el collar. Para mi dicha ya podía dejar de lado aquella cosa, porque le pertenecía a Verónica desde ayer.
La pintura de las paredes disimulaba los rudos golpes de los balones. Al tratarse de un espacio cerrado la iluminación convenía; reducidas lámparas y minúsculos brillos del sol contrarrestaban las características oscuras del sitio. Busqué un lugar en el banquillo de madera, ya que no podía participar en gimnasia; ahí seguí "maquinando" las ideas. Salí de mi ensimismamiento con los pensamientos cuando lo oí...
—¿Qué haremos luego Char?
Ese sobrenombre me irritaba. Quizás irritaba aún más el hecho de ser tratada con ese atrevimiento de su parte. Solo mis amigas poseían ese derecho. ¿A qué jugaba? Tal interrogante se hizo sonido físico tras un aliento, fuera de lo pretendido.
—Yo no juego a nada. De tí no puedo decir lo mismo— contestó ocupando el asiento paralelo al mío, pero en la fila de arriba. Por eso giré la cabeza, quedándome viéndolo.
Pude percatarme que él no daría clases de gimnasia ni cualquier otro deporte. Esperaba que no fuera enfermizo, ya bastaba conmigo.
Lo sentí moverse hacia delante, impulsado por sus piernas. Tenía la mirada fija sobre mis brazos, esperando establecer cualquier tipo de conversación conmigo. ¿Cuál era la causa de la extraña simpatía? ¿Qué quería que dijera? ¿Por qué actuábamos cual amigos si había pasado de mí completamente hacía 16 horas?
—Bueno, respondiendo a tu primera pregunta... búscame a las 6, terminado el instituto.— exhalé y recé pidiendo su ida... o la mía.
¿RECÉ? Yo nunca rezaba. No sabía qué era lo que tanto me molestaba o daba nervios. La batalla se concentraba entre: "podrá encarcelarme si quiere" o "¿qué busca de mí?". Indescriptibles los presentimientos de cómo acabaría esto. Adoraba tener el control. ¿Por qué me sentía ciega? Creaba las protecciones para manejar rigorosamente cada oportunidad, ¿hoy?, no marqué productividad.
—¿En tu casa o en la mía?...— preguntó frunciendo una de las cejas —Eso sonó mal.— se corrigió, aunque no pude entender la causa.
Si visitaba su casa me encontraría en una emboscada o quizás no. ¡Joder estábamos en la preparatoria! ¡Las mentes criminales florecían de adultos! La paranoia se elevó, colocando su brazo en mi hombro. Los consejos de esta me obligaron a aceptar la posibilidad de utilizar su casa, pues investigaría cuán confiables podían ser sus palabras.
—En tu casa— precisé dando por concluido el tema... que se imposibilitó porque hablar era de dos.
Tuve que hacer de oyente...
.
.
.
.
«¿Quién era este Edzel y por qué la alegría le definía? ¿Era una broma? ¿Cámara oculta?» deliberé dubitativa.
¿Cuál fue mi conducta? Emitir comentarios eventuales y, principalmente, asentir. No era la clase de ser social que comunicaba mucho, aunque él se dio cuenta...
—Sigo creyendo que el invierno posee más atractivo que la primavera...— aludió, fue cuando me di cuenta de su cambio de asiento.
Lo tenía a mi derecha.
—Opino lo mismo.—admití sin haber escuchado palabra alguna.
Puse mi mano debajo de la barbilla.
—Otra cosa en común. Tengo la impresión de que seremos buenos amigos.— estiró su mano para darle gestos y énfasis a su punto.
¿Primero antipatía y después simpatía infinita? Me sentía confundida; ninguna vez lidié con bipolaridad.
De no ser por el timbre del cambio de turno hubiéramos continuado los dos: yo pretendiendo que le hacía caso cuando no tenía ni puta idea y él siendo un loro.
■■■
Edzel me llevó a su hogar, que se encontraba a menos de un kilómetro del Sedna. Como tenía auto supuse que sus padres tenían trabajos muy bien remunerados. Recordé que la madre era abogada y el padre médico, encajando mucho su estilo de vida con lo que podía brindarle la familia. La morada se notaba acogedora y silenciosa...
Guardé una navaja yo, ¿verdad? Defensa personal, solo eso. Una vez que dejara de hacerme falta pues... una cortadita -profunda-.
Luego de atravesar la entrada vi correr un gato negro. El animal permaneció frente a mí para bufar alto. Mi mirada le lanzaba cuchillos y bolas de fuego.
¿Me detestaba?
Ya somos 2.
Todo ser viviente que andara a cuatro patas y no tuviera raciocinio merecía odio de mi parte. ¿Por qué? Ohh, tenía un perro y un gato de pequeña. Ambos me mordieron el pie durante un momento de descuido de mis padres adoptivos. Terminé en el hospital, recibí vacunas contra la rabia, pasé días en cama, entre otras desfavorables consecuencias.
—Bruno, veo que Charlotte te cae mal, pero hazla invisible para tí —bromeó alguien de la habitación contigua.
Juro que cuando sentí las palabras aquellas las asocié con Edzel, pero él estaba a mi lado. ¿Quién rayos era?
La sombra pareció aproximarse, aunque antes llegó otra persona. Edzel se volvió con ánimos hacia mí y mostró una sonrisa ante el desconcierto que perturbaba este espectáculo. Tenía a Edzel 1 y Edzel 2 en una misma habitación. ¡Qué mierda! ¡Con razón hubo cambios de actitud tan seguidos! ¿Entonces quién era cada uno? ¿Por qué a mí me pasaba esto?
Estaba dispuesta a sacar mi navaja, pero los presentes querían explicarme esto.
—Charlotte, calma. —cuchicheó el Edzel 2.
El Edzel 2 tenía razón, la calma debía prevalecer. No me importaría matarlos a todos, pero uno contra dos requería más de inteligencia que de fuerza.
—¿Por qué saben todo de mí, a pesar de que yo no sé una mierda de ustedes?— interpelé casi a volumen máximo.
El gato negro trajo mala suerte, yo que de por sí la tenía. Aquel tema quedó sin importancia, sustituyéndolo otro.
Dos testigos...
Doble riesgo...
—Será porque aún no sabes diferenciarnos.— rió el Edzel 1 (el que me trajo)
Las bromitas sobraban durante algo así.
—Empecemos por lo sencillo. Soy Edzel.—estiró una mano que no tomé.
Reiniciaría cada táctica. ¿Cómo los eliminaría?
¡DOS! ¡MALDITA SEA!
La impaciencia me mataba, cortando mi esófago y cuello, burlándose de ese momento donde no sabes qué hacer.
—Yo Brandwell. Te dije que seríamos grandes amigos. —se regodeaba.
Genial, y ¿cómo eso me ayudaba? Los zapatos palparon el suelo repiqueteando, resultando avisos de furia. Iba a estallar.
—Somos los primos de Verónica. Ella nos pidió antes de entrar en coma que te cuidáramos de cometer alguna estupidez. Como bien descubriste te dejamos hacer tu show de chica mala.— confesó Edzel.
No compraba esa respuesta. Verónica nunca avisó de tener primo alguno. La relación consanguínea lucía imposible de creer, es decir, comparando el físico: ni los ojos, el cabello o la forma de la cara manifestaban pruebas de lo dicho. Si convencerme era su plan... les iba de pena. Esforzarse tampoco les haría mal.
—Ajá. Díganme. No estoy apurada—crucé los brazos sosteniendo un tono acusador e interesado.
¿Creían que me chupaba los dedos? Perdón, subestimar a tu oponente es malo. Prepárate siempre para lo peor, así pisarás cual cucaracha lo mejor.
—Tenemos pruebas de nuestras conversaciones con tu amiguita.— sonó demasiado calculado y cruel de parte de Edzel.
Se prepararon demasiado bien para esto. Quería tener certeza de si eran impostores o no.
Bradwell sacó el teléfono. Buscó, siendo el centro de miradas, archivos guardados en la grabadora de voz y comenzó a reproducir cada nota. Yo anhelaba encontrar fallos en las "famosas evidencias". De reojo capté "Pista #1" que tenía 4:00 minutos de duración. Un dedo, dándole uso al táctil presionó la opción de reanudar...
—¿Charlotte lo sabe? ¿Sabe que nosotros la vigilaremos?.— un Bradwell preocupado empezaba el audio.
—Es lo de menos. La pregunta debería ser si queremos ser descubiertos por ella.—Edzel comentó, pero los ruidos del fondo casi no permitieron escucharlo.
—Si se hace el menor cortecito ustedes la cuidarán, le ofrecerán ayuda. Harán que la voz de Pepito Grillo esté contenta, como si quieren darle una paleta. Ha pasado por mucho.—me hizo soltar una lágrima que rápido cubrí con la mano. Verónica. Su forma de hablar y expresarse. Verónica.
—Tendremos que turnarnos, porque puede sentirse acosada. Intervendremos solamente cuando haga falta y de ahí le explicamos todo.—Brad entró en escena nuevamente irradiando madurez para confortar a Verónica.
—Y otra cosa chicos, Charlotte es mi mejor amiga. Si se enrollan con ella les esterilizo a los dos. Quiero que no se sienta solitaria nunca cuando me vaya. Me duele dejarla aquí.—¿Eh? ¿Iba a irse? ¿De qué fecha era la grabación?
—Tendrás que decirle la verdad. Le quitaste el novio a Hailey. Aaron la estuvo engañando contigo durante semanas enteras. Deberías salir del pueblo con dignidad...
Edzel hablando, mientras estuve al punto de desmoronarme. Los lazos de la amistad entre las tres se quebraron y todo por... ¿Aaron? Los buenos nunca fueron tan malos y los malos nunca tan buenos. Había cometido el error que tanto criticaba durante las clases de Historia: olvidé los defectos de los buenos. Maté a Hailey, sin prueba alguna. Y si... ¿sabía de las infidelidades de su novio? ¿Por eso dejó a Verónica a su suerte? Quería enfadarme con Verónica... realmente lo quisiera... pero era lo único que me quedaba dentro de este mundo. La perdonaría... ¿qué otra salida tenía? Absoluta-jodida-mente ninguna.
Mi respiración se agitaba cual mar sufriendo un tsunami de 8,3 grados en la escala de Richter. ¿Qué hice? ¿Qué había hecho? Me odiaba a mí misma en ese instante. ¿Cómo pude?
Quería desaparecer. Quería ser tragada por la tierra hasta llegar a la profundidad, al propio infierno. La pobre tierra no merecía tragar más mierda y heme aquí pidiéndole eso.
—La persona que se encuentra en la habitación de al lado de Verónica es Cale, nuestro amigo. La causa fue Cálice también. Nunca te agradecimos por matar a ese hijo de puta—recalcó Brandwell.
No importaba ya. En vez de dar lecciones las recibí yo.
Marcharme.
Salida.
Soledad.
Desesperada encontré la salida. Iría a la laguna. ¿Qué clase de monstruo era?
El peor...
Editado: 15.11.2020