Labios Sangrientos

Capítulo 2

Elara no tocó la mano de Kael. En lugar de eso, la Consagrada se dio la vuelta y se dirigió hacia la única pieza en la habitación que realmente le pertenecía. El Espejo de Plata no tenía marco y era tan antiguo que su superficie a veces se ondulaba, reflejando más de lo que debía.

​"El Pasaje de Cenizas es una leyenda," murmuró Elara, su espalda aún hacia la infiltrada. "¿Cómo esperas que confíe en una leyenda?"

​"No te pido que confíes en una leyenda," replicó Kael, que había permanecido inmóvil junto a la puerta. "Te pido que confíes en la verdad que tu espejo ya te ha mostrado."

​Elara se detuvo justo frente al cristal. Durante meses, solo había visto en él la imagen que Áuryn quería: la de una mártir inmaculada. Pero ahora, algo era diferente. La luz de la luna que entraba por la ventana no iluminaba su rostro, sino el de una mujer frágil cuyo hilo carmesí en los labios parecía más una herida abierta.

​"Aquí solo veo mi deber," dijo Elara, la voz firme.

​Kael se acercó lentamente, su presencia oscura proyectando una sombra sobre el reflejo. Estaba tan cerca que Elara pudo oler el cuero de su túnica y algo más... un rastro de ceniza y ozono, el olor de una magia práctica y callejera.

​"Mira de nuevo," susurró Kael.

​Y Elara lo hizo. Miró el espejo de plata. No reflejó su rostro, ni el de Kael detrás de ella, sino un destello rápido y doloroso de la Gran Transferencia: no era la escena solemne y gloriosa que le habían prometido. Vio figuras encorvadas, el cristal central de Áuryn drenando un vapor rojo y denso, y el rostro de su Alta Sacerdotisa, no de éxtasis, sino de codicia.

​El terror le cortó la respiración.

​"El Espejo de Plata es un canal," explicó Kael, su voz baja y urgente, como si temiera romper el frágil momento de la verdad. "Yo no tengo la fuerza para activarlo, pero tú sí. Llevas el poder para el ritual, Elara. Y ese poder lo está despertando. El espejo te está mostrando el fraude. No es una transferencia de vida. Es un robo de vitalidad."

​"No... no es posible. Me han preparado desde niña. He sido consagrada..." Elara retrocedió, su mente negándose a aceptar el horrible flash que acababa de ver.

​Kael capturó su muñeca con la mano, deteniéndola. El contacto fue un choque, una chispa fría y eléctrica.

​"Escúchame. Lo sé porque estuve en el Reino del Sol, y sé lo que se siente al ser un arma," la voz de Kael se endureció con una repentina y cruda honestidad. "Mi misión era exponerte. Probar que eras una fanática peligrosa para justificar una invasión. Pero tú... tú eres un cebo, Elara. El sacrificio no es para salvar a Áuryn, es para esclavizarlo."

​Elara levantó la mirada hacia los ojos grises y profundos de Kael. Por primera vez, vio el conflicto en la infiltrada: la lucha entre el deber y una lealtad que aún no existía, pero que estaba naciendo en esa habitación.

​La mano de Elara se alzó temblorosa, no para defenderse, sino para trazar la línea roja en su propio labio. La Marca Carmesí no era un sello. Era su sentencia de muerte.

​"No voy a morir para que ellos vivan mejor," declaró Elara, y en su voz había una dureza que ni Kael esperaba. Su miedo se había transformado en una rabia silenciosa.

​"Bien," Kael asintió, su rostro se relajó en un gesto casi imperceptible de alivio. Retiró el contacto de la muñeca de Elara, pero su mirada se mantuvo firme. "Ahora dime qué tienes que empacar, Consagrada. Tenemos hora y media. Y si quieres que te saque de aquí viva, debes confiar en mi misión más que en tu propia vida."

​¡La confianza ha comenzado a forjarse! Elara ha tomado la decisión.



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En el texto hay: fantasia épica, romantasy

Editado: 03.10.2025

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