Labios Sangrientos

Capítulo 5

Kael se detuvo abruptamente y giró un panel de piedra tan pulido por la humedad que Elara ni siquiera lo había notado. Detrás había un nicho, un pequeño hueco en la pared de un tamaño justo para sentarse y descansar por unos minutos.

​"Esto era una despensa de los albañiles," explicó Kael, deslizando su cuerpo ágil dentro del nicho. "Está fuera del flujo principal de magia residual. Estaremos seguras aquí, por ahora."

​Elara entró tras ella, sintiendo el alivio de no tener que encorvarse más. El aire era menos denso aquí. Kael sacó una pequeña esfera de metal que emitía una luz fría y discreta, una luz que no emitía calor, ideal para la lectura.

​"Dame los libros," ordenó Kael, estirando la mano.

​Elara desató la bolsa de cuero. Los tres volúmenes —cuidadosamente envueltos en tela— cayeron sobre la tierra. No eran los grandes tomos de la corte, sino diarios y notas marginales que Elara había encontrado en la sección restringida de la biblioteca, la que el Gran Sacerdote creía haber vaciado.

​"Los llamábamos 'Los Susurros'," dijo Elara. "Nadie podía leerlos. Sentían un rechazo mágico si no eras de la línea consagrada."

​Kael no hizo caso a la advertencia. Tomó el primero, un volumen encuadernado en una piel oscura y extraña. Sus ojos grises escanearon los símbolos ancestrales, símbolos que ni siquiera Elara, que había crecido rodeada de alta magia, podía descifrar.

​"No es rechazo," murmuró Kael. "Es un candado. Una magia de camuflaje diseñada para que el ojo entrenado busque la runa de Sangre, cuando la llave es la runa de Transferencia Vacía."

​Elara sintió la frustración de años de obediencia ciega. "¿Qué significa?"

​"Significa que tu gente fue engañada. También significa que yo soy la única en Áuryn que podía leer esto," Kael deslizó el dedo por una página. "Yo soy del Reino del Sol. Nuestra magia es la Transferencia Voluntaria: el dar y recibir. Por eso puedo ver los patrones que tu élite oculta con su drenaje."

​Se detuvo en un diagrama. Era un dibujo de una mujer con un hilo carmesí en los labios, muy parecido a la Marca de Elara.

​"Mira. Tu poder no es para sacrificarte. Es el contrario," Kael giró el libro para que Elara viera la imagen. "Tú eres la Séptima Consecuencia. Tu ciclo no cierra el ritual; lo reorganiza. Si el Ritual te drena, el Gran Sacerdote se vuelve invencible. Pero si logras revertirlo, tu poder podría disolver la fuente del cristal y alimentar de nuevo a los Consagrados que fueron drenados en ciclos anteriores."

​Elara sintió el aliento frío del poder que siempre había estado en ella, un poder que había sido silenciado. Su vida no era un sacrificio; era la clave para la redención de un reino.

​"La Marca Carmesí," Kael señaló los labios de la figura dibujada. "Es un contador. El hilo es sangre vital coagulada, un indicador visible de la energía robada. Pero si la activas a tiempo, la sangre se convierte en un portal. En lugar de drenar, canaliza. Puede drenar el poder del Gran Sacerdote de vuelta al cristal."

​La cercanía, el peso de la verdad y el conocimiento prohibido en ese pequeño nicho crearon una atmósfera íntima. La luz fría de Kael iluminaba sus rostros, dejando sus ojos como los únicos puntos brillantes.

​Elara se inclinó, no por impulso, sino por necesidad. "¿Cómo se revierte? ¿Qué necesito?"

​Kael se mordió el labio, su mirada se encontró con la de Elara, y por un instante, el deber se desvaneció. Se acercó un poco más.

​"Necesitas un catalizador, un punto de anclaje para la Transferencia Voluntaria," Kael susurró, la voz apenas audible. "Algo que rompa la Marca Carmesí y active tu poder sin ser el Gran Sacerdote. Necesitas un vínculo puro, libre de drenaje."

​Kael no se movió, pero la tensión entre ellas era un cable a punto de romperse.

​"¿Y qué es ese catalizador?" preguntó Elara.

​Kael cerró el tomo y lo puso a un lado. Ella levantó la mano y, con una suavidad que desmentía la urgencia de su huida, tocó la mejilla de Elara, y luego, lenta y deliberadamente, deslizó el pulgar sobre el hilo carmesí en el labio de la Consagrada.

​"Según la profecía," susurró Kael, su aliento caliente contra la boca de Elara. "Es el primer contacto sincero de una Transferencia Voluntaria. Un acto de entrega total, sin esperar nada a cambio. Un... beso."

​Elara sintió que su alma daba un vuelco. La mano de Kael se retiró, y la infiltrada tomó el farol.

​"Ahora tenemos que movernos. No tenemos el lujo de la sinceridad," dijo Kael, su voz volviendo a ser la de la infiltrada fría. "El conocimiento está con nosotras, Elara. El Pasaje de Cenizas está a punto de terminar. El próximo enemigo será real."



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En el texto hay: fantasia épica, romantasy

Editado: 03.10.2025

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