Habían caminado durante la mayor parte del día, el sol del mediodía en las Tierras Baldías era un enemigo implacable, más duro que cualquier hechizo de la guardia. La tierra era áspera, el aire seco. Las finas botas de Elara, aunque cómodas en los salones de la corte, se habían desgarrado a la hora de la mañana.
Elara se detuvo, apoyándose pesadamente en una roca erosionada. El dolor en sus pies era insoportable, pero el verdadero agotamiento era mental; el terror de la noche anterior, el Falso Intercambio de Lyra, le había robado el sueño.
Kael se acercó, su expresión dura y sin piedad. "No podemos parar, Consagrada. El rastro es fresco. Cada minuto que perdemos es un regalo para ella."
"No puedo," jadeó Elara, sintiendo la humillación. "Soy una estorbo. No fui entrenada para esto. Fui entrenada para esperar."
Kael se arrodilló, sin ofrecer palabras de consuelo, sino de pragmatismo. Rasgó una tira de tela de su propia túnica y con movimientos rápidos y expertos, vendó los pies de Elara, usando hierbas machacadas de una de sus bolsas.
"Fuiste entrenada para ser un objeto. Un cáliz de oro para el drenaje," dijo Kael, su voz baja. "Elara, la Prisionera de Oro. Tus jaulas eran de seda y ébano, pero eran jaulas al fin y al cabo. Es lógico que te falten estas habilidades."
La honestidad de Kael, desprovista de lástima, golpeó a Elara con más fuerza que el pulso revertido.
"¿Y tú? ¿Cuál era tu jaula?" preguntó Elara, mirando el rostro concentrado de Kael.
Kael terminó la venda y se levantó. Su mirada se perdió en el horizonte reseco. "Yo tenía la jaula de la Expectativa. Kaelen de la Casa Solar. Heredera de la Guardia. Cada movimiento, cada palabra, dictado por el honor. Tuve que abandonar todo eso, quemar mis puentes, para que mi magia de Transferencia Voluntaria fuera pura. Si regresaba, sería con un nombre nuevo, o no regresaría."
"¿Entonces abandonaste la tuya para liberar la mía?"
"Abandoné la mentira de mi deber por una verdad que vale la pena luchar," corrigió Kael, y por primera vez, tomó la mano de Elara con firmeza. "Y la verdad es que no eres un estorbo. El poder que Lyra teme no está en tu habilidad para correr; está en tu capacidad para aceptar la vida, no la muerte. Esa es la Transferencia Revertida."
"Lyra prometió perdonarte si yo regresaba. Dijo que mi amor por ti era el 'Falso Intercambio'," susurró Elara, reviviendo el terror del sueño.
Kael se detuvo, sus ojos grises se clavaron en los de Elara. "Ella te mintió. El beso que te ofrezco no es un engaño. Es un ancla. Es la prueba de que hay algo en este mundo que vale más que mi misión, más que mi vida."
Kael la ayudó a ponerse de pie. "El Pasaje de Musgo está cerca. Es un antiguo refugio de la Guardia del Sol. Es lo suficientemente profundo y seguro para protegernos de su Transferencia de Miedo. Allí, lo haremos. La Transferencia Catalizadora."
Caminaron en silencio por lo que pareció una eternidad. Finalmente, Kael se detuvo ante un montículo de roca cubierto de una vegetación extrañamente verde. Ella presionó una runa oculta y la roca se abrió con un sonido sordo, revelando una pequeña cueva iluminada por runas de luz solar.
Era un espacio pequeño, con provisiones y un pozo de agua clara. Era humilde, pero era el primer lugar en la vida de Elara que no estaba custodiado ni condicionado a su sacrificio. Era el primer lugar libre que conocía.
"Este es el Punto de Encuentro Sol. Nuestro único lugar seguro," dijo Kael, cerrando la entrada.
La urgencia era palpable. Kael se giró hacia Elara, su rostro grave y determinado.
"Elara. La Marca Carmesí aún arde. Lyra está cerca, intentando colarse en tu mente. No podemos esperar a que las condiciones sean perfectas. Tienes que creerme. Tienes que creer en el valor de tu vida, y en el valor de este riesgo."
Elara, de pie en la seguridad de ese humilde refugio, asintió. Se quitó el manto áspero, revelando las ropas sencillas que Kael le había dado. "La Prisionera de Oro ha muerto en el camino. Solo queda la Consagrada."
Ella se acercó a Kael. "Dame el ancla. Demuéstrame que la Transferencia Voluntaria es real."