Labios Sangrientos

Capítulo 12

La luz de las runas solares en la cueva proyectaba un brillo anaranjado sobre Elara y Kael, resaltando el miedo y la determinación en sus rostros. El Pasaje de Musgo, el refugio de Kael, se había convertido en un santuario y en un cadalso potencial.

​"Recuerda las reglas, Elara," susurró Kael, su voz firme pero tensa. "Yo inicio la Transferencia Voluntaria con la intención de anclarte a la vida. Tú debes aceptarla sin un ápice de duda. Si temes que te robe, la Marca Carmesí te drenará a ti y me matará a mí."

​Elara asintió. Se acercó a Kael hasta que el calor corporal de la infiltrada era todo lo que sentía. El hilo carmesí en su labio ardía, pero ahora el dolor se sentía como una expectación, no una amenaza.

​"La Prisionera de Oro murió hoy, Kael," declaró Elara, su voz baja y segura. "No tengo miedo de morir. Solo tengo miedo de no vivir. Hazlo."

​Kael se inclinó. No fue un movimiento impulsivo, sino una promesa lenta y deliberada. Ella no buscó el poder, sino la conexión. Sus manos se alzaron y enmarcaron el rostro de Elara, sus pulgares rozando los huesos de la mandíbula. El contacto de la piel de Kael, pura de magia de drenaje, envió un choque estabilizador a través de Elara.

​Sus labios se encontraron.

​No fue un beso apasionado de ficción, sino un acto de magia pura y desesperada. La intención de Kael no era el deseo, sino la entrega total de su protección, y la de Elara, la aceptación total de esa verdad.

​En el momento en que la conexión se selló, la Marca Carmesí reaccionó. No drenó; se rompió.

​Elara sintió un estallido atronador en su centro de poder, como un dique que se derrumba. La sangre seca de sus labios se licuó en una ola de energía, y el color no fue rojo, sino un oro líquido que fluyó hacia Kael. Kael sintió la oleada de energía de la Consagrada, pero no la drenó; la Transfirió de vuelta a Elara, purificada y amplificada por su propia magia de Sol.

¡La Transferencia Catalizadora había funcionado!

​Elara se separó de Kael, jadeando. Sus labios, donde antes estaba el hilo carmesí, ahora brillaban con una tenue luz dorada. El poder ya no era un miedo; era una corriente tibia y poderosa en sus venas.

​Fue en ese instante de triunfo y vulnerabilidad que sintieron la presencia.

​El aire en el pequeño refugio se enfrió instantáneamente. La luz de las runas solares de Kael parpadeó, y la pared de roca, que antes parecía sólida, se oscureció.

​"¡Lyra!" gritó Kael, empujando a Elara detrás de ella, levantando su daga.

​Pero no era el cuerpo de la Alta Sacerdotisa el que había llegado. Sobre el umbral de la entrada, la pared de roca brillaba con una luz roja, y en ella, una silueta se proyectó: la figura distorsionada y macabra de Lyra, envuelta en las volutas de la Transferencia de Miedo.

La Sombra en la Puerta.

​"¡Estúpidas! ¿Creyeron que un simple beso detendría el destino?" La voz de Lyra resonó no solo en la cueva, sino en la cabeza de Elara, un grito que drenaba la voluntad. "El poder es mío, Consagrada. Entrégamelo. Vuelve a la calma del deber."

​La Transferencia de Miedo de Lyra golpeó a Elara, buscando la duda que el Falso Intercambio no había logrado encontrar. La presión era inmensa, intentando obligar a Elara a drenarse a sí misma.

​Pero ahora Elara tenía el ancla.

​Ella dio un paso al frente, con sus ojos fijos en la Sombra en la Puerta. Su cuerpo ya no temblaba por el miedo, sino por el inmenso poder de la Transferencia Revertida.

​"El destino ha cambiado, Lyra," declaró Elara, y en su voz había una autoridad fría y dorada que nunca había conocido.

​Kael, sintiendo el poder de Elara, se lanzó hacia la pared de roca. "¡No la detengas, Elara! ¡Tienes que destrozar el enlace!"

​Elara asintió. Con un grito que no era de terror, sino de liberación, levantó las manos. El poder dorado que había fluido a través del beso salió disparado de sus palmas hacia la Sombra en la Puerta.

​No fue una explosión; fue una purificación. La energía de Elara, limpia y revertida, golpeó la manifestación de Lyra. El color rojo se volvió blanco, y luego la Sombra se desintegró con un grito helado que hizo que el musgo de la cueva se secase.

​Lyra se había retirado. Había fallado.

​Kael se dejó caer de rodillas, respirando con dificultad. Miró a Elara, a la mujer que había sido la Consagrada y que ahora era una fuente de poder.

​"Has roto su Transferencia de Miedo," Kael jadeó. "Pero no la has matado. Ahora... ahora ella vendrá por nosotras personalmente."

​Elara miró sus manos, sintiendo el cosquilleo de su nueva y aterradora fuerza. "Entonces que venga. Ya no soy la Prisionera de Oro."



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En el texto hay: fantasia épica, romantasy

Editado: 03.10.2025

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