La marcha tras la confrontación con la Guardia de Ébano fue un borrón de agotamiento. Elara había usado la totalidad de su poder revertido para desmantelar a Alaric, y ahora se sentía vacía, fría. La victoria en la tumba había sido un triunfo mágico, pero le había costado todas sus reservas de fuerza.
Kael se movía con una eficiencia implacable, guiándolas a través de barrancos y acantilados secos. Era su protectora, su estratega, y ahora, su único punto de anclaje a la realidad.
"Estamos cerca del punto medio. No podemos seguir así," murmuró Kael, deteniéndose junto a un peñasco. El sol ya estaba alto, y el calor del desierto aumentaba el agotamiento de Elara.
Kael usó su magia de Camuflaje Visual para hacer que el peñasco pareciera una extensión monótona del entorno. Luego, sin decir palabra, se arrodilló ante Elara.
"Me has dado toda tu fuerza, Consagrada," dijo Kael, sus ojos grises llenos de una seriedad que Elara ya no confundía con frialdad. "Ahora es mi turno de dar."
De uno de sus bolsillos interiores, Kael extrajo un pequeño objeto envuelto en seda plateada. Al desenvolverlo, Elara contuvo el aliento. Era una figura tallada con una delicadeza imposible: una flor, una Rosa de Cristal, cuyo centro irradiaba una luz pálida y suave, como si contuviera una porción diminuta del sol.
"Esto es del corazón del Reino del Sol," explicó Kael. "Está imbuida con nuestra Transferencia Voluntaria en su estado más puro. No drena; irradia. La traje como último recurso, una fuente de poder de emergencia para la misión. Se llama Ancla Solar."
"¿Y no te agota usarla?" preguntó Elara.
"Yo no la voy a usar. La vas a usar tú," Kael colocó la Rosa en la palma de Elara. "Es la prueba de que el poder puede ser compartido sin costo. Tienes que realizar la Transferencia Voluntaria, pero esta vez, con el cristal."
Kael cerró los ojos, concentrándose. Elara sintió el ancla de la intención de Kael: pura, protectora, sin esperar nada a cambio. Elara, concentrándose en el recuerdo del beso, y en la confianza inquebrantable que se había forjado, cerró la mano sobre el cristal.
La Rosa de Cristal irradió su luz. La energía que fluyó hacia Elara no fue una descarga, sino una caricia cálida y reconstituyente. Su agotamiento se disipó. El poder dorado latente en su abdomen se avivó, estableciéndose, y el vínculo mágico que compartía con Kael se hizo más fuerte, casi palpable.
Elara abrió los ojos, su agotamiento se había ido. "Es más poderoso que el drenaje. Es... vital."
"Esa es la diferencia entre el amor y la mentira," dijo Kael, permitiéndose una pequeña sonrisa de alivio. Retiró la Rosa, envolviéndola cuidadosamente. "Ahora estás restaurada. Pero no estamos lejos de la vigilancia de Lyra."
Kael se puso de pie, su expresión volviendo a ser la de la estratega.
"El mar está a un día de marcha, pero es allí donde ella nos espera. El Reino del Sol tiene una ruta marítima secreta, pero Lyra no es estúpida. Ella sabe que nos dirigiremos al agua. No enviará más Guardias de Ébano. Ella vendrá sola, con su poder total, porque el Cristal Central de Áuryn le dará la ventaja que necesita en el mar."
Elara sintió un escalofrío que no era de frío. La confrontación final se acercaba.
"Elara," dijo Kael, sus ojos fijos en el horizonte. "Cuando lleguemos al mar, tendremos que hacer una última Transferencia Catalizadora para darte la fuerza necesaria para el enfrentamiento. Pero no podremos usar el beso. Tendrá que ser un ancla mental, bajo el agua, donde su magia es más débil, y la tuya, protegida."
Elara se levantó, sintiendo el poder vibrar en sus venas. Ya no era la Prisionera de Oro. Era la Consecuencia. Y estaba lista para la guerra.
"Entonces vamos al mar, Kael," dijo Elara, con el rostro firme. "Lyra tendrá que enfrentarse no a la mártir que espera, sino a la verdad que ha despertado."