El sol se había puesto, cubriendo las Tierras del Olvido con un manto de terciopelo frío y salpicando el cielo de estrellas afiladas. El aire era pesado con la humedad que anunciaba la cercanía del mar, su destino y su inevitable campo de batalla.
Kael había encontrado un refugio temporal en un pequeño cañón, lejos de cualquier rastro o línea de visión. Elara encendió el farol de cuarzo, su luz suave ya no era la única fuente de brillo. En sus manos, podía invocar un halo dorado, su Transferencia Revertida lista para ser usada.
Habían comido su última ración de pan y carne seca. El silencio no era de incomodidad, sino de la comprensión total que había crecido entre ellas.
Kael rompió el silencio, su voz baja. "El plan no ha cambiado. Mañana, antes del amanecer, llegaremos a la costa. Lyra estará allí. La Transferencia Catalizadora final debe ser bajo el agua, donde su conexión con el Cristal es más débil y tu poder es más puro. Necesitas toda la fuerza que puedas conseguir."
"No hablemos del plan," dijo Elara, dejando el farol a un lado. Ella se acercó a Kael. "Mañana, una de nosotras, o ambas, podríamos no salir de ese mar. No quiero que el último recuerdo sea una estrategia. Quiero la Verdad bajo las Estrellas."
Elara se sentó junto a Kael, tan cerca que su hombro rozaba el de la Infiltrada.
"Kael," continuó Elara, mirando las estrellas, que en las Tierras del Olvido parecían estar a su alcance. "¿El Beso Catalizador...? Fue un acto de magia, lo sé. Pero cuando te separaste, vi en tus ojos la verdad que habías intentado ocultarme. No era solo lealtad. Ni era solo la misión."
Kael suspiró, un sonido áspero. Se giró para encarar a Elara, dejando caer el último vestigio de la máscara de la Infiltrada.
"Mi verdad es compleja, Elara," Kael confesó. "Fui entrenada para ver la emoción como una debilidad. Cuando te conocí, eras un objeto sagrado. Pero cuando te vi bajo la luz del Espejo de Plata, lista para aceptar la muerte por una mentira, mi deber se rompió. Mi misión era rescatar a la Consagrada; mi corazón decidió salvar a la mujer. No fue un acto de amor romántico en el sentido de los cuentos de hadas. Fue un acto de entrega total, una promesa de que mi vida valía menos que la tuya."
Kael tomó la mano de Elara, su contacto era ahora tan familiar como respirar.
"Pero ahora," continuó Kael, su mirada intensa, "después de la travesía, después del primer Beso Catalizador, después de la Rosa de Cristal... sí. Si sobrevivimos a esto, la verdad es que quiero pasar mi vida contigo. No como aliada, sino como... mi ancla."
Elara sintió que las lágrimas se acumulaban, no de tristeza, sino de la abrumadora belleza de esa promesa. En el Reino de Áuryn, el amor era un precio. Aquí, era una ofrenda.
"Mi verdad es más sencilla," dijo Elara, recostando su cabeza en el hombro de Kael. La sensación era el más puro de los refugios. "Yo no sabía lo que era el amor hasta que estuviste dispuesta a morir para que yo viviera. Si Lyra nos mata mañana, quiero que sepas que el último pensamiento de la Consagrada no será la redención de Áuryn, sino la vida que me diste en este hombro."
Kael no dijo nada. Simplemente inclinó su cabeza y besó suavemente la coronilla de Elara, un gesto que valía más que mil promesas.
"Sobreviviremos, Consagrada," susurró Kael. "Y reconstruiremos ambos reinos, uno basado en la Transferencia Voluntaria. Lo haremos juntas."
Se quedaron así, unidas por la promesa hecha bajo las estrellas. El descanso fue breve, el amor absoluto.