Elara fue alojada en un ala de invitados de mármol pulido y cristal. La habitación era vasta y lujosa, adornada con tapices de seda dorada que representaban victorias militares del Reino del Sol. Era una prisión de exquisito diseño, una jaula de plata diseñada para sofocar el espíritu.
La noche cayó sobre la Ciudad de Mármol, y el silencio que inundó la habitación era más profundo y vigilante que el de la Torre de Áuryn. Lyra había usado el miedo y el dolor; el Consejo del Sol usaba la cortesía y la vigilancia.
Elara no podía dormir. Cada minuto que pasaba, Kael era sometida al frío interrogatorio de su propia gente, mientras el tatuaje de la Runa de Seguimiento la hacía vulnerable.
"No voy a esperar a la audiencia," se prometió Elara.
Se levantó de la cama, descalza sobre el mármol frío, y caminó hasta el centro de la habitación. Con un profundo aliento, invocó su poder.
La Transferencia Revertida respondió al instante. Un halo de fuego lento y dorado rodeó sus manos. El calor era vital y puro, un contraste ardiente con la frialdad opresiva del mármol. Este era su Fuego Nocturno, la única cosa en esta ciudad que no pertenecía al Consejo.
Elara se concentró. Sabía que no podía desactivar la Runa de Seguimiento físicamente, pero tal vez podría establecer un puente mental a través de la Transferencia. Cerró los ojos y buscó el ancla: el lazo de entrega total que compartía con Kael.
El poder dorado de Elara se extendió por las paredes, más allá de la Ciudad de Mármol. No buscaba una ubicación, sino una esencia. Siguió el rastro del agotamiento y el sacrificio que había sentido en Kael.
Lo encontró. No en un mapa, sino en una pequeña cámara fría, donde Kael estaba sentada, el rostro pálido y el cuerpo rígido. El interrogatorio había sido político y cruel, buscando la confesión de traición.
Kael.
Elara proyectó su voluntad a través del ancla. No palabras, sino pura fuerza. El Fuego Nocturno dorado envolvió la mente de Kael.
Kael, al sentir el calor repentino y puro de Elara, abrió los ojos. Un pequeño temblor recorrió su cuerpo. Vio la imagen mental de Elara, radiante y protectora. La conexión no fue invasiva; fue un recordatorio del Juramento.
Aguanta. No cedas. Yo te protegeré. Sobrevive.
Elara sentía el alivio de Kael, la aceptación de la Transferencia. Estaba alimentando el escudo mental de Kael desde la distancia, demostrando que su poder no tenía límites geográficos. La Transferencia Voluntaria se había convertido en un sistema de apoyo mutuo.
Pero justo cuando la conexión se hacía más fuerte, Elara sintió una tercera presencia. No era el drenaje corrosivo de Lyra, sino un poder vasto, frío y altamente disciplinado, como el hielo. Era magia solar pura, pero utilizada para la vigilancia y el control.
La Alta Comandante.
Una barrera invisible y glacial se interpuso entre Elara y Kael. La conexión se cortó con una violencia repentina.
Elara abrió los ojos, jadeando. El fuego dorado se extinguió en sus manos.
La puerta de su habitación se abrió sin previo aviso. De pie en el umbral, con un uniforme de la Guardia del Sol adornado con runas de poder, estaba la madre de Kael: La Alta Comandante Sorina.
Su rostro era una réplica más antigua y endurecida del de Kael. Sus ojos no eran grises, sino de un azul tan claro que parecían cortar el aire.
"Un espectáculo impresionante, Consagrada," dijo Sorina, su voz resonando con autoridad. "Usas tu poder sin permiso. Y has intentado interferir en un interrogatorio de la Guardia del Sol. Mi sospecha se confirma: no eres una aliada. Eres una amenaza para mi hija y para este Reino."
Sorina dio un paso dentro. "Mañana, en el Consejo, te enfrentarás a la ley. Pero esta noche, te enfrentarás a la verdad: si lastimas a mi hija, la luz de este reino te consumirá."
Elara se enfrentó a la madre de Kael, sintiendo que había fallado en su primer movimiento. La Ciudad de Mármol había revelado su frío guardián.