La audiencia se celebró en el Gran Hemiciclo de Veridian, un anfiteatro circular de mármol que brillaba bajo la luz canalizada del sol. En el centro, se erigía el estrado del Consejo del Sol, un círculo de doce sillones ocupados por los líderes políticos y militares del Reino.
Elara entró sola. No se le permitió ni una palabra con Kael.
Presidiendo la mesa estaba la Alta Comandante Sorina, madre de Kael, cuya frialdad era una armadura más impenetrable que cualquier acero. Ella abrió el proceso con una voz que era puro hielo.
"Consagrada de Áuryn, te presentas ante el Consejo sin el Códice Sagrado que prometimos obtener. Y peor aún, tu protectora, la Comandante Kaelen, ha perdido su capacidad de Desactivación. Tu presencia ha costado a este Reino un arma estratégica vital."
"Yo soy el arma, Alta Comandante," replicó Elara, sin inmutarse, su voz resonando en el vasto hemiciclo. "El Códice es solo papel. Yo soy la prueba viviente de la Transferencia Revertida y la clave para la paz."
Un anciano del Consejo, el Ministro Tatius, se inclinó. "La paz no es viable. Áuryn es el enemigo. Tu poder es demasiado peligroso; debe ser estudiado, y luego contenido. Te usaremos como un símbolo para convocar a la guerra."
Elara sintió la presión política, más asfixiante que la magia de Lyra. Si aceptaba ser un símbolo de guerra, se convertiría en otra clase de prisionera. Recordó su promesa a Kael: la verdad era el único camino.
"Ustedes hablan de guerra para obtener recursos y venganza. Pero yo no he venido a hablar al Consejo," declaró Elara, girándose hacia las gradas superiores del hemiciclo.
Elara había notado que, aunque los escaños del Consejo eran imponentes, las gradas superiores estaban llenas de ciudadanos comunes de Veridian: estudiantes, comerciantes, soldados de bajo rango. Eran La Voz del Pueblo.
"Ciudadanos de Veridian," comenzó Elara, y en ese momento, invocó su poder.
No desató el Halo Dorado en una explosión. En su lugar, permitió que la luz fluyera solo en su voz. Elara no los dominó, sino que los conectó a su verdad. Su voz se volvió clara, resonante y libre de todo artificio.
"Durante toda mi vida fui entrenada para morir por una mentira. Fui la Prisionera de Oro de Áuryn, destinada a ser drenada para un falso poder. El Consejo de Áuryn nunca me escuchó; solo querían mi vida."
La magia de la Transferencia Revertida ahora estaba activa. No era una amenaza para la gente, sino un faro de honestidad.
"La Comandante Kaelen de la Guardia del Sol pagó un precio terrible para liberarme. Ella sacrificó su defensa para demostrarme que hay un poder más fuerte que la codicia: el sacrificio voluntario y la verdad. Ahora, el Consejo de Áuryn ha caído en el caos. Si el Reino del Sol ataca ahora, solo se repetirá el ciclo de sangre y mentiras."
Elara elevó la voz, manteniendo el contacto visual con las gradas.
"Yo propongo la Redención de Áuryn. Que yo regrese, no como general de guerra, sino como la mensajera de la verdad. Que use mi poder no para luchar contra la gente, sino para liberar a los Consagrados restantes de la mentira del drenaje. Ustedes me trajeron como un arma. Yo me ofrezco como un puente."
El silencio fue absoluto. El Consejo estaba furioso, pero la Voz del Pueblo había hablado por primera vez. Un murmullo se extendió por las gradas, un murmullo de esperanza y asombro.
El Ministro Tatius golpeó la mesa. "¡Silencio! Esto es traición a la ley."
Pero Sorina, la Alta Comandante, alzó la mano. Miró a Elara con una intensidad que no era de odio, sino de un profundo análisis estratégico. Elara acababa de hacer un movimiento maestro.
"Elara, la Consagrada Redentora," dijo Sorina, su voz volviendo a ser helada. "Tu demostración de oratoria es poderosa. Pero la desobediencia de mi hija y el riesgo que has traído no será perdonado tan fácilmente."
Sorina golpeó la mesa, su voz resonando con autoridad. "Acepto tu plan. No habrá guerra, sino la misión de Redención. Pero Kaelen de la Guardia del Sol no será liberada. Su castigo será ser tu sombra. Ella viajará contigo, bajo vigilancia constante, hasta que la misión se complete. Si fallas, ambas pagaréis el precio de la traición."
Elara asintió, su corazón latiendo con esperanza. No era la libertad, pero Kael estaba viva, y la misión de la verdad continuaría.