La liberación de Kael fue un evento formal. Un solo guardia la escoltó de vuelta a los aposentos de Elara. La puerta se cerró con un clic que sonó alarmantemente final, pero Kael inmediatamente señaló las esquinas superiores de la habitación.
"Magia de vigilancia. Sensores de sonido y luz solar concentrada," susurró Kael, su voz tensa. "Sorina no confía en ti. Y ahora, no confía en mí."
Elara se acercó a ella, conteniendo el impulso de abrazarla. Kael estaba bajo control, pero a salvo. Era todo lo que importaba.
"Lo conseguiste. La misión de Redención está en marcha. No habrá guerra," dijo Elara.
Kael asintió, pero no había alegría en sus ojos. "Es una trampa política, Elara. Mi madre sabe que te quiero. Sabe que soy tu ancla. Al hacerme tu 'sombra', nos ha forzado a un juego donde mi vida es la garantía de tu obediencia."
Kael se giró, y se recogió el cabello sobre el hombro. En la nuca, el minúsculo tatuaje de la Runa de Seguimiento de Sorina brillaba con una luz negra intermitente, como un corazón maligno latiendo.
"El Curandero no podía tocarla. Está anclada con la magia solar más antigua del Consejo, la de mi madre. Si detecta cualquier acto de desobediencia o si intento desmantelarla, me mata," explicó Kael.
"No, Sorina no te matará," replicó Elara. "Ella te vaciará. Te dejará como una Consagrada de Áuryn, un símbolo de tu propia traición. Por eso te la puso."
Elara sentía la desesperación. Kael estaba viva, pero su vida era ahora el fusible de una bomba mágica.
"Tenemos que desactivarla. Ahora," dijo Elara, con una determinación inquebrantable. "No tenemos privacidad, pero tenemos la Transferencia."
Kael negó con la cabeza, sus ojos grises llenos de miedo por Elara. "Es demasiado arriesgado. Si ella detecta mi debilidad, o tu poder intentando forzar la cerradura, activará la runa. No puedes arriesgar la Transferencia Revertida en esto."
"La Transferencia no es un arma. Es una curación. Y tú eres mi ancla; sin ti, mi poder no tiene propósito," dijo Elara.
Sin dar tiempo a Kael a protestar, Elara se acercó. Sabía que cualquier contacto físico prolongado podría alertar a Sorina. Tenía que ser rápido, intenso y absoluto.
Tomó el rostro de Kael entre sus manos. Sus labios se encontraron en el centro de la habitación, una audacia sin igual, sabiendo que cada movimiento era grabado por la fría magia de vigilancia.
El Beso Catalizador se convirtió en el Beso de la Curación.
Elara canalizó la Transferencia Revertida no como una inundación, sino como un rayo dorado y fino. Su poder purificado era la antítesis del control; era la libertad. El Secreto Compartido no era su amor, sino la verdad de su magia unida.
El haz dorado viajó por el cuerpo de Kael, directamente hacia la Runa de Seguimiento.
Al tocarla, Elara sintió la resistencia de Sorina: un escudo de hielo y disciplina, la voluntad de una Comandante. El poder de Elara no pudo destruir la runa, pero la envolvió, limpiando su suciedad mágica.
Kael se estremeció. No era dolor, sino una sensación de ruptura. El aura negra y acechante de la runa se debilitó, su luz intermitente se volvió casi invisible.
Se separaron, ambas jadeando.
"¿Funcionó?" preguntó Kael, con los ojos muy abiertos.
Elara tocó la nuca de Kael. La runa seguía allí, pero estaba silenciada. "La magia de Sorina sigue anclada, pero tu conexión con ella se ha debilitado. Ella no puede activarla remotamente. Hemos comprado tiempo."
Kael sintió el poder de Elara fluyendo bajo su piel, un recordatorio constante de su vida y de su juramento.
"Gracias a tu Fuego Nocturno, ahora sé la verdad," susurró Kael, mirando las esquinas vigiladas. "El plan de Sorina no es la Redención. El plan de mi madre es que te infiltres, y luego que tú y yo muramos juntas en el continente de Áuryn, para forzar la guerra. Debemos ir a Áuryn, pero para desmantelar ambos reinos, no solo el de Lyra."
Elara sonrió. Su corazón ya no sentía miedo, solo la electricidad de la conspiración compartida. "Entonces, Comandante Kaelen, nuestra misión acaba de cambiar. Debemos liberar a Áuryn, engañar al Reino del Sol, y sobrevivir juntas."