La partida estaba programada para la medianoche, lo que les daba a Kael y a Elara unas pocas horas de relativa "libertad" dentro de los cuarteles de la Guardia del Sol. El tiempo era crucial para el Juego de Máscaras.
Se reunieron en el almacén de suministros logísticos, un lugar que Kael conocía palmo a palmo. Un hombre corpulento y de mirada cansada, el Capitán Darío, les esperaba. Darío era uno de los pocos leales restantes de Kael, un oficial que valoraba la verdad por encima de la política de la Corte.
"El equipamiento está listo, Comandante," informó Darío a Kael en un susurro. "Pero mi equipo no cree en la 'Redención'. Creen que es una trampa. No creen en la Consagrada."
"No tienen que creer en mí, Capitán," intervino Elara. "Solo tienen que creer en la Comandante Kaelen. Ella sigue siendo su líder."
Kael se dirigió a Elara y sacó una caja de la estantería. Contenía una túnica de viaje de lana oscura y un capote con capucha, ropa práctica para el continente.
"El juego de máscaras comienza aquí, Elara," dijo Kael, sus ojos grises llenos de estrategia. "Para la Guardia, tú eres la 'Redentora Silenciosa': piadosa, pero controlada por mí. Para Áuryn, eres la 'Traicionera de Sangre', pero con un nuevo poder aterrador. Debemos proyectar ambas cosas."
Elara se quitó la ropa de la Ciudad de Mármol. Kael no le dio tiempo a pensar; de un bolso de suministros sacó un set de tinturas naturales.
"Tu apariencia debe cambiar. La piel de Áuryn no debe brillar tanto," explicó Kael.
Mientras Kael aplicaba una tintura oscura a la piel de Elara para atenuar su brillo dorado, Elara aprovechó la cercanía para hablar del Secreto Compartido.
"¿La runa?" preguntó Elara en voz muy baja.
"Dormida," susurró Kael, sintiendo el leve calor de la conexión de Elara. "El Beso de la Curación funciona, pero no me protege del ataque físico, solo del drenaje a distancia de Sorina. Sigue activa, Elara. El peligro es real."
Kael se separó, mirándola a los ojos. "Ahora, la parte más difícil del juego."
Kael tomó un trozo de cuarzo de su kit, lo calentó con un toque de su magia residual, y lo talló en una forma rudimentaria. Lo colgó de una delgada cadena y se lo entregó a Elara.
"Esto es un Ancla Falsa," explicó Kael. "Está imbuido con la última parte que me queda de mi magia de Desactivación. Si estamos separadas y necesitas anclar tu Transferencia, úsalo. No te dará mi fuerza total, pero proyectará suficiente poder para que el enemigo crea que mi magia de Desactivación sigue intacta. Es la máscara que me protege de la Reina."
"Y yo," dijo Elara, tomando la túnica oscura. "Voy a llevar la máscara de la Sombra de Kael. Silenciosa, obediente, lista para el sacrificio. Les daré exactamente el símbolo que Sorina quiere ver."
Elara se puso la túnica oscura. Su figura, antes radiante, se volvió sombría. La Rosa de Cristal de su poder estaba ahora oculta bajo capas de conspiración. Kael asintió con aprobación.
"La hora ha llegado. El barco nos espera en el muelle de contrabando," dijo Kael. "El último desafío es la salida."
Mientras Kael abría la pesada puerta del almacén, se encontraron con el Comandante Varen, que estaba de pie en el pasillo, con una sonrisa fría.
"Pensaste que no vendría a despedirme, prima," dijo Varen, sus ojos escaneando a Kael y luego a la figura oscura de Elara. "Asegúrate de que la Consagrada no te arrebate nada más. El poder puede ser seductor. Si fracasas, nos aseguraremos de que el castigo sea ejemplar, para ambas."
Kael miró a su primo, con la barbilla en alto. "Mi juramento no está contigo, Varen. Mi juramento es con la Verdad. Y la verdad, querido primo, siempre encuentra su camino a la luz."
Kael tomó a Elara del brazo y se alejaron, dejando a Varen solo en el pasillo. Habían salido de la Ciudad de Mármol, pero su Juego de Máscaras acababa de empezar.