Labios Sangrientos

Capítulo 37

La noche en Puerto Celeste era fría y ruidosa, llena del choque de armaduras y el grito de las gaviotas. Kael y Elara se movían por las sombras del muelle, dos siluetas oscuras contra el brillo de las farolas militares. La infiltración era pura tensión: cada paso era un acto de traición.

​Kael lideraba con una precisión escalofriante, su conocimiento de los códigos de seguridad del puerto era perfecto. Elara, actuando como su sombra silenciosa, sentía el pulso de la magia militar: guardias con el Sol grabado en sus guantes, rondas de patrulla protegidas por sellos de alarma mágica.

​"El calabozo está bajo el edificio principal de logística," susurró Kael, usando un viejo código de acceso para abrir una compuerta de drenaje. "Los sellos mágicos son débiles, pero los físicos son trampas mortales. Yo me encargo de la cerradura. Tú, de la magia."

​Llegaron a una bóveda de acero reforzado. Kael se puso manos a la obra, sus dedos expertos trabajando en los mecanismos antiguos de la cerradura con la Daga del Sol. Era la Espada contra la cual ella había jurado.

​Mientras Kael se concentraba, Elara sintió un cambio en el aire. La energía a su alrededor se condensó.

​"¡Kael, alarma mágica!" siseó Elara.

​Un Centinela Solar, un guardia de élite con una armadura dorada, apareció repentinamente en la esquina. No vio a Elara en la oscuridad, pero detectó el pulso de magia residual de Kael. El Centinela no dudó: desató un rayo de fuego solar puro y concentrado.

​Kael no tuvo tiempo de invocar la Defensa de la Verdad. Estaba atascada con la cerradura y la cerradura era su prioridad.

​"¡Ahora, Elara!" gritó Kael.

​Elara se lanzó hacia Kael, sin pensar. La explosión de fuego solar se acercaba.

​En lugar de usar la Curación de Esencia para detener al Centinela, Elara usó su cuerpo como un canal. En el instante en que el fuego solar de Centinela impactó, Elara desató la Transferencia Revertida directamente hacia la espalda de Kael.

​No fue un escudo de Kael. Fue la fusión.

​La energía pura de Elara envolvió a Kael, y el golpe del fuego solar fue absorbido no por una barrera, sino por El Lazo Irrompible que las unía. La Sagrada Transferencia las convirtió en un solo ser. El fuego solar se disolvió en una niebla blanca y el Centinela, al ver que su magia era neutralizada al contacto, se quedó paralizado.

​Elara se separó de Kael. Estaban ilesas. El Centinela, asustado y confundido, no huyó ni atacó.

​"¡Curación de Esencia, rápida!" ordenó Kael, volviendo inmediatamente a la cerradura, sin pestañear.

​Elara extendió la mano y apuntó al Centinela. Un pulso concentrado de Curación de Esencia lo golpeó. El Centinela se desplomó, libre de su fervor militar.

​Kael suspiró, el último clic de la cerradura resonando con un eco. "Si te hubieras defendido a ti misma, no habríamos tenido tiempo. Pero al usar tu poder para protegerme, activaste la fusión total. El Lazo Irrompible."

​"Funcionó porque tú confiaste en mí para ser tu escudo, Kael," respondió Elara, con el corazón latiendo con una mezcla de miedo y euforia.

​La bóveda se abrió. En el interior, había un calabozo pequeño con una mesa de planificación. Sobre la mesa, el pergamino que buscaban: las órdenes codificadas del Consejo del Sol para la guerra.

​Kael lo tomó. Era la prueba: Sorina no había enviado la Misión de Redención para la paz, sino para forzar un conflicto con las fuerzas restantes de Áuryn, con el único objetivo de tomar el control total de los recursos.

​"Elara," susurró Kael, el pergamino en sus manos. "Ahora tenemos la Espada y el Pergamino. La prueba es irrefutable. Hemos expuesto la traición del Reino Enemigo."

​Ambas sabían que habían cruzado el punto de no retorno. Ya no eran dos mujeres, sino el núcleo de una revolución.



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En el texto hay: fantasia épica, romantasy

Editado: 03.10.2025

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