La interrupción del Consejo Secreto por parte de Elara tuvo el efecto deseado: expuso a la Alta Comandante Sorina ante sus propios leales. Pero el precio fue la anulación de toda esperanza de una rendición pacífica.
Sorina no se doblegó; se enfureció.
En la Ciudad de Mármol, Sorina usó su última carta: el Juego del Poder. Convocó a la facción más fanática y disciplinada de la Guardia de Élite, aquellos que consideraban a Kael una traidora y a Elara una amenaza mágica. Su mensaje era simple: "La hereje y la Consagrada son terroristas. Su magia debe ser erradicada. ¡A la Cuenca del Río Carmesí, ahora!"
En el refugio, Kael sintió la oleada de energía militar a kilómetros de distancia.
"Elara, mi madre ya no busca un juicio. Busca una ejecución," dijo Kael, con su mente de estratega alerta. "La Guardia de Élite viene en camino. No vienen para capturar, vienen para destruir."
Elara reunió a los Consagrados liberados. "No lucharemos. Nuestro poder es la curación. Kael, organiza la defensa. Yo me encargaré de la transferencia."
Kael instruyó a los Consagrados, todavía débiles pero resueltos, a formar un semicírculo alrededor de la entrada de la cueva. Su presencia era el cebo y, paradójicamente, el escudo.
"Nuestra defensa será doble," explicó Kael. "Mi Defensa de la Verdad escudará la entrada de la cueva contra la fuerza bruta, y tu Curación de Esencia se usará no solo para desmantelar la magia, sino para exponer la verdad a cada soldado."
La Confrontación FinalLa Guardia de Élite llegó al Río Carmesí al amanecer. El grupo era impresionante: cien de los soldados más fuertes del Reino del Sol, liderados por el Comandante Varen, que ardía con sed de venganza y lealtad.
"¡Kaelen! ¡Sal de ahí! ¡El juego ha terminado! ¡Entréganos a la Consagrada y el Consejo será indulgente!" gritó Varen, su voz resonando sobre las aguas rojas.
Kael salió sola, sin arma, plantándose frente a la cueva. A su lado, Elara se puso de pie, su túnica oscura contrastando con el halo de luz pura que la rodeaba.
"¡La única traición es la tuya, Varen!" replicó Kael. "Tu Alta Comandante quería una guerra para drenar a los dos reinos. Hemos expuesto el Pergamino que lo prueba. El Juego del Poder ha terminado. El pueblo merece la verdad."
Varen levantó su espada. "¡A mí, Guardia! ¡Destruid a la traidora y a la hechicera!"
La Guardia de Élite desató una salva de magia solar disciplinada y destructiva.
Kael actuó al instante. Levantó las manos e invocó a Elara. "¡Defensa, Elara! ¡Ahora!"
Elara canalizó la Transferencia Revertida a través de Kael. La magia se convirtió en un Escudo de la Verdad total: una pared de luz blanca inquebrantable que repelió el ataque solar, haciendo que la energía de la Guardia rebotara inofensivamente.
Varen y los soldados quedaron atónitos. Su magia, que nunca fallaba, había sido anulada.
"¡Adelante, Elara! ¡Exponlos a la verdad!" ordenó Kael.
Elara desató un pulso masivo de Curación de Esencia, extendiéndola más allá del escudo y hacia las filas de la Guardia.
El rayo blanco de la Transferencia no hirió a los soldados; los tocó. Cada soldado sintió la verdad de la magia de Elara: la pureza, la curación, la ausencia de malicia. Sentían el vínculo inquebrantable entre Kael y Elara. El Juego del Poder se transformó en una elección personal.
Los soldados bajaron sus armas, confundidos.
"¡La Curación es real!" gritó un oficial. "¡Es verdad, no un arma!"
Varen intentó un último asalto, un ataque de magia pura y desesperada. Kael, con la Defensa de la Verdad anclada en Elara, bloqueó el golpe y contraatacó con un pulso de luz purificada. Varen cayó, derrotado, pero vivo.
La Guardia de Élite se quedó quieta. Su lealtad a la ley había chocado con la evidencia de la verdad de Elara. El Juego del Poder de Sorina se había desmoronado: no se puede ordenar a la gente que luche contra una magia que sana.
Kael y Elara se acercaron. La batalla había terminado sin una sola espada desenvainada. La revolución había ganado.