Kael partió al amanecer. Aunque había jurado ir sola, Elara se negó a quedarse. "Soy tu ancla, Kael," había insistido Elara, su voz débil pero firme. "Donde vas tú, voy yo. Si me quedo, mi preocupación te distraerá. El Lazo Irrompible nos obliga."
Kael, Elara y el Capitán Darío siguieron el rastro de Varen a través de las rutas marginales del norte. El rastro los condujo a las montañas, donde se erigía el Templo del Sol Olvidado, una antigua estructura usada para ceremonias de purificación.
"Este templo está en un punto de convergencia mágica," analizó Kael. "Varen no va a esconderse; va a amplificar su próximo ataque. Si mi madre está con él, planean algo devastador."
La escalada era traicionera. La debilidad de Elara era evidente. Kael la sostuvo, el terror de que su ancla se rompiera manteniéndola en alerta máxima.
"Si sientes un solo pulso de magia caótica, dime," susurró Kael, sus ojos grises escaneando las runas erosionadas.
La Trampa del MagoAl llegar a la cima, el templo era un laberinto de corredores polvorientos. Kael detectó la firma de Varen en el aire, pero notó algo más: un patrón de runas de drenaje oculto en el suelo que ella no había anticipado.
"¡Es un sello trampa, Elara! ¡Pero es demasiado complejo para Varen!" gritó Kael.
Elara se desplomó contra la pared. "No es solo Varen. Siento la firma mágica de tu madre, Kael. Ella lo activó antes de irse. Es un hechizo de drenaje puro diseñado para romper el alma de la Transferencia."
El sello comenzó a brillar, liberando un miasma mágico que se dirigía directamente a Elara, buscando la pureza de su Curación de Esencia para corromperla.
Kael se puso delante de ella, intentando usar la Defensa de la Verdad, pero la trampa era demasiado sutil; pasaba por debajo del escudo.
"¡Kael, no! ¡Va a matarte lentamente!" gritó Elara.
En ese momento, Elara entendió que no había escapatoria. Si la corrupción alcanzaba a Kael, el Lazo Irrompible se volvería un arma contra ambas.
Elara se soltó de Kael y cayó de rodillas. Con su último aliento, usó la Transferencia Revertida para un único propósito: absorber el miasma del sello trampa.
No fue una curación. Fue un acto de pura, brutal auto-sacrificio. El sello, hambriento de poder puro, se cerró sobre Elara.
El miasma desapareció, neutralizado. Pero Elara gritó, una nota de dolor tan intensa que rompió el silencio de las montañas. El poder la había devastado.
"¡La hechicera ha caído! ¡El ancla se ha roto!"
Elara se quedó flácida, la luz de la Transferencia se extinguió por completo. La Caída de la Sacerdotisa había sido completada.
El Voto de VenganzaKael, con el corazón desgarrado y la Defensa de la Verdad desaparecida, se arrodilló junto a Elara. Estaba viva, pero totalmente inconsciente y sin magia.
"¡Varen!" rugió Kael, sintiendo el dolor del miasma residual de la Transferencia.
Darío, que había asegurado la retaguardia, llegó corriendo. "Comandante, tenemos que irnos. ¡La magia de Elara está agotada!"
Kael miró el pasaje que conducía al resto del templo. Vio una figura fugaz desaparecer en el corredor: Varen.
Kael se levantó. Su rostro, bañado por el sudor, era el de una fugitiva con una misión única. La estrategia había fallado. El amor había sido la carnada.
"Darío, saca a Elara de aquí. Llévala al escondite más seguro que conozcas. Protégela. No uses la magia, solo la fuerza," ordenó Kael, con una voz que era acero puro.
Kael tomó la Daga del Sol y la apretó con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
"Este es el final de la piedad. Varen ha roto todos los juramentos. Ahora, sólo queda uno: mi juramento de venganza. Lo cazaré hasta que pague el precio. No como Comandante, sino como la Fugitiva que soy."
Kael se adentró en el corredor oscuro del Templo del Sol Olvidado, sin escudo, sin magia. Solo con su ira y su habilidad.