El sol de la mañana se filtraba tímidamente entre las cortinas de la habitación de Marinette, pintando franjas doradas sobre su escritorio atestado de bocetos y telas. Normalmente, ese era el preludio de un día lleno de energía, de ideas bullendo en su cabeza y la compañía constante del pequeño kwami rojo, Tikki. Pero hoy, el silencio era ensordecedor. Un silencio pesado, cargado de la ausencia de su amiga, su confidente, su fuente de poder.
Marinette se removió en la cama, sintiendo el peso de la manta como si fuera una armadura de plomo. La noche anterior, la batalla contra el nuevo villano había sido devastadora. No solo habían perdido, sino que, en el caos del enfrentamiento, el Miraculous de la Mariquita se había deslizado de sus manos, desapareciendo en el laberinto de callejones parisinos.
Se levantó con lentitud, arrastrando los pies hasta el espejo. Su reflejo la miraba con ojos cansados, ojeras marcadas y una expresión de profunda tristeza. Sin Tikki, era solo Marinette Dupain-Cheng, una adolescente torpe y propensa a los tropiezos. La heroína valiente y decidida que luchaba contra el mal se había desvanecido con la pérdida del Miraculous.
El desayuno fue un ejercicio de automatismo. Bajó a la panadería, saludó a sus padres con una sonrisa forzada y se sirvió un croissant. El aroma dulce y reconfortante del pan recién horneado no lograba aliviar la opresión en su pecho. Normalmente, Tikki revolotearía a su alrededor, ansiosa por un trozo de galleta, llenando el aire con su alegría contagiosa. Ahora, solo había un vacío doloroso.
En el camino a la escuela, cada sonido, cada imagen, le recordaba su pérdida. Un gato negro cruzando la calle le trajo a la mente a Chat Noir, su compañero de batallas, ahora vulnerable como ella. Un anuncio de Ladybug en un autobús la hizo estremecerse. ¿Cómo podría enfrentarse a la vida cotidiana, sabiendo que París estaba desprotegida?
La escuela fue una tortura. Alya, su mejor amiga, notó de inmediato su abatimiento.
—¿Estás bien, Marinette? Te veo rara.
Marinette tragó saliva, luchando por mantener la compostura. ¿Cómo podía explicarle a Alya que había perdido su Miraculous, que era Ladybug y que ahora se sentía completamente inútil?
—Solo… no dormí bien —mintió, evitando su mirada.