El vacío que Ladybug había dejado en París era palpable, un silencio ensordecedor que resonaba entre los tejados y las calles. La gente, acostumbrada a la seguridad que la heroína de lunares les brindaba, se sentía desprotegida, vulnerable ante la amenaza constante de Hawk Moth. La esperanza, como una llama vacilante, amenazaba con extinguirse.
Pero la naturaleza aborrece el vacío, y pronto, una nueva fuerza emergió para llenar el hueco dejado por Ladybug. No eran héroes con Miraculous, ni seres mágicos con poderes ancestrales. Eran… cazafantasmas.
Se hacían llamar Ghostforce. Un equipo de tres jóvenes, armados con tecnología de punta y una actitud implacable, que se dedicaban a erradicar las manifestaciones fantasmales que, inexplicablemente, habían comenzado a proliferar en la ciudad. Liv, el cerebro del equipo, una genio de la informática con una melena rosa que desafiaba la gravedad, era la encargada de rastrear y analizar las anomalías. Andy, el musculoso y confiado, era el encargado de la contención física, blandiendo un cañón de protones con una sonrisa arrogante. Y Drake, el estratega silencioso, un ninja urbano con un arsenal de gadgets y una mirada penetrante, se encargaba de la infiltración y el reconocimiento.
Su primera aparición fue espectacular. Un fantasma de energía pura, capaz de manipular la electricidad, estaba sembrando el caos en la Torre Eiffel, dejando a oscuras media ciudad. La policía, impotente, intentaba contener a la multitud aterrorizada. Entonces, como un rayo, Ghostforce irrumpió en la escena.
Liv, desde su furgoneta equipada con pantallas y sensores, dirigía la operación con precisión milimétrica. "Andy, ángulo de ataque 30 grados. Drake, flanquea por el este. ¡Cuidado con la sobrecarga!"
Andy, sin dudarlo, disparó su cañón de protones, un haz de energía que impactó de lleno contra el fantasma, haciéndolo retroceder con un chillido agónico. Drake, aprovechando la distracción, se deslizó entre los cables y las estructuras metálicas, lanzando pequeñas bombas de contención que inmovilizaron al espectro.
En cuestión de minutos, el fantasma fue capturado y confinado en un contenedor especial, dejando a la multitud boquiabierta. Los aplausos resonaron en la noche parisina. Ghostforce había salvado el día.
Los medios de comunicación se hicieron eco de su hazaña. "¡Nuevos héroes en París!", "¡Ghostforce al rescate!", "¿El fin de los fantasmas?". Los tres jóvenes se convirtieron en celebridades de la noche a la mañana, acaparando portadas y entrevistas. La gente, desesperada por un rayo de esperanza, los acogió con los brazos abiertos.