El combate comenzó. Chat Noir, reacio a usar toda su fuerza contra Marinette, se limitaba a defenderse, intentando razonar con ella, intentando despertar a la Marinette que conocía y amaba. Pero Lady Misfortune era implacable, sus ataques cada vez más feroces y destructivos.
Mientras tanto, en el cuartel general de Ghostforce, Liv, Andy y Mike observaban la escena en sus pantallas. La destrucción causada por Lady Misfortune era innegable, y la presión para actuar era cada vez mayor.
"Tenemos que intervenir," dijo Liv, con el rostro tenso. "Esta akumatizada está fuera de control."
"Pero, ¿y Chat Noir?", preguntó Andy. "Parece que está intentando razonar con ella."
"No tenemos tiempo para sutilezas," respondió Mike, con su habitual tono pragmático. "Esta es una amenaza para la ciudad. Tenemos que neutralizarla, cueste lo que cueste."
A pesar de las dudas de Liv y Andy, el equipo Ghostforce se preparó para entrar en acción. Sus métodos, a menudo agresivos y poco ortodoxos, contrastaban fuertemente con el enfoque más compasivo de Ladybug y Chat Noir. Pero en esta situación desesperada, parecían ser la única esperanza que le quedaba a París.
La batalla entre Chat Noir y Lady Misfortune continuaba, cada golpe, cada esquiva, un recordatorio doloroso de la amistad que se había roto. Justo cuando Chat Noir comenzaba a perder la esperanza, una ráfaga de energía ectoplásmica lo golpeó, enviándolo a volar contra un muro.
Ghostforce había llegado.
"¡Apartaos, Chat Noir!", gritó Liv. "Nosotros nos encargaremos de esto."
Chat Noir se levantó, aturdido y confundido. "¡No! ¡No la lastiméis! Hay una forma de salvarla."
Pero Ghostforce no escuchó. Se lanzaron contra Lady Misfortune, desatando una andanada de ataques de energía. Lady Misfortune, sorprendida por la repentina agresión, se tambaleó hacia atrás.
La situación se había vuelto aún más complicada. Chat Noir, dividido entre su lealtad a París y su amor por Marinette, se encontraba atrapado en medio de una batalla entre dos fuerzas poderosas, ambas con sus propias ideas sobre cómo salvar la ciudad.
París, mientras tanto, se hundía cada vez más en la oscuridad, víctima de la mala suerte y la desesperación. La esperanza, como una vela parpadeante en la tormenta, amenazaba con extinguirse por completo.