El viento aullaba entre los tejados de París, un lamento que parecía reflejar la desesperación que consumía a Adrien. Agazapado en la cornisa de un edificio, con el traje de Chat Noir empapado por la lluvia, observaba la ciudad sumida en el caos. Lady Misfortune, su Marinette, era la causante de todo. Y él, Chat Noir, se sentía completamente impotente.
Había intentado razonar con ella, apelar a la Marinette que conocía y amaba, pero la oscuridad de Hawk Moth la había envuelto por completo. Cada palabra, cada gesto de cariño, se estrellaba contra un muro de resentimiento y poder akumatizado.
Suspiró, sintiendo el peso del Miraculous en su dedo. ¿De qué servía tener el poder de la destrucción si no podía destruir la influencia que consumía a la chica que amaba? Necesitaba el Miraculous de Ladybug, la creación, la purificación. Sin él, París estaba condenada, y Marinette… Marinette estaba perdida.
Se deslizó por el tejado, aterrizando suavemente en un callejón oscuro. La transformación comenzaba a desvanecerse, la energía de Plagg menguando. Necesitaba recargar, pero no podía permitirse el lujo de volver a casa. Su padre lo interrogaría, notaría su angustia. No podía arriesgarse a que Hawk Moth sospechara.
Se apoyó contra la pared fría, cerrando los ojos. Necesitaba un plan, una estrategia, algo más que la fuerza bruta que había estado empleando hasta ahora.
"¿Chat Noir?"
La voz lo sobresaltó. Abrió los ojos de golpe, listo para atacar, pero se detuvo al instante. Frente a él, iluminada tenuemente por la luz mortecina de una farola, estaba Alya Césaire, la mejor amiga de Marinette.
Su corazón dio un vuelco. ¿Cuánto había visto? ¿Cuánto sabía? El pánico amenazaba con paralizarlo.