El mundo de Marinette era un torbellino de sombras púrpura. La voz de Hawk Moth, antes un susurro distante, ahora resonaba con la fuerza de un trueno dentro de su cabeza. Era una voz melosa, persuasiva, que le prometía poder, venganza, la oportunidad de deshacerse de todas las frustraciones que la habían atormentado.
"Ríndete, Lady Misfortune," siseaba la voz, tejiendo promesas de destrucción y control. "Abraza el poder que te ofrezco. Juntos, gobernaremos París."
Pero en el fondo de ese abismo de desesperación, una chispa de Marinette seguía viva. Era una llama pequeña, temblorosa, pero se aferraba con uñas y dientes a la esperanza. Recordaba la risa de Alya, la torpeza adorable de Adrien, la calidez de su familia. Recordaba la responsabilidad que conllevaba ser Ladybug, la promesa de proteger a París, no de destruirlo.
"No..." murmuró Marinette, la palabra apenas audible en el caos de su mente.
La voz de Hawk Moth se burló. "¡Inútil! Ya eres mía. Siente el poder que fluye por tus venas. Úsalo. Destruye."
Lady Misfortune, con los ojos inyectados en un brillo malicioso, levantó una mano. La energía oscura crepitó a su alrededor, lista para desatar una nueva ola de destrucción sobre la ciudad. Pero, dentro de ella, Marinette luchaba. Se aferraba a cada recuerdo positivo, a cada acto de bondad, a cada momento de alegría.
Visualizó a Tikki, su pequeña kwami, su amiga. Recordó su voz suave, sus consejos sabios, su incondicional apoyo. "Tikki..." pensó con desesperación, como si llamara a un faro en la oscuridad.
De repente, una oleada de calor la recorrió. No era la energía oscura y fría de Hawk Moth, sino algo diferente, algo... familiar. Era una sensación cálida, dorada, que emanaba desde lo más profundo de su ser. Era como si una parte de ella que había estado dormida durante mucho tiempo, despertara.
"¿Qué... qué es esto?" se preguntó Marinette, sintiendo que la influencia de Hawk Moth se debilitaba ligeramente.
La voz de Hawk Moth rugió con frustración. "¡Resiste! ¡No puedes resistirte! El poder del akuma es absoluto."
Pero Marinette se negaba a ceder. Se concentró en esa nueva sensación, en esa energía dorada que la inundaba. Era como si el Miraculous, incluso estando ausente, hubiera dejado una huella en su alma, una reserva de poder latente.
Cerró los ojos y se concentró. Visualizó el Miraculous de la Mariquita, su forma, su peso, la sensación de su poder. Y entonces, algo increíble sucedió.
Una luz dorada emanó de su pecho, expandiéndose como una onda de choque. La energía oscura que la rodeaba comenzó a retroceder, como si huyera de una fuente de luz intensa.
"¡Imposible!" gritó Hawk Moth, su voz llena de incredulidad. "¡No puedes controlar ese poder! ¡Es mío!"
Pero Marinette ya no lo escuchaba. Estaba absorta en la sensación de la energía dorada, que la llenaba de fuerza y determinación. Era una energía pura, mágica, que parecía provenir de un lugar desconocido dentro de ella.
En ese momento, Marinette comprendió algo fundamental. El Miraculous no era solo un objeto que otorgaba poderes. Era un catalizador, una llave que abría una puerta a un poder mágico que residía en el interior de cada portador. Un poder que, incluso sin el Miraculous, podía ser despertado.
Con un grito de desafío, Marinette liberó toda la energía dorada. La oscuridad que la envolvía se disipó por completo, dejando a Lady Misfortune temblando, vulnerable, pero con una chispa de esperanza brillando en sus ojos. La lucha interna estaba lejos de terminar, pero por primera vez en mucho tiempo, Marinette sentía que tenía una oportunidad. Había descubierto que, incluso sin Tikki, incluso sin el Miraculous, aún poseía un poder propio, un poder que Hawk Moth no podía controlar. Y ese poder, era la clave para su liberación.