Marzo 7 de 1951.
Transcurrieron dos meses después con una equis marcados en el calendario, como si su vida y la de su hija dependiera de un pedazo de cartón que recortaba el tiempo y los años silenciosamente... lograba martirizarse con los días, las horas y los segundos. Desde el pasado día en el que el renuncio amarla no lograba borrar su recuerdo de su mente, las noches de amor, sus besos en sus mejillas, su sonrisa, sus ojos, su presencia, su ser... evitó que ella le demostrará su sincero amor, un amor incondicional y limpio.
La pequeña Maribel, cada noche antes de dormir le preguntaba a su madre, por que su padre, su héroe… se había marchado sin decir adiós. La respuesta a su pregunta eran las lágrimas silenciosas de Clara; una madre solitaria sin respuesta alguna a la realidad.
…
Al paso de los días, los comentarios sobre la infidelidad y el bochornoso escándalo en pleno centro del pueblo, llegaron a oídos de los niños curiosos de la escuela los cuales con inocencia y arrogancia le confirmaron a Maribel por que su padre la había abandonado.
“Tu padre cambió a tu mamá por una más hermosa". “tu papá ya no te quiere”. “se fue con otra mujer". “las odia". “oí decir a mi mamá que su madre hizo un alboroto en el pueblo” “nadie las quiere”
—Basta, déjenme en paz. —Exclamo Maribel. Con notoria tristeza, salió corriendo de la escuela con su muñeca, por el camino de vuelta a su hogar no lograba calmar su llanto mientras corría, alejándose de los crueles comentarios de sus compañeros. Sin darse cuenta se tropezó con una piedra y se cayó al suelo, dándose un fuerte golpe en las rodillas, a los segundos la sangre empezó a brotar de ellas. Completamente sola… observó la muñeca que la acompañaba, recordó muy bien quien se la había regalado, pero no quería tener nada de aquel que le estaba ocasionando tanto dolor. Se levantó con dificultad, se acercó al abismo cerca de la carretera y con las lagrimas mojando sus mejillas, lanzó a la muñeca al vacío.
Clara esperaba a su hija con ansias, había preparado una sorpresa para ella. Sabia muy bien que le gustaban las galletas con mermelada de mora, un chocolate caliente para el frío y algunas golosinas de frutas tropicales.
Cuando vio llegar a su hija con dificultad, corrió hacia a ella completamente desconcertada.
—¿Qué te sucedió hija, por que vienes así?.
Maribel tenía la mirada caída, mientras su madre la revisaba de pies a cabeza… cuando pudo ver las heridas en sus rodillas le dijo con nostalgia.
—Oh no, hija… te caíste.
Con delicadeza la sentó sobre una piedra y le soplo suavemente las rodillas.
—Ven hija, entremos a casa… tu madre va a curarte.
Maribel levantó la mirada y observo a su madre con indiferencia, Clara se extrañó, pero para su sorpresa aun mayor, fue cuando Maribel le gritó diciendo entre lágrimas.
—No quiero que me cures, no quiero nada de ti.
—¿Qué sucede hija?, ¿Por qué me hablas así?. —Pregunto la madre completamente confundida.
—Eres una mentirosa. —Admitió la niña, con un dolor muy grande en su pecho.
—Dijiste que mi padre volvería, pero eso es mentira… no me dijiste la verdad, la verdad que el se fue con otra mujer.
Clara no supo que responder. Quiso evitar que su hija corriera a su habitación y se encerrara allí, sin que ella le diera una explicación. No lo logró. Ambas se tumbaron en el orillo de la puerta de cada extremo de aquella triste habitación, entre llanto y dolor… por la mentira cometida y la verdad descubierta.
...
Pasaron tres días después en los que Clara tuvo que soportar la indiferencia de su hija… pero esos días le enseñaron también que no debía ocultar una realidad, una verdad… y aunque doliera tanto siempre se debía decir. Antes de que su hija llegara a casa una vez más, recitó las palabras que debía decirle para enmendar la mentira y el por que le ocultó el verdadero rostro de su padre.
Cuando Maribel llegó a casa, Clara la detuvo antes que entrara a su habitación. Y con temor de decir su verdad, le dijo.
—Hija, necesito hablar contigo. Por favor.
Maribel aceptó con una sonrisa. Después de los minutos madre e hija se encontraron observando las frondosas montañas que las rodeaban y Clara empezó a contar su historia mientras la recordaba paso a paso, como si la viviera una vez más.
—No te niego que tu padre y yo nos queríamos de verdad, recuerdo que iba con mucho afán y me tropecé con el, vi en sus ojos vi una bondad linda, una tranquila cálida y un amor sincero. Nos conocimos… salimos al cine, al parque, a las fiestas patronales, a todo lugar. No importaba si era el más feo o el más oscuro, para nosotros era lindo y con luz. Varios meses después, me invitó a cenar, me lleve la grata sorpresa de que había puesto velas y pétalos de rosas en el lugar, dos floreros con claveles rojos estaban puestos a los lados de la mesa, donde allí, nos dimos nuestro primer beso. Pasamos nuestros mejores días, pero si esos días fueron mejores, no se como describir los que siguieron cuando nos enteramos que estabas en mi vientre hija mía. Es algo inexplicable. Nueve meses después, naciste tú… trayendo el doble de paz en nuestras vidas. —Se detuvo por un momento y bajo la mirada y prosiguió diciendo.
—Pero luego esa paz, se convirtió en desesperación. Tu padre había cambiado, ya no era el mismo… se había vuelto frío, indiferente. Una noche llego ebrio a casa… y por que le reclame sobre su estado me golpeó sin piedad. Fue la primera vez y la última, eso pensé, pero me equivoqué. Las noches que seguían y en las que llegaba ebrio me seguía golpeando… tu empezaste a crecer y también empecé a ingeniar como te ocultarla la razón por la cual escuchabas tantos golpes y sollozos en la habitación de tus padres, con la que al día siguiente te daba la explicación más absurda que podría existir y si me lo preguntas, no fue la primer vez que te mentí hija, fue esa y muchas más.
La pequeña Maribel se vio conmovida y triste por el relato de la vida de su madre con su padre, y le preguntó.
—¿Por eso usabas los suéter de lana en pleno verano?. ¿Por eso ocultabas tu rostro algunos días de mi?. ¿Para ocultar las marcas que te hacía mi padre?.
—Así es hija, por esa razón usaba los suéter, por eso ocultaba mi cara de ti por las mañanas, por que no quería que vieras en lo me convertía tu padre.
Las lagrimas de madre e hija se deslizaron por sus mejillas, ambas se abrazaron y se reconciliaron. Diciendo así una verdad dolorosa, que no dejaba de ser la verdad.
…
El tiempo no alcanzo a curar las heridas... pero si, el calendario termino en la basura junto con alguna ropa y dos pares de zapatos que el había dejado en casa. Poco a poco Clara se levantó con mínimas pero nuevas fuerzas, un nuevo y vivo pensamiento invadió su mente haciéndose más fuerte al paso de los siguientes días... termino marzo, abril paso como el viento, mayo como las olas del mar y junio termino por marcar un nuevo comienzo en su vida y en la de su hija.
...
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Editado: 05.11.2023