Lágrimas.

Capítulo 8.

(Verdades contadas, secretos revelados).

Media hora después de lo acontecido, Smith se dirigió a su despacho y tras el iba Claudia sin entender lo que había sucedido, el abrió fuertemente la puerta y se dirigió a remover los mil papeles y archivos que se encontraban en la gaveta izquierda de su escritorio, mientras se decía así mismo con desespero. 
—¡Donde esta!, donde estas maldición. Donde, ¡donde!… 
Claudia completamente desubicada y nerviosa le pregunto. 
—Por favor Smith cálmese un momento y dígame que está sucediendo. 
—Pensé que tu ibas a renunciar. —Dijo el, evadiendo la pregunta de Claudia, la cual su única intensión era ayudar. 
—Por Dios, ya te lo dije… estaré aquí hasta el final. Pero si no me dices lo que sucede no te podré ayudar. 
En ese instante, Smith encontró el expediente que tanto estaba buscando y de inmediato prosiguió a leerlo, detalladamente estudio por unos minutos las características que el con tanto esfuerzo había recolectado del autor del asesinato de su esposa e hija, las leyó en voz baja. Recordó que se las sabia de memoria, pero un buen y último vistazo le proporcionaría una venganza segura. 
—Robusto, cabello negro, estatura de 1.80, piel Blanca… 
Y una característica en especial que lo hizo estremecer de rabia y felicidad, de rabia por que aún aquel asesino seguía con vida y de felicidad por que lo había encontrado... un tatuaje en la muñeca derecha de una rosa enrollada por una serpiente fue la clave para aclarar sus dudas… solo pudo murmurar entre sus labios las palabras. 
—Es el. 
Respiro profundo, miro a su compañera Claudia y le sonrió de repente, ella arrugó la frente al ser testigo del repentino cambio de ánimo de Smith… el camino hacia ella con el documento en sus manos y le dijo. 
—Hoy vamos a celebrar. 
Claudia quedo aún más confundida… y aún más cuando el la tomó de la mano, ella se dejó llevar y juntos caminaron hacia el ascensor de edificio. Al paso de cinco minutos después se encontraron en parqueadero del mismo edificio. 
—Valla, eres muy grandioso. Celebraremos no se que y lo haremos en el parqueadero, genial. —Comento Claudia al ver la poca iluminación del lugar maloliente. 
Smith sin decir nada se acercó al cesto de basura más cercano, sacó su yesquera y le prendió fuego al expediente y lo lanzó allí, mientras lo observaba consumirse por el fuego, encendió un cigarrillo. 
—¿Que carajos estás haciendo?. 
Smith se burló silenciosamente del reclamo de Claudia. 
—¿Acaso estas jugando conmigo, es algún tipo de prueba o que?. 
—Si, estoy jugando. —Respondió Smith con una sonrisa inusual, era la segunda vez que Claudia lo veía sonreír, sus dientes eran blancos y sus labios claramente provocativos decorados con una barba oscura y bien arreglada. Se sentía intimidada de manera especial con aquel hombre… ¿pero que era lo sentía en realidad?... se negaba así misma en creer que ese sentimiento lo sentía su corazón. 
—Claro que estoy jugando, pero estoy jugando mi propio juego. 
—Que disparates dices… vi muy claro que le prendiste fuego a un expediente. Sabes muy bien que eso es un delito, no puedes desaparecer una investigación completa o incompleta cuando te plazca. —Le dijo Claudia a su jefe con notoria preocupación.  
—No te preocupes, lo volví cenizas por que ese expediente era mío y adivina que… en pocos días su principal culpable terminará como su expediente, hecho cenizas. 
Claudia se quedó sin palabra alguna, la confesión de su extraño jefe y posible enamorado la dejó atónita, pero no hubo tiempo de pensar, el una vez más la tomo de la mano y la llevo hacia el automóvil, camino al lugar que ella aún desconocía, con intriga y un poco de temor le preguntó. 
—¿A dónde vamos?. 
—A un lugar… algo, ¿como fue la palabra que me dijiste hace un momento?. —Pregunto. 
—Por favor, no juegues más conmigo. —Suplico Claudia manteniendo la calma. 
—Grandioso. —Smith recordó la palabra dicha por su compañera y continuó diciendo. 
—Algo grandioso. Hoy quiero que me acompañes y disfrutes conmigo de la noche… te daré ese privilegio querida aprendiz mía. Te pido que dejes de ser Claudia esta noche, esa chica inocente, con valores, admirada y… a la mierda… —sonrió y continuó diciendo… 
—Por ejemplo yo dejé de ser Smith, el tipo insoportable, ese soy yo.  
Claudia observó a Smith que entre risa y sarcasmo no lograba ocultar la tristeza en sus ojos, tristeza que aún ella desconocía. 
—¿Soy admirable?. —Pregunto ella con aprecio. 
—¿Quién dijo eso?. —Pregunto el sin importancia. 
—Tu, lo acabaste de decir. 
—Claro lo dije, si eres admirable, sinceramente lo eres. 
—Nunca se me paso por la mente que me lo dirías. —Comento Claudia sin duda alguna. 
—Entonces, pensaste mal. —Respondió el. 
Al cabo de veinte minutos después, Claudia descubrió el lugar al que su jefe la había llevado, era un sitio nocturno de fiesta siendo precisamente a esa hora las 3 de la tarde. 
—¿Es aquí?. —Pregunto ella con notable curiosidad. 
Smith no respondió a la pregunta, de igual manera Claudia concluyó un si, ya que en ese momento Smith caminó hacia al lugar… el celador se hizo frente a ellos y les dijo. 
—Señores no los puedo dejar ingresar, el lugar abre a las siete de la noche y si lo pueden notar son hasta ahora las tres de la tarde. 
—Y quien eres tú para decirme dónde puedo entrar y donde no… —Contesto Smith con arrogancia y de inmediato Claudia intervino diciendo. 
—Hey, Smith… por favor no seas grosero, el señor está haciendo su trabajo, está diciendo que no nos puede dejar entrar, ¿entiendes eso?... claramente por que es una discoteca y abre en las horas de la noche. 
—No me interesa, quiere hablar con el gerente, llámelo. —Ordeno Smith. 
El celador dudosamente tomo el teléfono de la entrada del lugar e hizo una llamada al gerente de la discoteca… dando los datos correspondientes del intenso cliente el señor Smith, luego de casi un minuto después, el celador amablemente dijo. 
—Disculpe Sr. Smith, por el mal entendido… puede seguir, a la hora que usted quiera. 
Claudia claramente se encontró una vez más desconcertada ante el repentino cambio de amabilidad del celador del lugar… sin hacer pregunta alguna, entraron al interior de la discoteca. 
… 
Guillermo y Emer una vez más volvieron a su guarida, luego de que Guillermo se encontrara con su peor enemigo. Completamente exhausto, se quitó el abrigo y lo lanzó con fuerza contra el piso, tomó asiento y mientras miraba fijamente la lámpara de su escritorio pensó en silencio en la manera adecuada de acabar con todos sus obstáculos de una buena vez. 
—Ya que lo viste con tus propios ojos, ¿ahora dime… quien es ese tipo y por qué le tienes tanto miedo?. —Pregunto Emer con notoria curiosidad. 
Guillermo se levantó de la silla y acercándose a Emer lo tomó fuertemente de la camisa y le dijo. 
—Yo no le tengo miedo a nadie, ni al mismo Dios le tengo miedo… así que no hables estupideces. —Luego lo sacudió y lo empujó con fuerza. 
Emer mantuvo el equilibrio y una vez más pregunto. 
—Esta bien, como quieras… ¿pero dime de verdad quién es el?, ambos parecieron como si hubiera visto el diablo. 
—Si, yo vi en sus ojos al diablo y el lo vio en los míos. —Respondió Guillermo con una tranquilidad fingida y continuó diciendo. 
—Somos iguales, con el mismo poder, arrogancia, secretos y… al parecer tendré que contarte todo desde el principio para que me entiendas, ya que si quiero acabar con el honorable señor Smith necesitaré de tu ayuda Emer. 
—Claro jefe, como tú digas. 
Después de un profundo suspiro, Guillermo le confesó a su compañero. 
—Yo maté a la familia de ese hombre y el mato a mis únicos dos parientes que quedaban de mi familia. Era un 24 de septiembre de 1948 a las 11:30 de la mañana, el político a quien íbamos a asaltar entro a la panadería como estaba previsto con un poco más de 100 millones de dólares en una maleta… en ese sitio se encontraba la esposa e hija de Smith, todo iba bien, pero en el momento que ingresamos por la maleta, el miserable político nos sorprendió con un arma y nos aprendimos a bala… la madre y la hija intentaron escapar entre el fuego cruzado pero las alcanzó. Smith llegó en ese momento y me vio a los ojos, tal vez por el pasamontañas no me reconoció, pero yo sí a él y recuerdo el dolor que sintió cuando su familia murió en sus manos, por nuestra culpa. 
Emer quedo sin palabras, Guillermo se sirvió un vaso de agua y bebió un poco, continuando una vez más su relato. 
—Luego de todo, Smith perdió la cordura, su sed de venganza empezó a crecer y a crecer al paso de los días, hasta encontrar a mis dos hermanos los cuales me acompañaron en el robo… los encontró, aprovechó su poder y el poder de desaparecer cualquier persona del sistema… los torturó, los enterró vivos, volvió y los desenterró y luego los mató… a uno de ellos le prendió fuego aún estando vivo. Eso me contaron los dueños del lugar en el cual el llevo acabo su plan. Pensé que estábamos a mano, como en un partido de futbol, dos a dos… yo le quité a su esposa e hija y el a mis dos hermanos… pero hoy me di cuenta que no es así, en sus ojos vi que su venganza aún no a terminado, falto yo. 
—¿Entonces qué haremos?. —Pregunto Emer. 
—Lo que tuve que hacer yo desde un principio, matarlo… antes de que el lo haga primero con nosotros. La maldita mujer que nos metió en todo el lío con el viejo Jacinto puede llegar a Smith y contarle lo sucedido, esa perra nos conoce muy bien, nos complicará más las cosas y más a mi con Smith… es el investigador del caso puede meter las narices donde le de la puta gana. 
Guillermo pensó con notoria claridad y tras una sonrisa comentó entre burla. 
—Ahora que lo pienso el tipo agarró demasiada fuerza. Quien lo iba a pensar, se a vuelto investigador solo con el fin de encontrarme, que gran influencia soy. 
Emer le siguió la cuerda y ambos soltaron unas cuantas carcajadas. 
—¿Qué propones?. —Pregunto Emer con ansias. 
—Un nuevo asesinato doble, pero esta vez las dos cabezas serán de la nuestra parte contraria. —Respondió Guillermo, girando su cuerpo y colocando ambas manos sobre su escritorio, murmuró. 
—Smith y Clara, ojalá estén rezando… sus horas son contadas. 
… 
Pasaron las horas y el reloj marcaba veinte minutos para las ocho de la noche… Claudia se encontraba sentada en una de las mesas del lugar al que su Jefe y compañero de trabajo la había llevado, estaba impaciente mientras Smith se encontraba en el centro de la pista, algo ebrio, intentando hacer algunos pasos de baile con una botella de vodka en la mano y un vaso  de vidrio… lo observo con gracia, sonrió. En silencio se había acostumbrado a estar la mayor parte de su tiempo a su lado, obviamente su trabajo lo exigía, pero no lo veía como una exigencia, se había acostumbrado a el de manera especial, ya estaba acostumbrada a su indiferencia, arrogancia y a su aroma… 
—No puede ser. —Murmuraron sus labios. 
Su mente de inmediato le dijo lo que ella no aceptaba… “me enamore" pensó. 
Bajo la mirada y quito aquella afirmación de su mente. 
—No puede ser posible. —Murmuró una vez más. 
Era un empate, aceptó en silencio e íntimamente estar enamorada de él, pero también aceptó que aquel sentimiento secreto e imaginable para el, no podía ser posible. 
Nuevamente levantó la mirada y se encontró con la de el, Smith la estuvo observando mientras ella aclaraba su mente, hubiera querido saber lo que los ojos de él le transmitían acerca de ella… por unos segundos se quedaron viendo fijamente a la distancia, de la mano derecha de Smith se deslizó la botella de vodka y cayó al suelo partiéndose en mil pedazos… el lugar ya tenía sus primeros clientes, aquel golpe de la botella contra el piso llamo la atención de varios presentes… Smith ya se encontraba muy ebrio, se sostuvo de una silla para no perder el equilibrio, la noche era joven y el empezaba a cometer los primeros estragos, de inmediato Claudia se acercó a el y le dijo. 
—Señor Smith, lo más conveniente es volver a casa. Vamos, yo lo llevaré. 
—Claro, pero antes tomare una botella más de vodka. 
—No Smith, no más por favor. 
Haciendo caso omiso a lo que Claudia le dijo, se acercó a la barra y prosiguió a pedir la botella de licor, cuando giró el cuerpo para volver una vez más a donde su compañera se tropezó con un hombre al cual le hizo echarse una copa de vino sobre la camisa. 
—Idiota, fijamente por donde caminas. —Exclamo el hombre con ira. 
—¿Qué me acabas de decir?. —Pregunto Smith con la mirada perdida. 
—Idiota, inepto… o se lo escribo en la frente. —Afirmo el hombre. 
Claudia presentía lo peor, Smith empuñó la mano que tenía libre y le dio un fuerte golpe en la cara al hombre. 
—Vuelve a decirlo pedazo de mierda. 
Claudia intervino en la pelea y pidió disculpas al atacado por su jefe, luego volvieron a la mesa. 
—No lo puedo creer Smith, que rayos te sucede… no tenías necesidad de golpear a ese hombre, que pensará la gente. —Dijo Claudia en son de regaño. 
—Lo que piense la gente a mi me da igual. —Respondió el en su defensa sin tanto ánimo. 
Pasaban los minutos, Smith bebía un trago tras otro, la manera de la cual tomaba la botella y en menos de media hora la terminaba dejaba completamente sorprendida a Claudia la cual tomando la iniciativa de una penosa conversación preguntó. 
—¿Por qué eres así?. 
—¿Como soy?. 
—Es difícil decirlo… eres frío, solitario, orgulloso, arrogante. 
—No lo se, siempre e sido así. —Respondió Smith sin tanta importancia. 
—¿Existe alguien que te quiera tal y como eres?. —Pregunto Claudia sin saber la consecuencia que esa pregunta le traería a el. 
Smith de inmediato recordó los buenos momentos que vivió junto a su esposa e hija, si lo querían de verdad… pero no al Smith que se había convertido luego de la muerte de ellas, era inevitable recordar aquel fatídico momento… 
—Papá… te amo mucho. —Fueron las últimas palabras de su hija susurrándole al oído, cuando la veía morir en sus manos. 
Fue tanto el dolor y la manera en la que empuñó su mano que el vaso de vidrio se rompió en su mano derecha, causándole una gran herida. 
—Por Dios, que estas haciendo Smith, estás sangrando… 
—No pasa nada, no te preocupes. 
—No digas eso, ven iremos al hospital. 
—No exageres, iré al baño y me limpiare un poco. 
—Yo voy contigo. 
Juntos caminaron hacia el baño del lugar, Claudia quito de su cabello una cinta gruesa con el que lo ataba y trató de tapar la herida de su compañero. Cuando se encontraron en el baño, frente al espejo y el lavamanos, Claudia limpiaba cuidadosamente la herida… mientras Smith se miraba fijamente en el espejo y su mente le trasmitía recuerdos dolorosos. 
—No pude salvarlas. —Dijo con nostalgia. 
—¿Qué dices?. —Pregunto Claudia con duda. 
—Ella me dijo que amaba mientras la vida se le iba… yo no pude hacer nada, soy un maldito cobarde, ¡un maldito cobarde!… 
Sin previo aviso empuñó nuevamente la mano herida y le dio un fuerte golpe a su reflejo del espejo. Claudia quedo desconcertada y Smith con la mano adolorida cayó al suelo con un desgarrador llanto. 
—Me quiero morir, maldita sea… ¡quiero acabar con todo!. 
En ese instante, sacó su arma de dotación y la puso en su boca… de inmediato Claudia se lanzó a detenerlo, en un simple forcejeo ella logró controlarlo y quitándole el arma de la mano izquierda lo abrazó fuertemente mientras el lloraba sin consuelo alguno sobre su hombro, aún sin entender su verdadera tristeza lo vio con decadencia, nunca lo había visto de esa manera… aquel hombre fuerte y orgulloso, estaba con alma destrozada, llorando en el baño de una discoteca. 
—Tu mano esta sangrando demasiado… debemos ir de urgencia al hospital. —Comento Claudia notoriamente cansada. 
De inmediato salieron del lugar, ingresaron al auto, Claudia tomó el volante y se dirigieron al hospital más cercano. 
Que gran noche… pensó.




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