Lágrimas.

Capítulo 9.

En el hospital la esperanza, Benítez empezaba su turno como enfermera aquella madrugada, cuando vio ingresar entre desespero a Claudia tapando la herida que Smith se había provocado en su mano derecha… al verlos, olvido la discusión que había tenido con su hermano mayor una hora antes de salir de casa y corrió a auxiliarlos. 
—Señorita, ayúdeme por favor… mi amigo tiene una cortadura muy profunda en su mano derecha. 
—Claro, vengan conmigo… —Contesto amablemente la enfermera. 
A los pocos minutos, Benítez prosiguió a ver la herida del paciente, se llevó una gran sorpresa cuando vio la gravedad de esta, Smith como buen profesional, ebrio y con la mirada decaída, le preguntó. 
—¿Acaso es su primera vez señorita?. 
—No señor, solo que… 
—Entonces creo que ha visto cosas peores. 
—Si, limpiare su herida y retiraremos algunos trozos de vidrio… también le daremos algunos medicamentos para que la herida no se le inflame y se infecte, luego le pondremos algunos puntos para que la cortadura sane lo más pronto posible. 
—Gracias, señorita Benítez. —Dijo arrogantemente Smith observando el nombre de la muchacha en su placa de presentación. Quedando algo sorprendido por la eficacia de la enfermera en su campo, de igual manera lo supo disimular con su arrogancia. 
Benítez se dirigió a buscar el material que necesitaría para la curación en la caja de primeros auxilios cerca a la camilla donde se encontraban, en ese instante Claudia se acercó a ella y le dijo penosamente. 
—Señorita, disculpe las groserías de mi amigo… no esta pasando por un buen momento. 
—No se preocupe, realmente e lidiado con cosas peores. 
—Entiendo. 
—Con mucho gusto atenderé a su amigo. 
La curación de la herida de Smith duro más de una hora, luego recibió los medicamentos correspondiente y un pequeño descanso en el hospital para unas siguientes revisiones. 
… 
Benítez se dirigió a su casillero y lo abrió con dificultad, recibir insultos de su hermano y de sus pacientes era algo a lo cual ella debía acostumbrarse. 
—Imbécil. —Murmuro, camino hacia una silla que allí se encontraba y se sentó en ella… por un momento recordó lo que horas antes había sucedido en su casa antes de salir al trabajo. 

Emer, era su hermano mayor… era el tipo acostumbrado a las comodidades que la madre de Benítez y ella le ofrecían. Era el típico sabañón de la casa. 
El reloj marcaba las cuatro treinta de la mañana, su turno en el hospital empezaba a las cinco y treinta todos los días, justo a punto de salir de casa… la puerta sonó fuertemente. 
—Buenos días, familia. —Dijo alegremente Emer al entrar en estado de ebriedad y con una botella de licor en la mano. 
—Valla, al parecer ya no tienes remedio. —Comento Daniela. Era la persona que con su trabajo en el hospital como enfermera costaba los gastos de la casa. 
—Quien pidió tu opinión, sapa. —Respondió Emer golpeando el hombro de su hermana cuando pasó por su lado. 
—Que hay de desayunar madre, tengo demasiada hambre, prepárame algo de comer. —Dijo el hombre cuando se lanzó sobre el sofá y predio la televisión. 
—Tu no vas a preparar absolutamente nada mamá… si Emer quiere comer tendrá que prepararlo y ahora también tendrá que trabajar, pero no con esa escoria con la que se la pasa, Guillermo es como se llama… ahora tendrá que trabajar de verdad, entendiste. 
—Hija por favor, no le digas nada a tu hermano. —Dijo la madre en voz baja con notoria preocupación. 
—Si madre, dile que se calle la geta de una vez por todas. —Apoyo Emer el comentario. 
—Que me calle, sabes que no lo puedo hacer… ya que si lo hago no podré decir la porquería de persona que eres. 
Emer al escuchar las palabras de su hermana, se sorprendió y de inmediato se levantó del sofá... y estando seca de ella le dijo. 
—Que dijiste… vuelve y dilo. 
—Que, que eres una porquería… eso quieres escuchar. 
A Emer le hirvió la sangre de ira y sin previo aviso saco la mano y le dio una fuerte bofetada a su hermana. La madre de ambos intervino en el problema. 
—¡No golpees a tu hermana hijo, controlate por Dios!. —Dijo la madre con desespero. 
Luego de la bofetada Emer tomo a Daniela por el cuello mientras y le dijo entre gritos. 
—A mi me respeta culicagada, que se esta creyendo… por que trabaja me va a humillar a eso te refieres. Pues no lo va lo lograr… 
La madre le suplico entre lagrimas que dejara ir a su hermana, al ver el desespero y la gravedad de la situación la empujó contra la pared. 
—Ahí está tu desgraciada hija, enséñala primero como se debe tratar a un varón. —Finalizo Emer sumamente alterado y se dirigió a su habitación. 
La madre abrazó a su hija Daniela, mientras lloraba entre lagrimas diciendo… 
—Hija, que vamos a hacer, tu hermano cada día esta de mal en peor. 
Daniela solo le quedo limpiar sus lágrimas, despedirse de Eugenia, su madre y emprender camino hacia el trabajo. 
Libero de un respiro la presión que sentía y una vez más volvió al ruedo, a trabajar con sus pacientes. 
… 
Claudia se encontró a solas junto a Smith en el cubículo en el cual fueron atendido… a ella le daba muchas vueltas la cabeza y no entendía nada de lo que a él lo acomplejaba, no sabía si pregunta o callar… pero una mayor parte de su ser optaba por preguntar, ya que la situación lo exigía. Con la voz entrecortada le pregunto a Smith, sin remedio. 
—¿A quienes no pudiste salvar?. 
Smith bajo la mirada y no contesto, Claudia al no obtener respuesta de el, le dijo casi en son de súplica. 
—Por favor no intentes evadirlo más, sea lo que sea que halla sucedido yo voy a comprenderte… pero no me dejas saberlo, no puedo así. 
Smith escuchó las palabras de su compañera y aún así guardó silencio, Claudia estaba cansada… esa sería la última vez que preguntaría. Alrededor de dos minutos después Smith empezó a contar su triste historia, la cual dejaría a Claudia sin aliento y con la opción de mejor haberse quedado con la duda. 
—A mi esposa y a mi hija, las asesinaron. 
Las miradas de ambos se encontraron con tristeza y dolor. Claudia sintió que su corazón se desmoronó en mil pedazos al escuchar la realidad del hombre fuerte, arrogante… pero que en ese instante su punto débil estaba expuesto. 
—Yo no pude salvarlas, si tan solo hubiera llegado unos segundos antes las hubiera protegido con mi pecho… con mi vida y hoy no estaría aquí contándote esto. Ellas seguirían aquí, seguirían felices… después me olvidarían y continuarían con su vida. Pero no fue así. —A Aquel hombre fuerte se le partía el corazón en dos, con el alma rota y las lágrimas a punto de deslizarse por sus mejillas. 
—Sabes, eran tan hermosas. —Cerro los ojos y las recordó con una sonrisa triste. 
—Lo siento mucho. —Dijo Claudia con nostalgia. 
Nuevamente los abrió y levantando la mirada. 
—Yo también los hice sufrir. —Dijo, sin explicación. 
—¿A quiénes?. 
—A los que me quitaron a mi esposa y a mi hija. 
—¿Que dices?. 
—Los mate. —Confesó con frialdad. 
Claudia trató de asimilar la situación pero Smith continuó diciendo. 
—Pero aún no todo está saldado, falta uno. 
Cuando ella dedujo y entendió lo sucedido, la respiración se le cortó por completo y dijo entre murmuró. 
—No puedo con esto.  
Claudia salió del lugar, con la mano aparentando su pecho dirigiéndose a la salida principal del hospital. 
—¿A dónde vas?. —Pregunto Smith con preocupación y corrió tras ella. 
Daniela Benítez, la enfermera volvió nuevamente al cubículo donde Smith debía encontrarse para realizarle una nueva revisión, pero este con su acompañante ya no se encontraban allí. En las afueras del hospital, Claudia respiró profundo y trató de tranquilizarse ante la fuerte confesión de su colega, amigo y… amor, era amor… se preguntó en si. 
Trato de contener las lagrimas, el logro alcanzarla y cuando la vio, en su rostro se delataba el claro sentimiento que ella sentía por el. Smith claramente no lo descubrió, había olvidado por completo lo que era el amor. 
—¿Por qué me dices esto?. —Pregunto Claudia sin ánimo. 
—Tu insistente por saberlo. 
—No puede ser, sabes muy bien que lo que hiciste esta mal y va contra las reglas. —Le recordó Claudia una vez más… y claramente esa regla para el no existió, ya que había cometido su peor falta. 
—¿Qué hubieras hecho si estuvieras en mi lugar?... dime. —Pregunto Smith, viéndola fijamente a los ojos. 
—Los entregaría a la justicia, los metería por toda la vida a una cárcel. —Respondió de inmediato Claudia completamente desconsolada. 
—Claro, los dejaría vivir, pero ellos si tuvieron el derecho de acabar con mi vida y la de mi familia. —Respondió el, rechinando los dientes. 
—Soy una tonta, pensé que ser tu aprendiz me traería muchas cosas buenas. Pero ya veo que estaba equivocada. Nos vemos luego, debo irme. 
Claudia se despidió, dio media vuelta y se marcho. 
—¿A dónde vas a ir?. Nosotros no tenemos donde ir. —Murmuro el, con cansancio. 
Los minutos transcurrían y cada vez mas Claudia se alejaba de Smith, aquella confesión la había dejado sin aliento… El siguió sus pasos, pero cuando su orgullo prevaleció una vez más corrió y la alcanzó, tomándola del brazo la giró hacia el, sus miradas se encontraron una vez más. 
—Discúlpame por no ser lo que esperabas de mi. Se que te decepcione. —Dijo el con aceptación. 
—Si claro, lo hiciste. Eres el típico orgulloso que se toma la justicia por su propia cuenta. Acaso no te diste cuenta que te convertiste igual a ellos, en un maldito asesino. 
—Ya que lo sabes, ahora que vas a hacer, ¿a donde vas a ir... acaso me vas a denunciar?. —Dijo Smith con sinceridad. 
—No lo se, pero si sigo mis principios claro que lo haré… pero justo en este instante no se ni que pensar ni que debo hacer. 
—Hazlo. —Contesto el completamente decidido y continuo diciendo. 
—Pero no me digas que lo que hice estuvo mal, fue su ley… yo solo se las devolví. —Concluyo y tomo asiento en una banca del lugar en el que se encontraban. 
—Dios, dame paciencia. —Pidió Claudia y empezó a dar vuelta en si en su pequeño y confundido mundo, completamente desconcertada. 
Smith ya no era lo que debía ser, aquel investigador honorable, eficaz y orgulloso… se había convertido en lo peor, con los zapatos sucios, la camisa por fuera del pantalón, la corbata en uno de los bolsillos y el cabello sin arreglar… con el rostro pálido y con dos notorias ojeras, ya no era el mismo. Sin saberlo y luego de haber caminado más de diez cuadras desde el hospital,  se encontraron en un parque de diversiones en el cual se encontraban un grupo de estudiantes… Smith observó a todos los niños jugando en el lugar con su maestra, la mirada se le llenó de nostalgia y cuando sintió que las lágrimas se iban a deslizar por sus mejillas bajo la mirada. Varios segundos después, una pelota color rosada rodo hacia sus pies, una voz dulce y suave de una niña inocente, le preguntó. 
—Señor, ¿me podría hacer el favor de devolverme mi pelota?. 
Smith levantó nuevamente la mirada y se encontró frente a el con una niña, casi con los mismos rasgos faciales de su hija y su edad… su sonrisa, su voz, su tono de piel... El tomo la pelota y se acercó a la pequeña niña, se agachó para verla fijamente a los ojos y le devolvió en sus manos la pelota. 
—¿Cómo te llamas?. —Le pregunto. 
Claudia liberó por un momento la presión que sentía y empezó a escuchar la conversación entre su jefe y la niña. 
—Maribel. —Respondió la pequeña. 
—¿Qué edad tienes?. 
—Tengo seis años. 
—Valla, tienes la misma edad de mi hija. —Comento Smith con alegría. Sin saber que estaba hablando con Maribel, la hija de Clara… la mujer que era clave en su investigación a cargo. 
—¿Y dónde está ella, no veo que este con usted?. —Pregunto la niña inocentemente. 
—Ella… ella ya no está aquí en este mundo. —Admitió el, con los ojos cargados de lagrimas. Las mismas que a Claudia no se le hicieron esperar, de inmediato sintió en su pecho un fuerte dolor, el que era imposible de evitar cuando presentía el relato que la haría estremecer de tristeza. 
—Ella está en el cielo. 
—Entonces su hija es un ángel. —Le dijo la pequeña Maribel a Smith. 
—Así es. 
—No se sienta triste señor, ella lo está cuidando desde el cielo… debe sentirse feliz de tener un padre como usted. 
—¿Por qué dices eso pequeña?.  
—Por qué mi padre se marchó y me dejó solita con mi madre, a diferencia de su hija… ella se siente feliz de que aunque no estén juntos aun la recuerdas y la extrañas, y con orgullo eres su padre. 
En aquel momento la maestra de Maribel observó que la niña a su cargo estaba hablando con un desconocido, rápidamente corrió hacia a ella y le dijo. 
—Maribel vuelve aquí, no te alejes tanto pequeña. 
—Me tengo que ir señor y no lo olvide, su hija es feliz donde se encuentra. 
Maribel volvió con su maestra y su grupo de compañeros. Smith al oír las dulces palabras de la niña, cerró sus ojos y las lágrimas se deslizaron por las mejillas. 
—No puedo más. —Murmuraron sus labios, cuando nuevamente se puso en pie. 
—Debo terminar lo que empecé o si no este dolor me va a matar. —Dijo en voz baja. 
Claudia de igual manera lo escuchó y se acercó a el. Lo miro a los ojos, aquel hombre estaba desvaneciendo, ya no era ni un cuarto del hombre que ella había conocido. 
—Acabo de tomar una decisión. —Admitió ella. 
—Lo sé, si me vas a denunciar… hazlo, pero lo harás apenas termine lo que he empezado. 
—¿A que te refieres?. —Pregunto Claudia con notoria duda. 
—El hombre que vi en el parque, el mismo que me provocó esa sensación de miedo… fue el que apretó el gatillo. —Confeso. 
—¿Que?... no lo puedo creer. —Respondió Claudia con preocupación, de inmediato pregunto. 
—Y los otros dos, ¿entonces quiénes eran ellos?. 
Sin tapujos Smith contestó. 
—Los dos que yo maté eran sus cómplices, pero el fue quien apretó el gatillo y con más ganas el que tiene que pagar. 
—No, no me digas que vas a ser hacer lo mismo el. 
—¿Cuál otra maldita opción tengo?. —Pregunto Smith. 
—Por Dios, entregarlo a la policía, llevarlo a un juicio y finalmente meterlo a la cárcel por lo que le hizo a tu familia. —Contesto Claudia a punto de perder la calma. 
—No me pidas eso, por que no lo haré… el declarara que yo maté a sus dos perros falderos sin ninguna justificación. 
—¿Que te hace pensar que yo no lo voy a decir?. —Pregunto Claudia con nostalgia. ¿Que sacrificaría… su amor por el o sus principios como profesional?... era su triste dilema, estaba contra la espada y la pared. 
—No lo puedo creer, al parecer no tengo escapatoria. 
—Si la tienes. —Aclaro ella. 
—Renuncio. —Dijo, mirándolo fijamente a los ojos. 
—No puedes hacer eso luego de todo lo que te e confesado de mi vida personal. —Comento Smith sin tregua. 
—Si lo hare, tu secreto conmigo fuera del caso y lejos de ti esta olvidado… pero si sigo a tu lado y trabajando contigo no será así. —Respondió ella con seguridad. 
—Era lo que querías… desde un principio me dijiste que renunciara, hoy es el día. No seguiré viendo y siguiendo a alguien que hizo algo que va contra la regla número uno. Sabes cual es… 
—Créeme, que si tu misma, algún compañero o precisamente un familiar… muere o está al filo de la muerte en manos de un maldito asesino… tendrás que tomar una decisión, en ese instante para ti ya no existen los valores ni las reglas, cuando lo vivas me entenderás. —Comento Smith con plenitud. 
—Entonces creo que nunca te voy a entender. Somos muy distintos. —Respondió Claudia con seguridad. 
De inmediato, quito de su cuello la placa y la entregó a Smith en sus manos, dio media vuelta, cerró sus ojos y se marchó, Smith la vio irse… dedujo que esa seria la última vez.




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