Lágrimas.

Capítulo 19.

El día avanzaba sin aviso, la noche se acercaba y la incertidumbre se hacía cada vez mayor. Juan, Adelaida y la pequeña Maribel se encontraron en silencio en el hospital La Esperanza a la espera de alguna noticia sobre el estado de Clara, con impaciencia esperaron hasta que el medico en compañía de la enfermera Daniela Benítez se acercaron a ellos. 
—Otra vez ella. —Dijo Juan entre si sarcásticamente al ver nuevamente a la joven enfermera. No la había conocido en buenos términos y era imposible tenerla cerca, era lo que sentía. Pero justo cuando la vio a los ojos notó que su mirada era distinta, por un momento vio en ella la tristeza con la que despidió a su madre en el sepelio, claramente esta vez no se trataba sobre su madre, si no de una persona importante para el y para todos los que se encontraban a su alrededor. De inmediato giró la mirada al médico el cual no diría nada bueno. 
—Ustedes son los familiares de la señora Clara ¿verdad?. 
—Si doctor, somos nosotros. 
—¿La pequeña es la hija de la paciente?. —Pregunto. 
—Si es ella. —Contesto Adelaida. 
—Debe ser en privado, la noticia puede afectar a la niña. —Comento el medico. 
—Como así que puede afectar a la niña... ¿no me asuste doctor?. —Exclamo Juan con una risa forzada de esperanza. 
—Acompáñame por favor... 
—No, yo no iré, no quiero ir. —Dijo girando la cabeza prolongadamente. 
—Juan, por favor. Ve, yo esperaré. —Le dijo Adelaida tomándole el rostro. 
—Ven... —Daniela lo tomo del brazo, trasmitiéndole algo de confianza ya que la necesitaba para afrontar la noticia. 
Adelaida se quedo a la espera con la pequeña Maribel, mientras Juan camino junto al medico y la enfermera hacia el consultorio. 
... 
Al ingresar el pregunto confundido y entre los nervios que lo agolpaban. 
—Dígame que ella esta bien doctor, dígalo por favor. 
—Lo siento mucho, la paciente esta muy grave. 
Un puñal de tristeza se incrustó en su corazón al enterarse de la noticia. 
—Ella debe permanecer en el hospital, hasta que... 
—hasta que doctor, ¡hasta que! Dígame... 
El desespero se apoderó de el, mientras renegaba las lagrimas se desprendían de sus ojos. 
—¿Que sucederá con la niña? —Pregunto. 
—quien cuidara de ella doctor, su madre debe hacerlo. Por eso debe hacer todo lo posible para salvarla. Se lo ruego. —Dijo con la voz entrecortada. 
—El tiempo esta contra nosotros. —Dijo la enfermera. 
—No, no... no me digan eso. Ustedes están en la obligación de salvar su vida. Se lo ruego por favor. 
—Haremos todo lo que este en nuestras manos, por el momento vamos a dar el siguiente paso... creo que ella tendrá que dejar su cabello y así poder terminar con las quimioterapias. —Contestó el profesional. 
—¿Su cabello?. —Pregunto Juan. En ese instante recordó el día que lo olió profundamente al darle un abrazo, lo hermoso y largo que era, del que se había enamorado junto a ella. 
—Si, de una u otra forma lo perderá. —Aclaro la enfermera Benítez. 
—Hagan lo que tengan que hacer, pero no dejen que se valla. —Dijo Juan y salió del consultorio. 
… 
En el pasillo un hombre lloraba en silencio, tristemente por el amor de una mujer, una mujer a la cual sus alas estaban a punto de salir y tomar vuelo sin volver a verlo, una mujer que lo dejaría solo, abandonado y sin saber la sensación y el sabor de sus labios, una mujer que se moría sin aviso en la habitación 035. La pequeña Maribel estaba tomada de la mano con Adelaida, la espera parecía eterna, los días continuaron con graves noticias,  nuevos números siguieron en el calendario y un mes mas apareció nuevamente. 
...

Noviembre 15 de 1951.

Su cabello se empezó a desprender de su cabeza, su piel se torno pálida y seca, las quimioterapias le generaban dolor y la esperanza se alejaba cada vez mas. 
El día en el que perdió todo su cabello, se resigno. La pequeña Maribel cuidaba de su madre Clara en el hospital… aprovechaba cada momento para no perderse de su lado… cantaban, recordaban, ahora la hija le contaba los cuentos de dormir a su madre… en una ocasión viéndola fijamente con una sonrisa ante el repentino cambio de su madre... la niña ocultaba su dolor, pero con entusiasmo le dijo. 
—Eres la mamá mas hermosa del mundo y sin tu cabello te vez aún más maravillosa. 
Clara sonrió. Un pañuelo tejido en tela suave y delicada de color azul cielo cubría su cabeza. 
—Mi hermosa hija. Extraño jugar contigo, verte sonreír todos los días, arruncharte en mis brazos. Todo lo extraño. —Comento con profunda tristeza. 
—No estés triste mami, yo estaré a tu lado y ahora es mi turno de cuidar de ti. —dijo con alegría la niña... 
—Se que no me vas a dejar solita. De eso estoy segura. 
... 
"El recuerdo que quedo marcado en lo profundo de su memoria fue justo aquel momento en el que el corazón de su querida madre dejo de latir"... 
... 
La noticia corrió por todos los rincones del hospital, Juan y Adelaida recibieron la noticia y se rompieron de dolor, la tristeza les apretaba el pecho, el aire era escaso y la impotencia dolía más y más... 
—¿Que sucede, por que están llorando?. —pregunto la niña, al ver la cara de ambos. 
Adelaida se acercó a la niña y limpio sus lagrimas para darle la noticia con plenitud. 
—Mi niña, así te decía tu mamita ¿verdad?... —La niña acertó con la cabeza, la mujer y prosiguió diciendo. 
—Mi niña... tu mamá se fue, ahora es un ángel que te estará cuidando desde el cielo. 
—No me digas eso, ella me dijo que no se iría. —Dijo la niña con los ojos rebozados de lágrimas. 
—Lo se, lo se... 
Juan se remordía de tristeza y no se hallaba... el momento de la verdad estaba a punto de llegar. 
—Mari... tu mamá no resistió, su corazoncito falleció, no volverá más a latir pero si estará en el tuyo para siempre. 
—No, no... mi mamita. Donde esta... ¡donde está!. —exclamo la niña, entre ecos y pujos llorando por su madre, Adelaida la sostuvo pero la pequeña intentaba salir de sus brazos para correr e ir en busca de su madre... Juan Carlos tomó la niña y la abrazó con fuerza. Al oír los desgarradores lamentos de la pequeña la enfermera Daniela llego al lugar y al ver la escena se le desmoronó el corazón de tristeza.




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