¿Eres una buena persona?
Es una pregunta fácil, de sí o de no. No tiene más respuestas.
Aun así, todos, en general, siempre la justifican.
¿Por qué? No lo sabemos.
No lo queremos saber. Porque somos iguales. Tenemos que justificar nuestras respuestas para convencernos de que no es una mentira.
Actualmente el mundo está hecho un caos, destruido.
"La naturaleza devora a todos a su alrededor", decía un libro ecologista barato que me obligaban a leer. Nunca imaginé que esa frase sería la sentencia de la raza humana.
Pero no, no hablamos de un virus… o tal vez sí.
No hablamos de una enfermedad… o tal vez sí.
Nadie lo sabe.
Los neurólogos asumen que es un problema del cerebro.
Los artistas lo llaman “cansancio del alma”.
Los racionales lo definen como una “locura contagiosa”.
Y los religiosos lo nombran como el “juicio final”.
En fin, tiene muchos nombres, pero todos coinciden en una cosa: siempre fue parte de nuestra naturaleza.
De todos modos, no afecta a todos por igual.
¿La razón? Alguna explicación científica sobre la variabilidad del ADN que nadie entiende ni cree.
Lo único que sabemos es que fue una condena segura.
Como especie, pendemos de un hilo frágil que nos permite coexistir.
Pero como dice aquella frase:
"Los hombres fuertes crean tiempos fáciles, los tiempos fáciles crean hombres débiles, y los hombres débiles crean tiempos difíciles."
Ahora estamos en esa parte en la que todos rezamos —religiosos o no— por una cura, una salvación, un héroe, algo…
Una esperanza que surja de la nada, que sea inmune y destruya todo mal.
Es desastroso pensar que todo comenzó por algún idiota en Argentina.
Curioso ese país. Ya se había informado de personas con este "mal", pero ninguna tan violenta, tan desalmada, tan… inhibida.
Los “expertos” dicen que el mal evolucionó.
Otra corriente culpa a las condiciones del lugar: sin futuro, sin justicia, sin avance, sin libertad.
Ese pequeño pueblo apartado, que tenía de rehenes a muchos ciudadanos y embobados a otros, fue el que inició el fin del mundo.
¿Cómo empezó?
Según los testigos, empezó con una lágrima.
…
Una enfermedad parecida a la gripe se expandió por aquellas costas verdes, cruzando los montes hasta llegar a una ciudad pequeña, tranquila en comparación con sus vecinas.
Esta “enfermedad” no tenía efectos secundarios peligrosos, por lo que el gobierno aprovechó la situación para robar, fingiendo una cuarentena que terminó con agua salina en jeringas disfrazadas de ayuda.
Era fácil engañar a la gente que creía que iba a morir, sobre todo a los adultos mayores, hipnotizados por la "caja idiota", es decir, la televisión.
Ese arcaico aparato donde te decían qué pensar, te manipulaban y te hablaban de "los enemigos", llenos de personas de una élite hablando desde su falsa humildad sobre "los pobres", a quienes maquillaban llamándolos “populares”.
¡Por supuesto que lo hacían!
Al final, la realidad se amolda a las palabras.
Decir "indigentes" o "pobres" suena más crudo que “personas de bajos recursos” o “personas sin hogar”.
¡Adoran romantizar la miseria!
Entonces, el viernes once de abril, explotó una persona enferma.
"Estoy llena de veneno."
Eso estaba escrito en la primera víctima a causa de la enfermedad.
Su cuerpo fue encontrado en la casa de aquella persona enferma, quien en ese momento se hallaba fugitiva.
Toda su familia fue asesinada mientras dormía, y la victimaria —se dice— expulsaba un líquido negro por los ojos mientras lo hacía.
Estaba llorando.
Su nombre está censurado hasta el día de hoy. Pero para mí no.
Yo la conocía. Muy bien.
Y me siento estúpido por decirlo, pero pensé que era de esas personas que nunca mataría a una mosca.
Lo cual es irónico, porque siempre digo: “No se conoce bien a las personas.”
Estaba tan seguro, que cuando me enteré, pensé en llamarla para preguntarle si estaba bien.
Ojalá lo hubiera hecho antes.
Estoy seguro de que me habría dicho: “Estoy bien.”
Como solía mentir.
Cuando encontraron a la fugitiva —así la llamaré de ahora en adelante— intentaron recluirla en la cárcel, pese a los esfuerzos de muchos medios por obtener una entrevista.
Los noticieros, sedientos de sangre y morbo, querían saber qué estaba pasando.
Nunca aceptó hablar con los “famosos” de la televisión.
Pero sí le concedió una entrevista a un youtuber de 27 años, armado solo con su cámara y un micrófono.
—Me duele decirlo, pero los maté. Porque no soporté la presión —dijo ella, mirándolo a los ojos—. Te diría que no me siento mal, pero siento remordimiento.
—Entonces… si no te molesta hablar de esto, ¿a qué te referías con aquella frase?
—Solo dije la verdad. Intento ser una buena persona, pero nadie te enseña a serlo. Luego empiezas a bromear sobre “los pensamientos intrusivos” y terminas diciendo cosas que, muy, muy, muy en el fondo, quieres hacer… pero no las haces por alguna razón. ¿Entiendes?
—Sí, por supuesto. Y, si no es molestia, ¿qué te hizo hacerlo?
—No lo sé. Solo estaba muy cansada. Y pensé: si todos desaparecieran, esta presión que me agobia también se iría.
—¿De qué te agobias?
—Me gusta compararme —dijo mientras su mano izquierda temblaba ligeramente, apenas perceptible para la cámara—. Y aunque escuche esas frases de porquería para elevar la autoestima, como “Todo está bien, vas a tu tiempo” o “Lo estás haciendo bien, no te preocupes”… ¡todo eso es basura!
—gritó, con las mejillas sonrojadas—. ¡Todo es basura! Porque muy en el fondo sabes que es mentira. Que pudiste ser mejor. Que fracasaste.
Y el fracaso es lo que nos agobia.
Nunca pude aceptarlo.
Me siento frustrada y perdida. Cada vez que me veo, pienso que soy una idiota.
Que mi familia depende de mí.
Editado: 31.12.2025