Lágrimas de cristal

II

07 de Abril del 2022, 3:27 pm

En el cementerio hay un aire frío asfixiante. Pero ¿qué más podría esperarse? Es el sitio de descanso de los muertos, un lugar lleno de dolor y sufrimiento. Con el alma rota, Odette trata de no pensar tanto, de no escuchar los pequeños sollozos ocasionales que algunas mujeres siguen dedicando porque, de hacerlo, sabe que se derrumbará por completo y no puede hacer eso. Si existe algo que la sujeta para que no se arroje sobre el ataúd y llore, grite y brame como el animal lastimado que resulta ser, es la convicción de que debe sacar a relucir aquello que la está asesinando.

—Odette. —Esa voz la llama y, al ver a Travis frente a ella, la joven da gracias porque sus lentes oscuros evitan que él note lo sucedido en su interior—. Diré un par de palabras antes de que la sepulten y… Sé que tu hermana y tú… Ustedes no se ven desde hace un par de años, pero… —Se toma un tiempo y niega, lleva una mano al brazo de su cuñada para darle un leve apretón que cualquiera podría interpretar como un acto para brindarle fuerzas—. ¿Te gustaría dedicarle algunas frases?

Ella baja un poco su cabeza. Las lágrimas inundan sus ojos al tiempo que en su garganta sube algo cuya ponencia está vetada. Aprieta sus puños y se traga aquello que la amenaza.

—No —sentencia y, al notar que algunas personas cercanas los han escuchado y lucen alarmadas ante su negativa, niega de nuevo. Odette lo sabe, comprende a lo que quiere llegar, pero le cuesta mostrarse dispuesta a, incluso en la ceremonia final para su hermana, ser ella quien se coloque a la vanguardia de crear un nudo de mentiras frente suyo. Así pues, aunque no quiere hacer nada para quedar bien socialmente, para que digan que se ha reconciliado con quien fue culpable de su separación con Brigitte, pensando en cierto asunto, agrega—: Tú eres el viudo. Fuiste tú quien estuvo a su lado los últimos años. Haz lo que creas conveniente.

El sujeto asiente mientras Odette piensa que es lo mínimo que puede hacer por ella y su hermana y, con una última mirada, lo observa caminar hacia donde obtendrá la mirada de todos. Tal y como lo hizo en el velorio, con esos ojos algo rojos y semblante afligido, él vuelve a atraer la atención de los dolientes.

—Disculpen, solo quiero intervenir un poco, perdonen la molestia. Necesito despedirme adecuadamente de ella.

Los presentes guardan silencio. Odette hace lo mismo. Lo quiera o no, debe escucharlo. No puede sellar sus oídos, menos cuando ella le ha brindado su autorización. Por lo tanto, sabiendo que el asunto es en cierta medida importante, aunque terrible para ella, decide dar un par de pasos hacia adelante para oírlo mejor.

—Brigitte era una mujer espléndida —comienza él, volteando a ver la caja—. Cuando la vi por primera vez, quedé prendado de ella, por su hermosura, inteligencia y espectacular carácter que fue bien conocido por todos. Aunque no lo parezca, amaba esa personalidad tan suya.

 

25 de Noviembre del 2019

Él lanza una risotada, aún a expensas de la mirada que Brigitte le dedica.

—Lo siento, no te enojes conmigo, cariño.

Con tranquilidad, se acerca a ella y deposita un beso casto sobre los labios de la mujer, al tiempo que acaricia su cabello castaño.

—¿Cómo no quieres que me enfurezca? ¿De qué te has reído? —Otra risa de parte de Travis y, esta vez, la mirada de ella se vuelve más letal—. ¡Lo que me faltaba! ¡Odette vive para amonestarme porque según ella mis arrebatos son un asco y tú te ríes de mí!

—Discúlpame, Brig —dice acercándola a él, al tomarla de la cintura—, pero no me rio de ti sino de los demás porque, ¿sabes? Yo no creo que tu carácter sea un problema.

—Ah, ¿no? —cuestiona, estupefacta. Desde que tiene memoria, su facilidad para armar reyertas, pelear y discutir sin importar las consecuencias, nunca ha sido alabable—. No tienes que decir una tontería para quedar bien conmigo, Travis. No soy una tonta. Si algo he aprendido, es que la pasividad y candidez de Odette es mucho mejor que mi impetuosidad.

—Pues yo no lo creo así —confiesa con esa sonrisa que suele ablandar a Brigitte hasta en los peores momentos—. Es cierto que a veces eres algo testadura, que te molestas con facilidad y que tú y yo discutimos más que la mayoría de las parejas, pero amo tu carácter porque es especial, es el de una mujer fuerte y valiente. No hay otra como tú. Odette está lejos de parecerse a ti. Eso que los demás dicen que es negativo, es la gran diferencia entre ambas, lo que yo más amo de ti.

Ahora quien rie es Brigitte. No por el dulce beso que él planta en su nariz, tampoco por sus palabras, las cuales la hacen feliz sino porque, de alguna forma, despierta su lado divertido. Algo en su interior se remueve para hacerle una pequeña broma a Travis respecto a lo último dicho, pero la guarda. Porque es demasiado graciosa, y algo de esa índole es mejor guardarla para después.

—¿Hablas en serio? —pronuncia con tono alegre y coqueto—. ¿No te gustaría que tuviera la gracia y elegancia de Odette para manejar los problemas y las emociones?

—No, para nada. Tú eres mi chica valiente.

 

Travis calla de repente, cuando parece que no puede más. ¿Serán los recuerdos de su amada esposa los que han causado que sus ojos se llenen de lágrimas, lleve una de sus manos a su rostro para ahogar sus sentimientos y evitar que un sollozo escape de sus labios? La mayoría de los espectadores apuestan por esto, y más cuando, con pasos vacilantes, con una congoja visible para todos, se acerca al ataúd que aún mantiene la tapa abierta.




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