Lágrimas de fuego

...

 

 

 

 

—Vámonos —les dije—. Pashenka estará cansado de esperarnos.

—¿Te preocupa él más que yo? —preguntó Zoria ofendido.

—Tú no me preocupas en absoluto —bromeé.

Miki soltó una carcajada desde atrás, su primo y yo íbamos unos pasos delante de él. El gemelo me dio un codazo juguetón que me hizo dar un traspié.

—¡Oye! —protesté, golpeándolo en el brazo.

—Shhh —pidió Miki.

Nos dimos la vuelta en el momento justo en el que sentimos rasgarse el aire. Pum. Pum. Pum.

Zoria me empujó para que me escondiese detrás de una columna mientras sacaba el arma y disparaba. No me dio tiempo de hacer lo mismo. Me quedé estática observando cómo se dejaba caer en el suelo, agarrándose el estómago.

—Miki —susurré mientras me agachaba a su lado, completamente en shock. Hizo una mueca de dolor y miró de reojo hacia atrás—. Déjame ver. —Las manos me temblaron al levantar la suya para inspeccionar la herida. La sangre brotó con rapidez y abundancia. Tragué con fuerza y coloqué mi mano encima de la suya para hacer presión.

—Mi pequeña —dijo con esfuerzo.

—Le han dado, Zoria —lo informé, mirándolo de reojo.

—Lo sacaremos de aquí —contestó sin mirarnos siquiera—. Son demasiados —gruñó más para sí mismo.

Además, no tenía el brazo curado del todo, aunque iba mejor.

—Eso parece —dijo Miki con esfuerzo.

—Calla, no hables. —Miré con miedo nuestras manos entrelazadas y empapadas de sangre—. Te vas a poner bien. —Le acaricié el pelo con la otra mano—. Ayúdame a levantarlo, Zoria.

—No. —Negó con la cabeza—. No llegaremos al coche los tres.

Su primo lo miró de reojo, pero no dijo nada. Parecía estar buscando una solución.

—Lo haremos, claro que sí —repliqué sin convicción.

—No, tenéis que marcharos. Son demasiados y nos están acorralando. —Comprobó lo que decía girando la cabeza y buscando la procedencia de las balas.

—No me jodas, Miki —protestó Zoria, que no dejaba de disparar a diestro y siniestro, intentando acabar con cuantos pudiese.

—No pienso dejarte aquí —sollocé. Un escalofrío me recorrió la columna solo de pensar en ello—. Agárrate a mí, yo te ayudaré y Zoria nos cubrirá. Llama a Pashenka para que entre con el coche hasta donde pueda, Zoria.

Vi cómo buscaba su móvil en el bolsillo, pero desvíe de nuevo la atención a Miki.

—No, pequeña. Yo os cubriré para que lleguéis al coche.

—No, te estoy diciendo que no. Levántate, Mikhail, maldita sea —le pedí algo histérica.

A nuestro alrededor todo era un caos. No dejaban de vaciar cargador tras cargador, cada vez más cerca, tanto que ya podíamos escuchar sus voces. Era cuestión de minutos que nos alcanzasen.

—Sácala de aquí —le ordenó Miki—. Sácala de aquí ahora mismo, Zoria.

Su primo lo miró, serio, dejando de disparar y centrándose en él.

—No pienso dejarte aquí.

—Si no lo haces, los tres moriremos, así que coge a Dabria y largaos de una puta vez.

—Pe… —protestó de nuevo su primo.

—Es una orden. Yo os cubriré.

Zoria,apretando la mandíbula,se volvió a disparar cuando escuchó unas pisadas.

—No, de eso nada —me apuré a negar—. Yo me quedo contigo. ¿Me estás escuchando? No pienso dejarte aquí. No soy uno de tus soldados al qu… —Unos fuertes brazos me agarraron por detrás y me levantaron.

Me aferré a Miki con fuerza. Él me besó en la frente y apartó mis manos de su cuerpo.

—Te quiero, mi pequeña. —Me sonrió con tristeza y le hizo una seña a su primo con la cabeza.

—¡No! Suéltame. Ni se te ocurra, Zoria. ¡Déjame! —grité y pataleé.

—Me cago en la puta, Zoria. Sácala de aquí ya —rugió Miki enfadado, arrastrándose hasta donde había estado su primo disparando para cubrirnos la salida.

No lo dudó, incrementó su fuerza y tiró de mí.

—No. —Me revolví nerviosa. No podía alejarme de él—. Te lo suplico, no lo hagas. Por favor, no. Es tu primo, no podemos dejarlo. —La desesperación se había apoderado de mí. Zoria no iba a detenerse y Miki iba a morir—. Morirá, Zoria.

—Pues deja de moverte para que no muramos nosotros también —me regañó.

—¡Maldito seas! —No iba a amilanarme ahora—. ¡Suéltame! es tu primo. No podemos dejarlo ahí. —Me llevaba medio en volandas, obligándome a mover los pies para no arrastrarlos.

—¿Piensas que quiero hacerlo? Pero Miki quiere que te ponga a salvo, y por mis cojones que no te pasará nada. Acabo de dejarlo morir y no será para nada. Así que coge la puta pistola y dispara.

No me importó su tono duro, tenía la cabeza en otra parte. No dejaba de observar cómo Miki disparaba sin cesar para que Zoria y yo alcanzásemos el coche. Pashenka nos esperaba a menos de dos metros, con medio cuerpo fuera de la ventanilla, disparando para ayudar a Miki a cubrirnos. Al llegar, aflojó su agarre para abrir la puerta. Abrí los ojos con miedo, Vasyl y Dusan habían llegado con algunos hombres adonde estaba Miki. Lo rodearon, pero, aun así, podía verlo por entre sus cuerpos. Ambos miraron en mi dirección y sonrieron con malicia y orgullo. Habían ganado la partida y estaban más que contentos por arrebatármelo. Vasyl levantó la pistola en alto y la movió de un lado a otro para que la viese bien, luego apuntó a Miki y disparó.

El arma cayó de su mano justo antes de que su cabeza pisase el asfalto.

—¡Aaah! —grité. Sentí cómo se me desgarraba el alma, cómo mi corazón bombeaba sin cesar para no paralizarse y mis pulmones inhalaban con fuerza para que no me ahogase.

Intenté en vano desprenderme de los brazos de Zoria, que apretó la mandíbula y cerró los ojos con fuerza. No dijo nada. Me empujó adentro del coche y se internó conmigo, agarrándome para que no escapase.

—Pisa a fondo, Pashenka. Que nada te detenga —le dijo Zoria.



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En el texto hay: romance

Editado: 26.11.2020

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