Lágrimas de hielo

2 - Miki

Trece años antes

 

—Es la hora, Mikhail —dijo mi padre entrando en mi habitación.

Asentí con la cabeza. Estaba nervioso para responder. Era el día, era mi día. No quería defraudar a mi padre, no podía.

Después de media hora de camino, el chófer nos dejó enfrente de un gran edificio. Sabía de sobra dónde estábamos, en los juzgados. En realidad, allí se hacían muchas más cosas que impartir justicia y condenar a criminales, también se cubrían y se defendían criminales. Las cinco familias más poderosas estaban esperándonos. Las cinco más las dos que formaban parte de las Tres K. Aquel día la sala sería testigo de otro tipo de condena, aquel día conocerían y jurarían respecto al heredero. Se inclinarían ante Mikhail Korsakov.

Se inclinarían ante mí.

Entramos con paso decidido. Solamente algunos de los hombres de mis padres nos acompañaban vigilando nuestras espaldas. Abrimos la doble puerta y caminamos al centro del estrado. La gente esperaba con paciencia a que mi padre tomase la palabra. No era una sala llena de personas, solamente estaban los justos, los necesarios que debían escuchar con atención. Habría un total de cuarenta, entre padres, hijos, familiares y escoltas.

—Buenos días —saludó mi padre en alto—. Hoy tengo el inmenso placer de presentaros formalmente a mi hijo, Mikhail.

Vi el orgullo en su cara, así como en la de mi abuelo, sentado a mi derecha junto con mis primos y mi tío. Eso no significaba que no me conocieran, al contrario, todo el mundo sabía de mi existencia, pero era un ritual antiguo para honrar al futuro jefe de la mafia rusa. Al cumplir los trece años debían jurarte lealtad, un pacto de honor, respeto y sangre.

—Hoy, en el día de su treceavo cumpleaños, está aquí para recibir el acogimiento que estoy seguro estaréis encantados de darle —continuó mi padre—. Como mi futuro sucesor, debéis jurar lealtad, respeto y obediencia absoluta hacia él.

—Yo seré el primero en hacerlo, con todos mis respetos, Egor, estoy seguro de que Mikhail se convertirá en el mejor jefe que las Tres K haya tenido, y para mí será un honor servirlo —dijo uno de los jefes de las cinco familias, el señor Steklov, el más viejo de todos, íntimo amigo de mi abuelo.

Mi padre asintió y le tendió la mano al señor Steklov cuando subió al estrado. En él había una mesa con los pergaminos esperando a ser firmados por cada uno de los miembros. El señor Steklov lo hizo con el correspondiente a su familia. Al acabar, se produjo un corte en la palma de la mano con el cuchillo que había sobre la mesa y dejó correr una gota de sangre por el papel; de esa forma cerraba su juramento de lealtad hacia mí. Seguido de él fueron el resto de los miembros de las cinco familias, y luego, muy a su pesar, hicieron lo mismo los Kostka y los Kovalenko. Dusan no pudo evitar hacer un comentario acerca de mi liderazgo:

—No creo que las viejas costumbres sean siempre las mejores. Mi hijo podría ser tan buen heredero como Mikhail.

—Los Korsakov son nuestros líderes, nos guían desde hace años. Tendría que ocurrir algo impensable para que el legado saliera de sus manos —le respondió el señor Poliakov, otro de los viejos de las cinco familias.

—Suponemos que no tienes ningún inconveniente respecto a eso, ¿no es así, Dusan? —preguntó otro de los cinco, el señor Berezustki.

—En absoluto. Solo era una sugerencia —respondió el padre de Borak de manera fría.

—Nos gustaría que el joven Korsakov nos probara su valía, que nos convenciese de que no será un cobarde —intervino Vasyl.

—¿Qué quieres que haga el chico exactamente, Kovalenko? —inquirió el padre de Aleksei.

Pertenecía a otra de las cinco familias, los Volkov, pero en ese caso era el padre de Aleksei quien llevaba las riendas desde que su padre murió, unos años atrás.

—Pues mostrarnos de qué material está hecho. Que traigan a uno de los hombres que debemos condenar y que sea tu hijo el que lo juzgue. —Esa vez, Vasyl se dirigió directamente a mi padre.

Él me miró por encima del hombro. Yo, de forma imperceptible, cerré los ojos en señal de asentimiento.

—Si eso es lo que quieres, que traigan a uno —ordenó mi padre.

En menos de quince minutos nuestros hombres llegaron con un hombre encadenado. Tanta rapidez me llevó a pensar que los Kostka y los Kovalenko ya tenían aquello planeado, querían verme flaquear.

Arrojaron el hombre al suelo delante de nosotros. Sin mirar a nadie, bajé las pocas escaleras que me separaban del hombre, me coloqué detrás de él y tiré de su cabello para que alzará su magullado rostro.

—¿De qué se acusa a este hombre, Vasyl? —pregunté en alto.

—Traición. Intentaron robar un cargamento para venderlo a nuestras espaldas —explicó mi padre antes de que el Kovalenko se le adelantase.

—Y ¿de quién exactamente es? Quiero decir…, ¿quién le pagaba? ¿Quién era el responsable de él? —pregunté de nuevo, sin dejarme amedrentar por todos los viejos y sabios ojos que me observaban sin perder detalle.

—Mío. El hombre era mío, Mikhail —respondió Vasyl con una sonrisa arrogante.

—Ahora di, ¿cuál será su condena? —preguntó Dusan.

—¿Por qué lo has hecho? ¿No te pagaban suficiente? —le pregunté al hombre que miraba al frente.

—No es eso —empezó a contestar con la vista fija al frente.

—Mírame cuando te hablo —le ordené—, y contesta.

—Sí, me pagaban bien, pero con lo que ellos ganan me merecía más —respondió seguro de sus palabras.

—¿Qué crees que te harían ellos?

—Torturarme hasta la muerte en el sótano del Hera.

—¿Qué crees que te haré yo?

—Lo mismo —sonó más a afirmación que a pregunta.

—Sí, me gustaría llevarte al Hera para jugar, pero no tengo tiempo.

Sin prisa pero con paso seguro me acerqué a la mesa donde estaban los cuchillos, cogí uno y volví donde se encontraba. Lo sujeté de nuevo del cabello y le levanté la cabeza. Sin temblarme el pulso deslicé la afilada hoja por su garganta. No me importó la sangre, no me importó su mirada, no me importó su vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.