Lágrimas de Medianoche

Capítulo 18: Odio.

Sus ojos zafiro me observan cuidadosamente mientras una sonrisa se asoma en la comisura de sus labios.

—Eres Hermosa, Samantha. —susurra él cuando se ha acercado a donde estoy y me estrecha entres sus brazos.

Sus labios rozan mi mejilla, un toque apenas perceptible y mira a su hermana quien esta enarcando una ceja en nuestra dirección.

—Tú también, mi querida hermana— detalla William y en ese instante, escucho un teléfono celular.

De una cartera sobre del mismo color de su vestido, Beth saca su teléfono y sonríe.

—Los veré allá —dice ella mientras alza ligeramente su vestido y baja las escaleras. Cuando escucho el sonido de la puerta me lanzo hacia la ventana más cercana para ver hacia afuera.

Escucho la risa de Will a mi espalda y  lo ignoro deliberadamente mientras aparto las cortinas.

Veo un chico de cabello rubio, espalda ancha y que creo haberlo visto en los pasillos del instituto.

—Mason, está en último año al igual que Beth— explica Will y me abraza desde atrás. —Es hora de irnos, Sam.

Siento la perdida de su calor cuando se aparta de mi y me ofrece su brazo. Lo tomo y bajamos las escaleras.

Salimos de su casa y William, caballerosamente, abre la puerta de su auto para mi.

Mientras él conduce, su mano se  posa sobre mi rodilla, espero a que pasen unos segundos y tomo su mano, entrelazando nuestros dedos.

Por el rabillo del ojo noto su sonrisa, así que sonrío.

William se estaciona frente a una hermosa casa adosada, antigüas farolas alumbran el jardín delantero y  desde donde estaciona puedo ver, a través de las enormes ventanas de marco cuadrado, las personas moviéndose de un lado al otro en el interior.

Will insiste en abrir la puerta para mi, así que lo dejo, cuando vamos a entrar el enlaza nuestras manos de nuevo.

Entramos y por primera vez, veo a todas las personas del pueblo reunidas.

En la estancia principal, veo a los adultos conversando animadamente entre si y algunas parejas balanceándose en un baile elegante.

Siento que he sido transportada a otra época hasta que William me guía al gran patio trasero y reconozco algunas personas del instituto.

Aquí la música retumba estrepitosamente y he sido traída de nuevo al siglo XXI.

Veo a Hana bailando con Thomas mientras se susurran palabras entre ellos, no son los únicos en la abarrotada pista de baile.

Hay mesas redondas con un centro de mesa que tiene velas en su interior, lo que causa un ambiente acogedor.

Will toma un par de copas de champán cuando un mesero pasa junto a nosotros y me entrega una.

William se inclina y me besa tomándome por sorpresa, sus labios se unen con los míos, sellando nuestro segundo beso.

Cuando se aparta, una sonrisa amenaza con dividir mi rostro hasta que noto a Jane Montezco caminando en nuestra dirección con una mueca de ira ensombreciendo su rostro.

—William, te ves muy elegante —admira ella posando su mano sobre el hombro de Will.

Él se aparta y su brazo serpentea alrededor de mi cintura. Jane me fulmina con la mirada y  noto a Hana caminando hacia mi.

—¡Samantha!—grita ella sobre la musica mientras se acerca y me abraza— Luces bellísimas.

Me tomo un momento para observarla.

—Tú también — digo lo suficientemente alto para que la música no ahogue mi voz.

Veo como Jane se despide y camina hacia un chico alto y delgado. Su vestido palo de rosa vaporoso ondea tras ella.

—Acompañame al baño— pide Hana cuando Jane se ha ido y me arrastra tras ella, sin darme una oportunidad para decirle a Will. Él sonríe en comprensión.

Cuando encontramos los baños, Hana saca un labial rojo de su escote para retocar sus labios y por un instante el miedo se mezcla con la sangre en mis venas.

Tengo un mal presentimiento”

También yo.

—¡Ay, Samantha, siento lástima por ti. Un alma reencarnada sin recuerdos! —dice Hana y un manto negro cubre sus ojos, que están retando a los mios a través de nuestros reflejos en el espejo.

En ese momento entran Jane y... Ryan en el baño, mi corazón palpita velozmente en mi pecho mientras mi respiración se torna irregular.

—Quiero volver a ser humana, Samantha. — ella escupe mi nombre — y tú te interpones en mi camino.




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