Lagrimas de una reyna

Capítulo 3

El sonido de las doncellas arreglando todo la hizo despertar, Flora acomodaba su ropa a un lado mientras las doncellas alistan su baño. 

El agua tibia con pétalos de rosas abrazaron su cuerpo, ella seguía pensando en la noche anterior, y si, estaba bien. 

Si quería vivir esa vida soñada, la vida en paz que quería, debía aceptar el divorcio y alejarse de todos. 

Desde siempre había sido presionada por sus padres, siempre tenía que hacer todo bien, el mejor baile, el mejor bordado, la más hermosa, presionada a dietas tan estrictas que le dejaban débil, pero su espíritu que nunca perdían esperanzas le decía que un día sería libre, libre de poder hacer lo que quiera, libre para poder comer lo que ella quería, pero solo era una muchacha ingenua de 17 años, tenía una vida larga que vivir, una vida para aprender.


Sus pasos resonaron en el piso, Scarlett había salido a los jardines del palacio, Flora hablaba sobre lo hermoso que eran los jardines, ella solo respondía con un vago "si" "es hermoso" estaba más pendiente en observar que escuchar, hermosas flores de distintas formas y olores, cada una más hermosa que la otra. 

Tan absorta estaba en el jardín que no se dio cuenta que había chocado con alguien. 

Gran error, pues había tropezado sobre el jardín, destrozando flores a su paso, no conforme, también su vestido rosa. 

La persona frente a ella ni se molestó en disculparse, solo la veía con una mirada que ella no pudo distinguir. 

- que descuidada, deberías ver por donde caminas - había dicho la persona frente a ella, dejándola callada, no solo a ella, si no a todas las doncellas, quien se creía esa vulgar mujer a hablar de esa manera frente a la princesa y futura reina, flora estaba por gritar, que conozca su lugar, más Scarlett levantando su mano hizo señal para que la ayudase, Flora asustada fue a ayudarla, que descuidada había sido, que vergüenza. 

- quizá andaba distraída pero usted también... - la miró bien, una muchacha alta de cabello castaño, lo sabia, Celestine, hija de un barón no muy importante - Celestine - la mujer frente a ella arrugó su entrecejo. 

- oh no, solo andaba pensando en la grandiosa noche que pasó la princesa - a pesar de que las palabras parecían normales, la expresión de su cara era burlesca, como si se burlase de ella llamándola princesa. 

- no sabía que que una dama podía pronunciar palabras tan vulgares señorita, parecerá alguien del pueblo queriendo hablar de eso siendo la hija de un barón, quiero pensar que realmente no dijo eso Celestine - lentamente vio como la cara de la persona frente a era se puso con una expresión molesta, como si le molestarse que la Scarlett le hablase así, creía que la ahora princesa era una muchachita fácil de manejar, pero cuán equivocada estaba.

 



A medida que pasaban los días, Enrique nunca la fue a visitar, mientras ella se dedicaba a seguir entrenando, pese a tener personas rodeando su entorno, nadie platicaba con ella, estaba sofocada y lo único que la alejaba de esa sofocante monotonía, era la espada, el sonido del metal chocando, el sudor recorriendo su cuerpo, todo era tan, era tan, tan observado por unos ojos negros, ojos que no apartaron la mirada, mientras ella se movía ágil enfrentando a un soldado de maderas, un porte en medio de un campo, el campo de entrenamiento, los ojos la observaban, pese a ser algo rudo, ella era delicada, se movía ágil y delicadamente, su cabello rubio atado a una cola, cualquiera que la viese pensaría en ella como una muchacha delicada, más la fuerza en cada golpe de daba demostraba lo contrario, tanta fue la fuerza que destruyó el leño, dejando al mirón asombrado. 

No era de menos que ella tuviera callos en las manos, pese a su rostro delicado, la belleza suave, sus manos tenían algunos callos, pocas mujeres se habían dedicado a un deporte que requiere fuerza, más a un las nobles, por diversas opiniones entre ellas, el parecer salvaje, nada delicada, machismo, pero la familia de Scarlett había tenido mujeres fuertes, incluso una de ellas, su abuela, había muerto en guerra, a pesar de que su madre no estuvo de acuerdo a que ella manejase la espada, su padre no dio su brazo a torcer, dejándola a duros entrenamientos hasta lograr empuñar bien una espada, y eso era algo que ella agracia, le gustaba más el manejo de la espada que esos bailes.
 




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