Lágrimas y estrellas

Oliver desaparece

«¡¡¡Precaución, contenido delicado: suicidio, autolesiones!!!»

"Y bueno, ¿qué decía? Ah sí, para terminar; lo que sea que pase ahora será solo consecuencia de lo que hagan, tal vez bueno, tal vez malo, me es igual, o de seguro ni siquiera sé si sienta algo ahora, ¿o sí?."

Así terminó la carta que Oliver le había dejado a su hermano, después de seis semanas de negación, por fin Jason había decidido leerla. Aún no podía comprender porqué su hermano se había suicidado, pero bueno, ¿Cómo saberlo con exactitud?

Todo parecía normal. Normal es una palabra extraña, muy rara, la verdad. Un día al llegar a casa del trabajo, Jason notó que algo estaba diferente, una extraña presencia que no era «normal», oh, ¿acaso ésa palabra tiene cabida? Al parecer sí. En fin. Por lo general al llegar a casa siempre estaba solo, hasta que Oliver llegara del trabajo, pero era evidente que él ya había llegado, pues Jason se percató de su mochila, tirada cerca del perchero, algo inusual verdaderamente, después de todo Oliver era muy metódico, a veces hasta eludia a la tranquilidad yendo de aquí a allá limpiando el desorden.

Pequeños detalles.

Ligeras migas de pan que dan a entender señales, ésas evidentes solo para los que miran sin mirar, pero que conocen lo suficiente.

Pero esto fue solo un flash, una centella que llegó y se fue. Qué más daba que Oliver hubiese dejado tirada su mochila, es algo estúpido, por lo que Jason siguió su trayecto a la cocina para beber un par de vasos de agua, de todas maneras no había gran cosa en la cocina; los estantes hallabánse vacíos, y el refrigerador se mostrada burlonamente hambriento. Pero había algo más, sí. Jason lo sabía, una ligera disconformidad en su alma o mente o lo que sea, podría haber sido la alarma interna de todo ser humano. Algo andaba mal.

Pensó en llamar a su hermano, preguntar tal vez si estaba allí, pero era obvio, él estaba ahí, Oliver jamás salía sin su mochila, tanto era su cariño hacia la pobre y desgarbada que hasta tenía un nombre; Nautilo, sí. ¿Extraño?: seguramente. Pero así le gustaba a él. Jason sabía que a su hermano menor le interesaban muchas cosas, tantas que no sabía siquiera la tercer parte de ellas, pero aunque era "excéntrico", Jason lo quería lo suficiente como para saber si algo andaba mal, ¿verdad?

Fue a su habitación y pensó en entrar sin tocar, cómo antaño, pero se detuvo, las personas se vuelven complicadas, y entrar sin tocar la puerta se vuelve un crimen inconcebible a veces.

Pero, silencio... Hay música, está amortiguada, pero ahí está. Era una de ésas canciones que Oliver escucha, ésas canciones locas. También se puede distinguir el sonido del agua al correr. Sí, Oliver está en el baño. Pero vamos, ¿por qué no asegurarse? Jason se sentía insólitamente nervioso, algo anormal, pues vivía con su hermano desde que tenía memoria, y no era la primera vez que Oliver llegaba antes que él.

«Pero la mochila estaba en el suelo» se dijo.

Había perlas de sudor en su frente, un paranormal sudor frio, cómo lágrimas de un esquimal en medio de una ventisca, ¿tal vez? Por alguna maravillosa razón sonreía, no era una sonrisa espléndida, pero una sonrisa después de todo, y era más bien... De miedo.

Frente a la puerta del baño era obvio que Oliver estaba oyendo música.

«Jamás se ducha sin música» pensó.

Ésa era una inalienable verdad, Oliver pensaba que la música era el idioma universal que todos necesitaban, música de verdad, de ésa que erisa la piel.

Pero, él jamás deja abierta la ducha tanto tiempo, era muy ahorrador, demasiado, en ocasiones molestaba mucho eso: "No malgastes agua, muchos no tienen", " No dejes encendido eso, la electricidad es un recurso que no se recupera", y etcétera y etcétera.

Como dije; pequeños detalles.

—Hermanito, ya llegué —se oyó decir en voz alta. Pero no hubo respuesta.

Últimamente no habían muchas respuestas de Oliver, era como un fantasma, de esos que hacen acto de presencia muy pocas veces, por lo que al invocarlo en muchas ocasiones no recibías respuesta. Sin embargo, esta vez era diferente.

Pequeñísimos detalles. Mochila. Suelo. Agua. Derroche. Extraño. Extraño...

Jason decidió probar tocando la puerta, pero solo había música y agua fluyendo —Oliver, ehm, te parece si vamos a comprar algo de comer, anda, como antes, ¿sí?— agua y música, nada más—, vamos, hermanito, si quieres te espero. Hoy me pagaron... Podemos ir juntos a la librería, ¿Qué tal?

Jason forzaba su buen ánimo, pero, cualquiera en sus cabales habría notado ése ligero vaivén en el tono de voz, ése miedo irregular tomando control.

—¡¿Oliver, estás bien?! — tocaba la puerta con fuerza y rapidez, era eso, el miedo, como un titiritero malévolo, adueñándose de todos— ¡Oliver habla, abre la puerta, malditasea!

El acto se prolongó por unos diez minutos, hasta que ya no pudo aguantar más y, sin ver más remedio, buscó un cuchillo de la cocina para forzar la puerta. Miles de cosas pasaban por la mente de Jason, miles de millones de cosas extrañas y descabelladas.

«Tal vez se resbaló y se golpeó la cabeza, ¿Y si le dio algún tipo de cosa cerebral? Dios mío»

Pero no era eso. Nada de eso.

Jason no tenía idea, y pensando lo peor, abrió la puerta de par en par, y allí estaba él, sentado.

Tenía puestos sus tenis negros, sus favoritos, sus jeans azules que usaba para ocasiones especiales, la camiseta negra de algodón que adoraba, y su camisa azul para los días bonitos... Estaba arremangada. Su rostro blanco, tenía los ojos cerrados, y el cabello castaño oscuro le caía en un mechón ondulado hasta el ojo derecho, era guapo, un tanto. Su ropa estaba mojada, el cabello también un poco, pero más su ropa, se hallaba en la ducha, mas el agua no le caía directamente. Se escuchaba la musica desde su teléfono celular que estaba puesto sobre la tapa del excusado. En sus piernas tenía un par de hojillas de afeitar, y también una navaja manchada de sangre, ésa misma sangre que ya estaba coaguládose y se iba junto al agua de la ducha. Sus venas abiertas ya no dejaban salir más sangre, secas del líquido vital, se hallaban ahora lastímeramente rojizas y renegrida debido a la coagulación; acto intrínseco del cuerpo en su lucha biológica por mantenerse vivo, aunque notábase la penosa derrota del sistema ante tal agravio.



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En el texto hay: fantasia, cuento, drama amor

Editado: 25.07.2024

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