Lágrimas y estrellas

El Pescador y El Pelícano.

El sol sale temprano en la costa, y las nubes se despejan en las playas. Los pescadores en su afán se embarcan mar adentro, no sin antes desemperezarse, despedirse de sus familias y meterse de lleno en sus tareas diarias de buscar peces, de lanzar y lanzar redes al altamar. Todos siempre igual, todos siempre al unísono, cada cual haciendo lo mismo por llevar un plato de comida a sus hogares.

Pues así trabajan cada día, sin cambios, sin alteraciones, solo mojándose, su piel arrugándose por la sal marina, sus ojos enrojecidos por el agua, sus cuerpos ennegrecidos por el sol.

La gaviota de una de las ventanas de las casas de la playa grazno alegremente, despertando así a un muchacho que dormía tranquilamente bajo su techo de paja, vivía allí solo, sin padres, sin familia, solo ahí con su propia compañía, pero no se sentía solo, conocía a cada uno de los pescadores de la playa, y se había hecho amigo de bastantes, les ayudaba en la pesca, y a cambio le daban cinco pescados y un par de monedas a la semana. Era suficiente para él.

Miro por la ventana, que era en este caso no más que un agujero mas hecho, veíase por el la magnífica voluntad de las aguas, el sol asomabase como un impertinente por las lejanías, las olas danzando con fresco aire salado.

Se levantó así el muchacho y rápidamente busco bajo su cama, oculto en un bolso de harapos, el dinero que había ahorrado durante varios años, podría, por fin, comprar un bote para él solo, así el solo iría a pescar, vendería su mercancía, no trabajaría para nadie, sería su propio jefe. Tantos años de no comer bien, de saborear solo el atún y las sardinas por años, solo para guardar dinero para esta acción. Valdría por fin la pena.

Así pues, luego de guardar el saquito de dinero en uno de sus bolsillos de su harapiento pantalón. Antes de salir dio un mordisco a un filete de pescado que había bañado con sal y luego secado al sol.

Se le había hecho tarde, y por eso iba corriendo al muelle, pero luego el rebotar de las monedas en su bolsillo le recordaron que ya no tendría que llegar tarde, pues el pondría el horario. Así que paro de improvisto y se dirigió a la tienda de pesca que estaba cerca del muelle, pocas veces había entrado allí, en aquellas escasas ocasiones en que algún pescador le pedía que comprase alguna red. Pero ahora iría allí a comprar algo para él, con su dinero, algo que solo usaría cuando quisiera, sin ordenes o permisos.

Entro así en la tienda de pesca, y su mirada se fijó en un bote mediano, pintado de blanco, se veía simple, y fue directamente hacia el vendedor, y seguidamente después de saludarlo le pregunto el precio.

-¿Disculpa jovencito?, ¿se supone que tu compraras ese bote? –pregunto el vendedor despectivamente con una sonrisa en su rostro.

El muchacho al ver este gesto se sintió ofendido, y sacando de su pantalón el bolso con dinero, lo puso en frente del vendedor, que no ignoro el sonido de las monedas.

-Quiero ese bote, señor. –dijo el muchacho apuntando al bote blanco.

El vendedor sabía que había mucho más dinero que el que costeaba el bote en aquella bolsa. Pero, fingiendo que el dinero estaba completo, y le dijo con una sonrisa:

-Tómalo pues, es tuyo ya.

-Muchas gracias buen señor –dijo el muchacho con una sonrisa de oreja a oreja.

Fue, pues, en busca de su soñado bote, y sin ayuda de nadie, comenzó a arrastrarlo fuera del comercio.

Pidió luego ayuda a un hombre en una carreta que pasaba por allí, el desconocido accedió de buena gana y el muchacho como pudo subió el bote a la parte trasera de la carreta, el hombre, pues, hizo a su buey avanzar, suerte era, ya que se dirigía hacia el muelle.

El muchacho no presto atención a los pescadores que lo miraban mientras arrastraba su bote al mar, el no dejaba de sonreír, y el esfuerzo que hacia al empujar el bote por la arena no le importaba, pues estaba feliz como nunca.

Ya en el muelle, atado el bote al mismo, y comenzó su labor de volverlo suyo por completo.

Pinto en el bote con pintura verde que encontró por allí, Lo siguiente:

El Atún errante.

Corrió a su casa, y de allí se trajo las redes que había tejido el mismo, la caña de pescar, el balde de madera, y quien sabe que otros artilugios.

Y así se embarcó mar adentro, en busca de peces.

Pero algo se le había olvidado al muchacho, todas las áreas eran cubiertas por otros pescadores, y estos, eran sus territorios, no lo dejarían pescar allí, ya que les podría hacer disminuir la pesca.

Así que remo y remo, hasta poder encontrar un lugar donde pudiese pescar en paz.

El primer lugar se veía tranquilo, no había pescadores cerca, y estaba todo calmo, se instaló pues, allí. Pero minutos más tarde un pescador llego, y le indico que ese era su lugar desde hacía ya veinte años. El muchacho obedeció y remando tranquilamente se fue.

El segundo lugar véase un tanto inquieto, pues habían muchas gaviotas, y el muchacho ni siquiera lo pensó dos veces, y, tomando su remo se fue rápidamente.

Fue en el tercer lugar en el que vio que todo estaba bien, pues no había pescadores cerca, y no había gaviotas, el mar se habría a sus anchas magnitudes, y la playa se hallaba bastante lejos, pero el sabia regresar. Cuando se disponía a sacar sus redes, sintió algo rozar el fondo de su bote nuevo, se asomó por un costado, y no vio nada en las claras aguas, así que volvió a su labor. Por segunda vez sintió el movimiento debajo del bote, y se volvió a asomar por otro lado; nada. Volvió otra vez a su labor, no sin sentir una extraña sensación de nerviosismo. La tercera vez fue un golpe al bote la que le llamo la atención, así que rápidamente se asomó por un costado, y nada, pero esta vez no volvió a su labor, solo se quedó allí mirando.



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En el texto hay: fantasia, cuento, drama amor

Editado: 25.07.2024

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