Han pasado dos semanas desde aquella noche y siendo sincera, no me he olvidado del señor guapo del antro.
Su cara, su sonrisa, sus brazos, son tan uff. Okay, tranquila, Lia.
Es muy difícil. Siempre me estoy distrayendo con esto y cuando menos lo espero, ya me estoy acordando de esa maravillosa noche.
—¡Lia!
Justo cómo ahora...
—Perdón, he estado muy distraída últimamente –dije con pena–.
—Eso he notado. ¿Qué es lo que te ocurre? ¿Algo te preocupa?
—No es eso Jonhy, es solo que he estado pensando en la noche que fuimos al bar.
—Oh, el viejo sabroso del antro.
—Sí, ese –dije riendo–.
Claro que mis amigos saben de él. A ellos les cuento varias de mis cosas, y además, recibí una constante presión con preguntas las 24 horas del día para decirles lo que pasó.
—¿Y qué con él?
—No he podido dejar de pensar en esa noche, creo que realmente me gustó, pero me siento confundida porque es mayor. La verdad tampoco me deja de dar risa el momento en el cual me dijo que tiene 32 años, estaba bien paniqueada –ambos reímos–.
—No está mal Lia, o sea, el que te guste alguien mayor, así que te valga madres la edad o lo que piensen los demás.
—Awww, gracias Jonhy. Me conmueven tus palabras, pero no tengo dinero –dije bromeando–.
—Chales, iba a pedirte unas galletas –reímos de nuevo– pero ya hablando enserio, estoy seguro de que lo verás algún dia de nuevo, aunque tampoco es como si lo volvieras a ver justamente hoy, ¿o si?
—Tienes razón –dije resignada a la esperanza de tal vez no volver a ver al asiático–
¿De verdad era así?...
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Sentía una gran sensación de satisfacción porque por fin la jornada de clases había terminado.
Es viernes, salimos temprano y estoy muy agradecida de que no haya mucho calor porque lo detesto demasiado y lo repudio tres mil veces.
—¿Vamos a la plaza cristal?, aprovechando que salimos temprano y es viernes –propuso Fanny–.
—Sí, vamos chicos –le siguió Ferni– Además, no tenemos tarea.
—Bueno, vamos. Solo dejen pido permiso –dije marcando el número de mi papá y apartandome un poco del grupo–.
—¿Hasta qué hora estaremos ahí?
—Ponle que hasta las 04:00 o 05:00 de la tarde y comemos pizza si quieren.
—Yo paso, no tengo dinero– dijo Annie–.
—No importa, yo pago por ti, es más, hay que hacer esto; quienes tengamos dinero, nos cooperamos y compramos la comida –sugirió Fanny–.
—El chiste es que vayamos todos –le siguió omma JoseMa–.
—Esta bien –aceptó Annie–.
—¡Listo!, tengo permiso pero tengo que pasar a sacar dinero en el cajero –dije regresando a ellos–.
—Achu, andas millonaria. Ya me vas a poder comprar mis galletas –bromea Johny–.
—Mi dinero es para comer, no para desperdiciarlo –le sigo la broma–.
—Ah que culera~ –corearon todos y se rieron–.
—No es cierto, amigo, te compraré un chocolate por lo menos, para que ya no molestes. Pobre de Fanny que tiene que aguantarte como su novio.
—¡Hey! –reprochó él y Fanny solo rió–.
—Bueno, ya vamos caminando porque aquí parados no vamos a llegar –dijo Ferni–.
Todos asentimos y empezamos a caminar. Realmente, la plaza no queda lejos, está como a cuatro cuadras de la universidad.
Y si piensan que me pase de lanza con Johny, ese solo es el comienzo, ja. Así nos llevamos entre todos.
De verdad los quiero mucho, desde que los conocí han sido una parte muy importante para mi vida. Me han aceptado por como soy, han sacado lo mejor de mi y me han ayudado demasiado cuando tengo problemas con mis padres.
—Bueno, hemos llegado –dice JoseMa–.
—Bien, iré al cajero. Ustedes vayan apartando una mesa y pidiendo –avisé a todos–.
—Iré contigo, Lia. No quiero que vayas sola –me dijo Annie–.
—Esta bien. Los vemos en unos minutos chicos –dije–.
Nos despedimos por un momento para ir al cajero y una vez que retiré el dinero e íbamos de regreso al área de comida, me pareció verlo otra vez. Justin Lee. Me tallé los ojos para ver si no estaba alucinando, pero no vi nada. Definitivamente estoy alucinando con él y eso significa que estoy completamente jodida.
Oigan, creo que sí me quede flechada con el treintón asiático como si fuera amor a primera vista...
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—¿Ya se tienen que ir o nos hacemos más pendejos un rato? –propuso bromeando Fanny–.
—Voto por la segunda opción –dijo Ferni–.
—Por tres –le siguió Annie y luego los restantes, excepto yo–.
Realmente me empezaba a cuestionar qué demonios me pasaba con el mismo tema que no me ha dejado en paz las últimas dos malditas semanas.
Me empezaba a preocupar de más, no soy así. Ya ni con los tres idiotas que me tocaron como ligue antes me ponía así.
—Lia, ¿Te sucede algo? –me preguntó JoseMa–.
—¿Eh? No, solo me distraje un poco –respondí aún distraída. Tenía un raro presentimiento–.
—Has estado distraída desde que empezamos a comer. Mi instinto de madre y amigo no me falla. ¿Segura que no te preocupa nada?
—Estoy bien. Solo me pareció ver a alguien que conozco, pero creo que fue mi imaginación.
—Adivino, ¿están alucinando con el treintón del bar? –intervino Annie–.
Atrapada, ja.
—No les volveré a decir nada. No han dejado de molestarme con eso cuando ni al caso.
—Ay ajá. Tú misma me dijiste que te gustaba ese viejo sabroso –dijo Jonhy–.
No se ustedes, pero a mi sí me da risa los diversos apodos que le ponen al wey.
—Cállate, Jonhy, o voy a aplastar tu cara con mi puño –contesté a la defensiva. Me estaba poniendo nerviosa y sonrojada–.
—¿Ves como te pones?, no hace falta ocultarlo, Lia, admite que te mueres por ese bombón y que lo quieres volver a besar.
—Te ganaste un boleto VIP al infierno.