La mesa para dos se llenó de un silencio un poco incomodo. Solo eran miradas entre los dos.
Verán, después de haber chocado con el asiático, me invitó un café y ahora estamos sentados sin saber qué decir.
¿Debería romper el silencio yo primero?
—¿Y cómo has estado? –preguntamos al mismo tiempo, provocando que los dos riéramos bajo–.
—Habla tú primero, por favor –me dijo y asentí–.
—Pues, me ha ido bien. Todo normal.
Mentira, si superas que no dejaba de pensar en ti.
—Me alegro mucho. Conmigo igual, trabajo y trabajo. Todo bien.
—Me da mucho gusto saber eso –le sonreí–.
Otra vez ese silencio... Oh vamos Lia, no dejes que se te escape de nuevo.
—¿Y qué hacías aquí?, si no te molesta la pregunta, claro –hablé para no volver a caer en silencio–.
—Estaba comprando algunos obsequios para mi hermano. Cumple años el doming.
—Oh ya veo. ¿Así que tienes un hermano?
—Sí, es el mayor. ¿Y tu?, ¿Realmente te dan ganas de orinar cuándo haces coraje? –dijo lo ultimo bromeando–.
—En primera, estaba con mis amigos disfrutando del día. Segunda, eso no es cierto. Mi amigo me estaba molestando y solo dije algo incoherente –me defendí–.
Dios, que vergüenza. Que me trague la tierra.
—A mi me pareció gracioso. Definitivamente no me conviene hacerte enojar.
—Cállate –dije con pena y él se rio. Maldito–.
—Tranquila, solo estoy jugando. I'd never say anything to hurt you –dijo dándome una sonrisa. Ay cosita linda–.
—I know, and thanks for that, but that wasn't funny –respondí intentando no hacer el ridículo con mi inglés de quinta–.
—Oh vaya, vaya, mi querida Lia. Resultaste ser bilingüe.
—De hecho soy una políglota en proceso.
—¿Ah si? –asentí– Interesante, ¿cuántos idiomas estás aprendiendo?
—Hasta ahorita, solo inglés y francés. Mas adelante aprenderé italiano, y además, tengo pensado aprender coreano a la par del italiano.
—¿Pero es por tu carrera o es por hobbie?
—Es por la carrera, idiomas. ¿Y tú que estudiaste o en qué trabajas? –pregunté curiosa–.
—Trabajo en una de las empresas de mis padres. Estudié negocios, en California.
—¿Y cómo es que estás aquí en México hablando muy bien el español?
—Es una larga historia y me encantaría contártela, pero tengo una junta en el trabajo dentro de una hora y debo ser puntual –dijo levantándose de su asiento–.
—Claro –imité su acción– Me dio mucho gusto verte de nuevo. Cuídate mucho y suerte –dije mientras le dedicaba una sonrisa–.
Agarré mi mochila e iba a emprender mi camino, pero me detuvo llamándome por mi nombre, haciendo que yo volteara a verlo.
—Esta vez me gustaría volver a verte y si a ti no te molesta, claro, ¿qué te parece si me das tu numero y yo te mando mensaje cuando me desocupe? –me dio su celular para apuntar mi numero, cosa que inmediatamente hice. No iba a desaprovechar la oportunidad–.
—Aquí tienes –dije devolviéndole el celular–.
—Okay. Yo te mando mensaje –me sonrió–.
—De acuerdo. Hasta pronto Justin.
—Hasta pronto Lia.
Y así cada quien agarró su camino para salir de la plaza. Por supuesto que estoy más que ansiosa, acabo
Si así esta nuestra querida protagonista con una salida, imagínense como se pondrá si se entera de que nuestro querido Justin no solo la registro en su celular como "Lia".
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Seguía esperando su mensaje. Mentiría si dijera que no he estado pegada al celular desde llegué a mi casa, simplemente no puedo.
Esperen... ¿Y si no me habla nunca?, ¿Y si ya no me quiere volver a ver?, ¿Y si solo quiere jugar conmigo?
No, no, no, otra vez con las inseguridades. Calma Lia, calma. Sí te va a hablar, él lo dijo. Calma.
Y como si estuviese manifestando, mi celular sonó dándome el aviso de que recién me llegó un mensaje.
Rápidamente tomo el celular y... ¡Ahuevo!, ¡Sí me habló!
𝘋𝘦𝘴𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘪𝘥𝘰.
—𝙷𝚘𝚕𝚊 𝙻𝚒𝚊. 𝚂𝚘𝚢 𝙹𝚞𝚜𝚝𝚒𝚗. ¿𝙻𝚕𝚎𝚐𝚊𝚜𝚝𝚎 𝚌𝚘𝚗 𝚋𝚒𝚎𝚗 𝚊 𝚌𝚊𝚜𝚊?
Estoy saltando como loca. Ya cálmate Lia, pareces una puberta enamorada en pleno desarrollo.
𝘓𝘪𝘢.
—𝙷𝚘𝚕𝚊, 𝙹𝚞𝚜𝚝𝚒𝚗.
—¿𝚃𝚘𝚍𝚘 𝚋𝚒𝚎𝚗 𝚌𝚘𝚗 𝚝𝚞 𝚓𝚞𝚗𝚝𝚊?
𝘑𝘶𝘴𝘵𝘪𝘯.
—𝚃𝚘𝚍𝚘 𝚙𝚎𝚛𝚏𝚎𝚌𝚝𝚘.
𝘓𝘪𝘢.
—𝙼𝚎 𝚊𝚕𝚎𝚐𝚛𝚘 𝚖𝚞𝚌𝚑𝚘 :))
𝘑𝘶𝘴𝘵𝘪𝘯.
—¿𝚈 𝚝𝚘𝚍𝚘 𝚋𝚒𝚎𝚗 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚒𝚐𝚘?
—¿𝙻𝚕𝚎𝚐𝚊𝚜𝚝𝚎 𝚌𝚘𝚗 𝚋𝚒𝚎𝚗 𝚊 𝚝𝚞 𝚌𝚊𝚜𝚊?
𝘓𝘪𝘢.
—𝚂í, 𝚗𝚘 𝚝𝚎 𝚙𝚛𝚎𝚘𝚌𝚞𝚙𝚎𝚜.
Estuvimos mensajeandonos por horas y no sirve de nada mentir para decir que no estoy feliz por hablar con él después de las dos semanas que estuve pensándolo.
Ay Lia, ya te enculaste. Cómo te encanta valer madres.
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—¡Lia! –me gritaron, cosa que me asustó porque iba distraída en mis pensamientos... o celular–.
—¿Qué pasó? –pregunté–.
—Te estoy hablando desde hace un pasillo y no me haces caso –dijo molesta Ferni–.
—Lo siento, ¿qué pasó?
—Déjala, ¿que no ves que está hablando con su sugar? –intervino Annie bromeando–.
—Ningún sugar, no inventes cosas –me defendí–.
—Desde que se intercambiaron números no has dejado de hablar con él. Todos los días te veo con ese celular, ni a las clases les pones atención –me regañó–.
—Sí, mamá. Perdón –bromee–.
Y era cierto. Han pasado días y nosotros hemos estado hablando seguido sobre cualquier cosa, nuestros gustos, anécdotas, chismes. ¿Sabían que cuándo él era niño se andaba ahogando y casi se nos va a otro mundo? Ja, me pasó algo parecido.
Parecido: por casi no nazco. Rio para no llorar.
—Ese tal Justin no me da buena espina –continuó Ferni– primero que no te quitaba la mirada de encima en el antro, luego aparece en la plaza y te pide tu número.
—Tranquila, tan solo fue coincidencia. Prefiero esto a que mis padres me presenten otra vez a un chico sin mi opinión.
—¿Como Dominic?
—Exacto –respondí–.