𝗣𝗼𝘃. 𝗟𝗶𝗮:
Han pasado dos días desde la última salida y él no me ha mandado mensaje, lo que tristemente me hace pensar que le aburrí y no quiere volver a verme.
No sé qué pasó, qué hice mal o qué dije mal, o si solamente estoy paranoica y él realmente tenía una urgencia laboral.
Mi cabeza le daba vueltas y vueltas al asunto, incluso en clases.
—Hola, Lia –dijo el fenómeno llegando a interrumpir mi paz. Bueno, poca paz–.
—¿Ahora qué quieres, Dominic? ¿No ves que estoy ocupada? –cuestioné fastidiada–.
—Yo no te veo ocupada.
—Claro que lo estoy. Estoy ocupada viendo el cielo y descansando de todo lo desesperante, como tú.
—¿Por qué siempre eres mala conmigo? –preguntó quejándose– Yo te quiero para bien.
—Y ese es el problema –contesté– Yo no te quiero ni como amigo y no sé qué hacer para que lo entiendas de una vez por todas.
—Pero yo sé que algún día podrás quererme como yo a ti. Soy guapo, fiel, tengo estabilidad económica y tus padres me adoran.
Y el wey seguía y seguía.
—A ver, Dominic. No te considero guapo y no creo que seas fiel porque sé que tu historial negativo es más grande que el malecón de Mazatlán. Si tienes dinero es gracias a tus padres, no es que tú lo generes y hasta donde yo sé, lo que te dan solo te lo gastas en pura fiesta y alcohol. Además, lo que más me molesta de ti, es que andes de lamebotas con mis padres y les ruegues para que me convenzan de estar contigo. Por esto y por mucho más es que no quiero ni respirar el mismo aire que tú, ¿Te queda claro ya? –dije despiadadamente–.
¿Me importa lo que pudo sentir? No.
¿Me quité un peso de encima al liberar tanto coraje? Sí.
Vi como su cara ofendida cambiaba a una que reflejaba molestia. Bastante molestia, diría yo. Pero como ya dije, no me importa.
—Algún día te darás cuenta de que soy lo mejor para ti y desearás que te suplique de nuevo –advirtió–.
—Sí, lo que digas, Dominic. Si me disculpas, tengo que ir a clases –dije con sarcasmo lo último para empezar a caminar hacia mi salón de clases y dejar atrás al fenómeno–.
Lo único en lo que pienso ahora es en Justin. Él y solo él.
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—Hola, hija. ¿Cómo te fue hoy? –dijo mi madre al verme entrar a la casa–.
—Bien, mamá –contesté–.
—¿Quieres comer?
—Sí, por favor.
Empezamos una conversación tranquila y sin ningún tipo de inconveniente hasta que...
—¿Y qué tal van las cosas con Dominic?
Carajo, la conversación iba tan bien.
—¿Cómo que qué tal van las cosas? No hay nada entre nosotros.
—¿Cuándo le darás una oportunidad, hija?
—Nunca, ni muerta. Y antes de que me digas algo al respecto, tengo mucha tarea que hacer, así que iré a mi habitación –dije al ver que estaba dispuesta a regañarme, pero al saber que "tengo tarea" no dijo nada–.
¿Qué les habrá hecho el fenómeno a mis padres para que lo quieran tanto?
Una vez en mi habitación, cerré la puerta con seguro y me puse a hacer apuntes de las clases de hoy. "Dancing Queen" de ABBA se escuchaba desde mi celular mientras yo cantaba a casi todo pulmón la letra de la canción, ya que es una de mis favoritas.
De pronto llega una notificación que indica un mensaje. Lo abro sin ver bien el dueño de este y al analizarlo me sorprendo a la vez que me emociono.
𝘑𝘶𝘴𝘵𝘪𝘯
—𝙷𝚘𝚕𝚊, 𝙻𝚒𝚊, ¿𝙲ó𝚖𝚘 𝚑𝚊𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚍𝚘?
¡Es él! ¡Por fin me habló! Pensé que ya no tenía interés en mí.
Rápidamente contesto emocionada un:
𝘓𝘪𝘢
—𝙷𝚘𝚕𝚊, 𝙹𝚞𝚜𝚝𝚒𝚗. 𝙷𝚎 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚍𝚘 𝚋𝚒𝚎𝚗, ¿𝚈 𝚝ú?
—¿𝚃𝚘𝚍𝚘 𝚋𝚒𝚎𝚗?
𝘑𝘶𝘴𝘵𝘪𝘯
—𝙼𝚎 𝚊𝚕𝚎𝚐𝚛𝚘 𝚖𝚞𝚌𝚑𝚘. 𝙴𝚜𝚝𝚘𝚢 𝚖𝚞𝚢 𝚊𝚙𝚎𝚗𝚊𝚍𝚘 𝚙𝚘𝚛 𝚑𝚊𝚋𝚎𝚛𝚝𝚎 𝚍𝚎𝚓𝚊𝚍𝚘 𝚎𝚕 𝚘𝚝𝚛𝚘 𝚍í𝚊 𝚢 𝚖á𝚜 𝚙𝚘𝚛 𝚗𝚘 𝚑𝚊𝚋𝚎𝚛𝚝𝚎 𝚑𝚊𝚋𝚕𝚊𝚍𝚘 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞é𝚜.
𝘓𝘪𝘢
—𝙽𝚘 𝚝𝚎 𝚙𝚛𝚎𝚘𝚌𝚞𝚙𝚎𝚜, 𝚢𝚘 𝚎𝚗𝚝𝚒𝚎𝚗𝚍𝚘.
𝘑𝘶𝘴𝘵𝘪𝘯
—¿𝚃𝚎 𝚙𝚊𝚛𝚎𝚌𝚎 𝚜𝚒 𝚗𝚘𝚜 𝚟𝚎𝚖𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚗𝚞𝚎𝚟𝚘?
—𝙿𝚛𝚘𝚖𝚎𝚝𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚜𝚝𝚊 𝚟𝚎𝚣 𝚗𝚘 𝚑𝚊𝚋𝚛á 𝚒𝚗𝚝𝚎𝚛𝚛𝚞𝚙𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜.
𝘓𝘪𝘢
—𝙾𝚔𝚊𝚢. 𝙴𝚜𝚝á 𝚋𝚒𝚎𝚗.
—¿𝙲𝚞á𝚗𝚍𝚘 𝚢 𝚍ó𝚗𝚍𝚎?
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01:00 pm.
Y aquí vamos de nuevo. Acordamos vernos este sábado por la tarde en la laguna mariposa donde, valga la redundancia, había hermosas mariposas de muchos tipos. Es uno de los atractivos turísticos locales más bonitos, pero lamentablemente no me pagan por promocionar.
Agarré mis cosas y me pinté los labios de nuevo con un poco de gloss, para bajar hacia la sala de estar y despedirme de mi madre.
—Cuídate mucho, hija. Diles a los chicos que a ver cuando vienen a la casa –sonrió–.
—Sí, mamá –dije devolviéndole la sonrisa–.
Salí de mi casa camino a agarrar un bus que me llevaría al lugar de encuentro para "ver a mis amigos" y así hacer una tarea de la universidad, tal como se lo había dicho a mis padres. Que bueno, técnicamente no era mentira. Sí tenía una tarea que hacer en equipo, pero teníamos más tiempo, y claro que tal vez y solo tal vez me toparía a los tortolitos de Fanny y Jonhy, ya que tenían un cita en ese lugar.
Tal vez se preguntarán: ¿Y mi padre?, pues él se la pasa trabajando y muchas veces sus horarios de trabajo no coinciden con los míos escolares. Sin embargo, a veces me manda mensajes de "buenos días, hija. Suerte en la escuela", y otras veces mensajes no tan agradables como un "Hija, Dominic y su familia irán a la casa. No hagas planes".
Pero eso no es lo que importa aquí. Lo que verdaderamente importa es que estoy tan nerviosa que mis piernas tiemblan mientras voy en el camión. Me miraba a mi misma a cada rato en un pequeño espejo que traigo, preocupandome en si me veo presentable o bonita.
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02:10 pm.
Llegué al lugar con el doble de nervios que antes. Creo que me precipité mucho, ya que llegué diez minutos antes.