𝗣𝗼𝘃. 𝗝𝘂𝘀𝘁𝗶𝗻:
La preocupación me consumía al mil por cada segundo que pasaba en la sala de juicio. Tuve que dejar a la chica que me gusta el día de ayer solo por una estupidez de esos socios.
—Damas y caballeros, he decidido que los socios de la compañía "Entreprise Communicative" son culpables de todos los cargos y tendrán que pagar la gran suma de cuatrocientos cincuenta mil trillones a la empresa "Lee's corporative", que está a nombre del señor Justin Lee –dijo el juez del caso–.
Suspiro alegre y le doy un gran abrazo a Daniel, quien se lució al defender nuestro caso de una manera increíble.
—Felicidades, hermano. Ganamos –dijo él alegre–.
—Ganamos gracias a ti, amigo. Vamos por un café, yo invito –le propuse, a lo que él gustoso aceptó–
Al día siguiente, me encontraba en mi oficina como de costumbre, volviendo a mis actividades laborales de siempre después del juicio.
—Hola –dijo Daniel entrando a mi oficina–.
Este parece que trabaja aquí y no en otro lado, já. Pero no lo juzgo, ya que soy de las únicas personas que tiene en la vida.
—Hola –saludé– ¿No tenías casos que atender?
—Voy llegando y ya me estás corriendo –bromeó sentándose en el sofá–.
—No, solo pregunto –reí–.
—Ah, sí. Tengo que trabajar en uno muy especial.
—¿Y por qué especial? –pregunté–.
—Porque tiene que ver con niños. Sabes que por lo regular no tomo casos en los que los niños estén involucrados, pero este caso realmente me conmovió –contó–.
—Oh, ya veo. Te irá bien, hermano.
—Gracias. Oye, ¿y qué pasó con Lia? –preguntó–.
Cierto, ella...
—Pues... no he hablado con ella –contesté–.
—¿Por qué? ¿No que te gustaba?
—Sí, pero me puse a pensar demasiado en todo esto. No tengo malas intenciones con ella, lo sabes, y sé también que ya no es menor de edad. Incluso para su edad es madura, pero aún así hay una gran diferencia de edad. Y eso no es lo peor, ella aún vive con sus padres y las veces que he salido con ella, de seguro les mintió para hacerlo. Y realmente yo no sé cómo sean sus padres –dije inseguro. Ella de verdad me importa–.
—Calma, amigo. Sé que es difícil, pero si ustedes se aman, podrán vencerlo todo juntos.
—Y eso es otra cosa, ¿Y si ella no me quiere?
—Entonces conquistala –contestó– Tú mismo lo dijiste, no tienes malas intenciones con ella, y no es como que seas un depravado, te conozco muy bien. Lo suficiente como para saber que si no haces algo al respecto, tus sentimientos te van a consumir lentamente, haciéndote sufrir porque no sabes lo que quieres hacer. Piensalo, o la conquistas o la olvidas.
—¿Y si al final ella no me quiere? ¿Y si al final no podemos estar juntos?
—Al menos lo intentaste, pero no lo pienses mucho y mandale mensaje primero. La pobre ha de estar pensando lo peor por no saber de ti.
—¿Enserio lo crees?
—Claro. Mandale mensaje en lo que traigo café –dijo levantándose de su asiento, para después salir de mi oficina–.
Al verlo salir del lugar, pensé unos minutos sobre qué debía hacer, o lo que quería hacer mejor dicho.
Sobé mi sien y respiré hondo hasta que por fin decidí dejar de darle tantas vueltas al asunto. Agarré mi celular y busqué su número, para escribir un:
𝘑𝘶𝘴𝘵𝘪𝘯
—𝙷𝚘𝚕𝚊, 𝙻𝚒𝚊, ¿𝙲ó𝚖𝚘 𝚑𝚊𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚍𝚘?
Y al cabo de unos pocos minutos me contestó.
𝘓𝘪𝘢
—𝙷𝚘𝚕𝚊, 𝙹𝚞𝚜𝚝𝚒𝚗. 𝙷𝚎 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚍𝚘 𝚋𝚒𝚎𝚗, ¿𝚈 𝚝𝚞́?
—¿𝚃𝚘𝚍𝚘 𝚋𝚒𝚎𝚗?
𝘑𝘶𝘴𝘵𝘪𝘯
—𝙼𝚎 𝚊𝚕𝚎𝚐𝚛𝚘 𝚖𝚞𝚌𝚑𝚘. 𝙴𝚜𝚝𝚘𝚢 𝚖𝚞𝚢 𝚊𝚙𝚎𝚗𝚊𝚍𝚘 𝚙𝚘𝚛 𝚑𝚊𝚋𝚎𝚛𝚝𝚎 𝚍𝚎𝚓𝚊𝚍𝚘 𝚎𝚕 𝚘𝚝𝚛𝚘 𝚍í𝚊 𝚢 𝚖á𝚜 𝚙𝚘𝚛 𝚗𝚘 𝚑𝚊𝚋𝚎𝚛𝚝𝚎 𝚑𝚊𝚋𝚕𝚊𝚍𝚘 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞é𝚜.
𝘓𝘪𝘢
—𝙽𝚘 𝚝𝚎 𝚙𝚛𝚎𝚘𝚌𝚞𝚙𝚎𝚜, 𝚢𝚘 𝚎𝚗𝚝𝚒𝚎𝚗𝚍𝚘.
Y ahí fue cuando decidí lo que voy a hacer respecto a mis sentimientos con ella: voy a conquistar a Lia Olsen.
𝘑𝘶𝘴𝘵𝘪𝘯
—¿𝚃𝚎 𝚙𝚊𝚛𝚎𝚌𝚎 𝚜𝚒 𝚗𝚘𝚜 𝚟𝚎𝚖𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚗𝚞𝚎𝚟𝚘?
—𝙿𝚛𝚘𝚖𝚎𝚝𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚜𝚝𝚊 𝚟𝚎𝚣 𝚗𝚘 𝚑𝚊𝚋𝚛á 𝚒𝚗𝚝𝚎𝚛𝚛𝚞𝚙𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜.
𝘓𝘪𝘢
—𝙾𝚔𝚊𝚢. 𝙴𝚜𝚝á 𝚋𝚒𝚎𝚗.
—¿𝙲𝚞á𝚗𝚍𝚘 𝚢 𝚍ó𝚗𝚍𝚎?
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01:00 pm.
Acordamos vernos este sábado por la tarde en la laguna mariposa, así que me levanté temprano, desayuné, hice el que hacer, y algunas otras cosas más. Por lo regular, los sábados voy a la empresa, pero justo hoy no fui, ya que hoy es un día muy especial.
Le estoy rezando al de allá arriba para que no salga nada mal hoy.
Finalmente, me termino de alistar, agarro mis cosas y salgo hacia el lugar de encuentro.
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01:50 pm.
Ando que me lleva la chingada. El tráfico está horrible.
Verán, mi plan era llegar unos minutos antes de la hora acordada, pero no pasó gracias a un baboso que no puso sus direccionales y chocó, iba a ser imposible.
Las autoridades hacen todo por darle pase a los otros coches, mientras yo estoy preocupado por no llegar tarde. Me dan el pase al fin e intento manejar lo más rápido que puedo, pero sin ser un loco como el del accidente. Lo bueno de esto es que no estaba muy lejos de la laguna, lo que me permitió llegar solo cinco minutos tarde.
Estaciono bien el carro, cierro con seguro e inmediatamente apresuro el paso para buscar a Lia.
—¡Lia! –grité una vez que la encontré–.
—¡Justin! –dijo sonriendo-.
—Dime que por favor no llevas mucho tiempo esperando –dije respirando agitado–.
—No, llevo como 10 minutos. No te preocupes y siéntate.
—Que alivio. Temía llegar tarde porque había tráfico.
—Tranquilo. Ya estás aquí.
—Sí... ¿Y qué quieres hacer? –pregunté–.
—Lo que quieras –contestó–.
—¿Ya comiste?
—Eh, no.
—¿Te parece ir a un restaurante? Conozco uno increíble aquí –sugerí–.
—Claro, vamos –aceptó–.
Empezamos a caminar hacia el restaurante, el cual estaba casi que enfrente de donde estábamos.
¿Pero saben qué fue lo más bonito? Que al cruzar la calle, la tomé de la mano para hacerlo. Parecía niño emocionado cuando abre sus regalos de navidad.