—No puedo respirar, Athena –dijo mientras la sostenía en sus brazos y juntaba su frente con la de ella–.
—Yo también te amo, Kenji –respondió soltando algunas lágrimas–.
Y adivinen quién más está llorando como magdalena al ver la escena de la película que ella mismo puso para hacerse sufrir y recordar que su amor aparte de posiblemente no correspondido, es imposible. Exacto, yo.
Me habían recomendado esta película hace tiempo, pero nunca me atreví a verla hasta ahora. Y solo puedo decir: que joya de película romántica.
—¡Lia, a comer! –gritó mamá desde las escaleras, lo que significa que ya me quitó el "castigo"–.
—¡Ya voy, mamá! –contesté–.
Pausé la película para salir de mi habitación, pero llegó una notificación que me impidió seguir.
¿El dueño del mensaje? Justin.
𝘑𝘶𝘴𝘵𝘪𝘯
—¿𝚃𝚎 𝚑𝚊 𝚙𝚊𝚜𝚊𝚍𝚘 𝚊𝚕𝚐𝚘?, 𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎𝚜 𝚍í𝚊𝚜 𝚜𝚒𝚗 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚎𝚜𝚝𝚊𝚛𝚖𝚎.
—¿𝙷𝚎 𝚑𝚎𝚌𝚑𝚘 𝚊𝚕𝚐𝚘 𝚖𝚊𝚕𝚘?
Creo que después de todo Annie tiene razón. Justin no se merece que lo ignore así, lo que me lleva a pensar en otra manera para olvidarme de él.
𝘓𝘪𝘢
—𝙷𝚘𝚕𝚊, 𝙹𝚞𝚜𝚝𝚒𝚗. 𝙷𝚎 𝚝𝚎𝚗𝚒𝚍𝚘 𝚍í𝚊𝚜 𝚖𝚞𝚢 𝚍𝚒𝚏í𝚌𝚒𝚕𝚎𝚜, 𝚙𝚎𝚛𝚍ó𝚗 𝚙𝚘𝚛 𝚒𝚐𝚗𝚘𝚛𝚊𝚛𝚝𝚎.
—𝚃ú 𝚗𝚘 𝚑𝚊𝚜 𝚑𝚎𝚌𝚑𝚘 𝚗𝚊𝚍𝚊 𝚖𝚊𝚕𝚘, 𝚗𝚘 𝚝𝚎 𝚙𝚛𝚎𝚘𝚌𝚞𝚙𝚎𝚜. ¿𝙲ó𝚖𝚘 𝚑𝚊𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚍𝚘?
Le contesté rápidamente y bajé a comer.
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Al día siguiente, todo había vuelto "a la normalidad". Mi madre había vuelto a hablarme de la misma manera de siempre y a darme de comer de nuevo, sin decir algo respecto a lo que pasó.
Incluso después de eso traté de entenderla, pero simplemente no pude. No actuó como madre realmente.
Y no me juzguen, pero si yo fuera mamá jamás dejaría que eso pasara.
—Lia, ¿Puedo pasar? –preguntó de padre desde el otro lado de la puerta–.
—Adelante –contesté. ¿Qué quiere ahora?–.
Abrió la puerta y pasó dándome una sonrisa amigable. ¿Cuánto a que es por Dominic?
—Hija, quiero hablar contigo –dijo sentándose en mi cama–.
—¿Qué pasó?
—Vengo a avisarte que Dominic y su familia van a venir a cenar hoy.
Já, le atiné.
—Ah... Y supongo que tengo que estar presente de a fuerzas.
—Sí, pero antes quiero que me cuentes lo que supuestamente pasó en la escuela con él y que tu mamá alega.
Supuestamente... Vaya, que padre.
—Me alegro que me preguntes mi versión de los hechos, padre. Verás, estaba en el receso y de pronto se me acerca Dominic para invitarme a salir, a lo que yo rechacé y por lo que terminó agarrándome a la fuerza lastimándome y me amenazó sobre que me iba a arrepentir.
—Y todo porque lo rechazaste.
—¿Tú también piensas que me lo busqué? –me quejé. No quiero que esto termine con otra bofetada–.
—No a ese extremo.
—Explicate.
—Entiendo que se haya enojado porque lo rechazaste, lo que no entiendo porque ya sabes que él es el único que puede ser tu novio, pero no es para que te amenace –eh...¿gracias?– Aún así quiero que estés lista para las ocho de la noche y que a pesar de todo, trates con respeto a su familia. Es una orden.
—Sí, padre –dije con notable disgusto, pero no tenía opción–.
Él solo se paró de la cama y salió por la puerta, sin decir una palabra más.
Doy un largo suspiro y sobo mi sien. Ese cínico va a venir a mi casa como si no hubiera pasado nada y yo no puedo hacer nada para impedirlo.
Solo rezo porque no me colme la paciencia... como siempre.
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—¡Lia, ya baja!, ¡Ya llegaron! –me gritó papá desde las escaleras–.
Será una larga y pesada noche.
—¡Voy! –contesté, mientras me ponía unos aretes como último toque–.
Realmente no me arreglé tan espectacular, ya que no considero que sea una ocasión importante o algo por el estilo. Además, estoy en mi casa, no mamen.
—¡Lia! –exclamó el pequeño hermano del fenómeno y corriendo a abrazarme–.
—Hola, Thomas. ¿Cómo has estado, pequeño?
Thomas Jones, un pequeño de seis años, educado y sin ninguna pizca de malicia. Es todo lo contrario a su estúpido hermano. Es el único de la familia Jones que me cae bien.
—Lia, saqué diez en matemáticas –dijo felizmente el pequeño–.
—Wow, increíble Thomas. Muchas felicidades, campeón. Vamos al patio.
—¡Sí!, vamos a jugar.
—Thomas quiere mucho a Lia. Se nota que serán buenos cuñados –dijo la mamá de los hermanos Jones–.
No diga mamadas señora.
—En un rato estará lista la cena, por lo tanto tomen asiento en la sala.
Los adultos fueron a sentarse en la sala de estar de la casa, mientras que mi madre regresaba a la cocina y yo la hacía de niñera en el pequeño patio de mi casa.
Sorprendentemente, Dominic no me ha dirigido la palabra desde que llegó. Solo saludó a mis padres.
—Hola, Lia –dijo llegando el fenomeno–.
Hablé muy rápido.
—Hola –me limité a decir de manera fría–.
No se me olvida lo que me hizo, pero tengo que ser educada porque Thomas está aquí.
—Hermano, ¿Quieres jugar con nosotros?
—Pensé que odiabas a los niños, Olsen –ignoró por completo el llamado de su hermano–.
—No los odio...
—¿Entonces debemos de tener uno? ¿O dos? ¿O cinco?
—Deja de decir tonterías, Dominic. Ni a un noviazgo llegaría contigo.
—Thomas quiere vernos juntos.
—Que triste que tu método de conquista sea chantajear usando a tu hermano. Ojalá que él no sea como tú.
—Lia, mira... ¡Hormigas! –dijo el pequeño señalando un nido de hormigas–.
—Chicos, a cenar –avisó mi papá–.
—Ya vamos –le hice saber– Jódete, Dominic. En vez de estar chantajeando deberías de estar más al pendiente de tu hermano –dije molesta, porque literalmente siempre que viene soy yo la que está con el niño y él solo se acerca a querer conquistarme– Vamos a cenar, Thomas –dije para tomarlo de la mano e ir hacia el comedor–.
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La cena está aburrida, lo mismo de siempre. Thomas ensuciandose, Dominic mirándome y sonriendo cínicamente. Sus padres haciendo comentarios "en broma" de un noviazgo o matrimonio entre el fenómeno y yo. Mis padres riéndose de esos comentarios y apoyándolos. Y yo comiendo agusto mi comida, mandándolos a todos mentalmente a la chingada.