Landeron I: la hija del oráculo

6. Secretos

Aelhia pasaba lentamente el cepillo por entre sus cabellos de color negro azabache mientras una sonrisa taimada retorcía sus labios. Nadie la había visto volver al palacio. Con su agilidad natural, había conseguido saltar la tapia, trepar hasta su ventana, cambiarse y sentarse ante su tocador en un instante, sin que ningún guardia la detuviese. Y por el momento su padre no había acudido a sus aposentos, por lo que tampoco debían haber descubierto que había estado fuera. Y eso hacía que su plan hubiese salido, definitivamente, a la perfección.

Lo sucedido aquella mañana en la Casa de Mujeres le había dado en qué pensar. Cierto que Aldin, desde que la había conocido siendo apenas una mocosa llorona, aterrorizada ante su primer día de clase, siempre había sido digna depositaria de su más absoluto desprecio. Aelhia no podía soportar que Lar, su preciosa y sofisticada ciudad, con sus edificios construidos en madera clara surcada de finísimas filigranas de plata, pudiese ser refugio de todos los desamparados del resto de las razas de Landeron.

Aelhia recordaba haberle rogado mil veces a su padre que dejase de hacerlo, que su buena voluntad no podía implicar que aquello se convirtiese en un pozo sin fondo para todas las almas perdidas del mundo; pero él no la escuchaba, alegando además que era muy joven todavía y por ello no podía entender los asuntos de estado en toda su magnitud. A la joven elfa la ponía furiosa aquella actitud y hacía años que se había jurado que, cuando llegase el momento y ella fuese la gobernadora de Lar, las cosas se harían de manera muy distinta. Vaya que sí.

La puerta del dormitorio se abrió en ese instante tras ella, con una cierta brusquedad que a Aelhia la sorprendió y le hizo dar un respingo en la silla mientras se volvía. Alertada, observó cómo una alta figura se adentraba en la habitación, pero la muchacha respiró aliviada en cuanto comprobó que solo se trataba de su padre. Sin embargo, ¿qué había llevado a alguien tan reposado y de buen dormir como Lord Karan a los aposentos de su hija en plena madrugada?

Aelhia le sostuvo la mirada un instante cuando él se irguió, pero no pudo hacerlo mucho tiempo al ver el intenso reproche que reflejaban sus ojos entrecerrados. La muchacha bajó la vista, más preocupada que avergonzada, sabiendo que se avecinaba una conversación poco agradable; pero, en cuanto volvió a alzar la mirada, su mejor mueca de arrepentimiento se congeló en su rostro en cuanto vio que otro hombre salía de detrás de su padre y se adentraba asimismo en el dormitorio, situándose a su lado.

Lord Karan, por su parte, hizo un ademán hacia este último y después hacia su hija.

—Aelhia, te presento a Lord Thaeder. Milord, esta es Aelhia, mi heredera.

El aludido hizo una cortés inclinación de cabeza en su dirección y la joven lo evaluó detenidamente sin disimulo. Tendría cerca de cuarenta años, su cabello era corto de color negro azabache, como el suyo; no llevaba barba y su atuendo era de color oscuro: ropa de viaje, observó la elfa.

Sin embargo, lo que más la intimidó de Lord Thaeder... fueron sus ojos. Oscuros, grandes e inteligentes. Demasiado para un mortal, observó Aelhia. No, rectificó enseguida, aquel hombre no era un simple mortal. Esa ligerísima aura a su alrededor... La muchacha se quedó con la boca abierta... ¡No podía ser!

Súbitamente inquieta, se giró hacia su padre, pero él no pareció captar su muda pregunta, sino que se adelantó un par de pasos sin dejar de mirarla y le dijo, sin rodeos:

—Cielo, creo que tenemos que hablar.

Aelhia dirigió una rápida mirada hacia Lord Thaeder que significaba: «¿con él aquí?». Su padre, sin embargo, asintió con calma en respuesta. Aelhia tragó saliva.

—¿De qué queréis hablar, padre? —inquirió con la voz más suave e inocente que fue capaz.

Lord Karan entrecerró ligeramente los ojos, lo que a su hija le puso los pelos ligeramente de punta. Lo sabía. Maldita sea. ¿Qué iba a hacer?

—Mis guardias me han informado de que han visto una sombra deslizarse hasta tus aposentos hace menos de una hora —expuso su padre con calma—. Quiero saber adónde has ido... A no ser que haya otra explicación.

Aelhia se quedó blanca como el papel.

—¡Padre, por favor! —se escandalizó convincentemente.

—¿Acaso insinúo algo que no haya sucedido ya? —alzó él entonces la voz, en respuesta, visiblemente irritado—. No te puedo creer, Aelhia. Creía que las clases en la Casa de Mujeres te habían abierto los ojos...

La mirada de la joven elfa se encendió, a la vez que dirigía una rápida mirada hacia Lord Thaeder. Este se encontraba de espaldas a ellos, junto a la ventana más alejada del cuarto, observando la ciudad dormida. Aelhia notó cómo sus mejillas ardían. ¿Qué pretendía su padre con aquella humillación pública? No estaba dispuesta a consentírselo más. Por lo que, lentamente, se incorporó y quedó frente a frente con él.

—¡A lo único que me ha abierto los ojos ese antro es a comprobar que yo tenía razón en cuanto a la calaña de la escoria que tú dejas colarse impunemente en esta ciudad! —le espetó de corrido, roja de rabia—. Porque ahora resulta que ni siquiera tus súbditos son lo que dicen ser, maldita sea.

—¡Aelhia, no te consiento que me hables así! —bramó su padre, irguiéndose en toda su estatura.

Pero entonces, una tercera voz, suave como el terciopelo, desinfló los ánimos de los dos como quien quita el aire al fuelle de una gaita.

—Karan —llamó al elfo adulto. Este se volvió, parpadeando como si saliese de un sueño, hacia la fuente de aquel mágico sonido. Lord Thaeder, por su parte, se dio la vuelta y lo encaró despacio, sonriendo con amabilidad—. No hace falta que montes una escena... Tu hija es joven, necesita disfrutar de la vida —acto seguido se volvió hacia Aelhia, que lo contemplaba boquiabierta y agradecida a partes iguales—. ¿No es así, pequeña?

La muchacha ni se inmutó por el apelativo, algo que hubiese hecho en cualquier otra situación. Estaba hipnotizada por aquellos labios finos que se movían lentamente, con una cadencia sensual que Aelhia nunca hubiese imaginado en alguien de otra raza diferente a la suya. Casi había llegado a olvidar qué tipo de criatura era.



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En el texto hay: adolescentes, misterio, viaje

Editado: 14.01.2023

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