Lany

8.- Conflicto.

La semana pasó sin problemas, por las mañanas José, Lany y Linda ayudaban en la repartición de algunos alimentos, subían algunos cantaros de agua a sus hogares y paseaban por los túneles. Al medio día José y Linda entrenaban en el gran coliseo donde poco a poco el humano fue dominando los movimientos y formas de combate del estilo. Los cuales le mostró e instruyó a la pequeña a escondidas de su maestra, en el bosque bajo las arenas.

Poco a poco, y de manera inconsciente, el humano y la pequeña fueron fortaleciendo un vínculo, uno que ninguno de los dos sabría cómo llamarlo, podrían decir que su romance los llevaba a ciertos dilemas, pero tampoco sabrían si llamarlo un romance. ¿Y si lo fuera?

La pequeña no se preocupaba por ello en su inocencia, pero José, pensaba en lo que las demás elfas pensarían, en lo que Linda pensaría. Un humano y una elfa, ¿Qué podría ser de una relación así?, Lany viviría eternamente, mientras él se marchitaría y moriría ya fuera por la espada o por el paso del tiempo. Él era más que consiente de ello, pero siempre que despertaba, con Lany entre sus brazos, con su puntiaguda oreja en su pecho, sus dudas se desvanecían como las huellas en la arena.

Al terminar la semana, José se dispuso a hablar sobre su relación con Lany, dejarle en claro que no quería lastimarla, pero tampoco quería que algo floreciera entre ambos. Pero cuando el momento llegó, cuando ambos estaban en los establos a solas, siendo observados por los animales que descansaban en las diversas secciones. Al ver sus ojos, aquellos bellos ojos color café, el humano, simplemente no pudo. Sus intenciones volaron con el viento, su corazón fue domado por la pequeña, quien sin decir palabra alguna le había dicho todo.

Lany ahora lo comprendía, gracias a diversas pláticas que tuvo con las gemelas, sabía que estaba enamorada, y el humano de ella, sentía que sus miradas transmitían sus pensamientos, que sus corazones estaban conectados de alguna manera. Incluso, sentía que sus destinos estaban conectados.

-Lany, yo-, tartamudeo el humano-, yo no soy.

-José-, lo interrumpió ella-, ¿Cuándo termines tu entrenamiento, volverás a la guerra?

-Si-, dijo cerrando los ojos.

-Y en la guerra, ¿Enfrentaras al señor oscuro?

-Es el plan.

-Y cuando lo enfrentes.

-Lo venceremos-, la interrumpió ahora él-, ¿recuerdas? los tres humanos que vinimos a parar a este lugar, prometimos derrotar al señor oscuro, y ponerle fin a la guerra.

Ella lo abrazó con gran fuerza, deseando que lo que estaba diciendo se cumpliera, conmovido por la pequeña, el humano también la abrazó. Sin darse cuenta, uno había aprisionado al otro, aquel momento era único para ambos.

-Y ¿Cuándo lo derroten, vendrás a verme?

-Te lo prometo.

Al abrir los ojos, y mirarse uno en el otro, sentían que volverían a verse, aun si fuese antes o después de terminar la guerra, sin miedo a ser descubiertos, sin estar en el bosque oculto bajo las arenas. El humano se inclinó para besar a la pequeña, quien le correspondió, al igual que muchas otras veces aquel hermoso contacto que sentían al juntar sus labios, los envolvía en un ambiente mágico que los enlazaba y los hacia olvidarse del mundo.

-Lany ¿te encuentras?

Dijo Linda al entrar súbitamente en los establos, la teniente había despertado más temprano que de costumbre, buscando a la pequeña en la burbuja de José, sin éxito, comenzó su búsqueda por los túneles un poco asustada. Su sorpresa al encontrarlos a ambos en los establos le pinto la piel de la cara de un color pálido, al igual que al humano y la pequeña, quienes separaron sus labios al ser descubiertos, pero no soltaron el abrazo.

José no quería soltar a la pequeña, quien tampoco quería soltarlo, Lany sentía en el calor del humano un refugio a la siguiente reacción de Linda, mientras el humano estaba listo para interponerse entre los gritos y regaños de su maestra y la pequeña. Ya no tenían excusa, ya no podían ocultarlo, Linda los había visto en el acto y no tenían escapatoria, fuera lo que fuera que la teniente estuviese por hacer, José estaba dispuesto a recibir toda la culpa y el castigo en lugar que la pequeña fuera castigada.

-Perdonen la interrupción.

Fue lo único que Linda dijo mientras salía del lugar y volvía a los túneles, José y Lany, agotados por la sorpresa, no pudieron hacer más que caer de rodillas y sentarse contra una pared de paja. Respirando profundamente, tanto el humano como la elfa comenzaron a pensar en lo que le dirían a la teniente, que los había encontrado en un momento así.

Linda por su parte, salió de los túneles en busca de Zafiro, quien observaba la salida de los primeros rayos del sol, en la base de la duna, donde la neblina era más densa y se respiraba un aire más fresco. Ahí la matriarca meditaba mientras jugueteaba con las nubes de agua a su alrededor.

-¿Lo sabias Zafiro?-, le grito la teniente-, nada pasa en esta duna sin que tú te enteres. Lo sabias y no me dijiste nada, ¿Por qué no me dijiste?

-Así que ya te enteraste-, suspiro la matriarca-, la verdad también fue una sorpresa para mí, si, lo supe desde el principio y preferí que te enteraras por tu propia cuenta, quería ver si tu visión era tal y como yo estimaba que era.



#12272 en Fantasía
#27742 en Novela romántica

En el texto hay: fantasia, amor, elfas

Editado: 27.06.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.