Lany

9. Una noche bajo las estrellas.

Fue un alivio que Linda los hubiese cubierto, no sabían si Zafiro estaba enterada, y si lo estaba ¿Qué pensaría?, ya no importaba, ahora ambos podían practicar las artes de la espada libremente, aunque por las tardes siguieran escapando al bosque, donde se quedaban una hora completa.

Lany era feliz, al igual que José, y eso hacia feliz a Linda. Los días siguientes, fueron distintos, José convivía con las elfas, comía en su compañía, ya no susurraban a su espalda, haciendo que su estancia en aquel lugar fuera más placentera y cómoda para el humano. Quien ya podía sostener un combate contra Linda durante algunos segundos, antes de que la teniente lo derribara al suelo y colocase su lanza en su cuello.

-Tranquilo, no te desesperes, deja que el mana fluya.

Le repetía una y otra vez, cada vez que la hábil maestra lo derribaba esas palabras lo acosaban, cualquiera se desesperaría, pero era lo que Linda quería, si el humano lograra controlar sus emociones, mantener su mente tranquila y mantenerse concentrado en el aquí y el ahora, habría dominado gran parte del estilo, siguiendo el flujo del mana. Como el agua que rodeaba las rocas, así la hoja del humano debía ir en danza con la lanza de su maestra.

Y lo mismo fue con Lany, aunque José no lograra encontrar una manera de desesperarla, la pequeña era demasiado tranquila y paciente, no había nada que José ni Linda pudieran hacer con ella para lograr hacerla desesperar. Posiblemente se convertiría en una maestra del estilo, pero Linda le negó esa idea al humano.

-No, ella debe sentir esos sentimientos, experimentarlos en carne propia, o no sabrá cómo o en qué momento actuar.

-Que me recomienda hacer maestra.

-Eso es tu problema, maestro José, tú decidiste enseñarle, tú debes encontrar la manera de enseñarle.

-Pero maestra.

-Tú lo decidiste.

-¿No será que usted también agotó sus métodos y prefiere que sea yo quien quede mal con ella?

-En parte-, admitió Linda-, también quiero ver si es verdad que los humanos gozan de una gran inteligencia para situaciones desesperadas.

Al sonar la campana del medio día, el humano y su maestra dejaron el entrenamiento para subir a la tienda de Tiky, donde los esperaba un delicioso platillo, como ningún otro que hubiera probado el humano.

Como ya era costumbre, Lany se sentaría a su lado derecho y Linda a su lado izquierdo, mientras las demás elfas buscaban algún lugar donde poder hablarle y sostener alguna conversación, muchas querían escuchar sobre la historia de Pangea o de la raza humana, sus costumbres y creencias. José respondía lo que lograba recordar y lo que creía era correcto, dejando a algunas con más preguntas sobre su raza o con un rostro de satisfacción.

De no ser por la ayuda de Linda, el humano no habría tenido tiempo para comer, y las que se sentaban a su alrededor no hubiesen vuelto a sus labores, sin duda un cambio de ambiente drástico para el humano, pero era feliz.

Al terminar el almuerzo, José y Lany bajaron a los túneles más profundos, donde se encontraban los ríos subterráneos. Dejando su guía de escarcha se internaron en la oscuridad de la cueva, iluminados por su antorcha que pronto apagarían para ser iluminados por las luces de su bosque secreto.

Lany llevó consigo las espadas de madera que usaban para entrenar, mientras José cargaba junto con la antorcha una veladora nueva que esperaba tuviera la potencia que él deseaba.

Al llegar a la caverna, el humano apago la antorcha abrazando a la pequeña para que no temiera mientras los árboles y esporas recuperaban su brillo. Ahí practicaron más tiempo que de costumbre, puliendo sus habilidades, afinando sus formas de combate o combatiendo entre ambos, en una danza que ahora únicamente ellos entendían.

Los movimientos de la pequeña mantenían al humano hipnotizado, creyendo que tanta elegancia y belleza no eran posibles en un ser de carne y hueso. Lany podía ser una buena bailarina, pero no una guerrera, no hasta que lograra aprender lo que era la desesperación, una lección esencial para el estilo Nan Ta.

Al terminar su rutina diaria, estimaban que ya había caído la tarde y pronto arribaría el crepúsculo, Lany estaba lista para volver al campamento y a la ciudad, por lo que guardó su espada y se dispuso a volver.

-Espera Lany-, la detuvo el humano-, Linda me dejo en claro, la lección que a ti te hace falta por aprender.

-¿La desesperación?-, dijo la pequeña-, Tranquilo José, sé que se te ocurrirá algo para.

-Ya pensé en algo-, dijo el humano mostrándole la veladora-, pero creo que no te gustara.

Con un iniciador de fuego que usaban para encender la antorcha para regresar, José encendió la veladora, cuya débil luz cumplió su cometido, los árboles, musgos y algas ocultaron su luz, envolviendo a la pequeña en una oscuridad casi total. Aterrada, Lany intento apagar la veladora para que las plantas volviesen a brillar, pero un humano oculto en las sombras se lo impedía.

-José, ¡José! ¿Qué haces?

-Es necesario Lany-, dijo el humano moviéndose entre las sombras-, es la única forma, no dejare que apagues esa vela, y tampoco-, oculto el brillo de la flama en algún lugar, envolviendo a la pequeña en una oscuridad total-, te dejare ver la luz de ella, no pediré tu perdón, pero comprende que esto es necesario.

Lany, aterrada no se atrevía a moverse, suplicando una y otra vez al humano que al menos le diera la veladora, pero José guardaba silencio, ocultándose y escuchando, cuidando a Lany desde la oscuridad, mientras soportaba la voz de la pequeña suplicando por la luz.

-José, sé que estás ahí-, le decía-, por favor, ya fue suficiente, ¿José?

La pequeña suplico una y otra vez, rogando al humano que se detuviera, que al menos la tocara para saber que seguía con ella. Pero José no se movió de su escondite, escuchando los ruegos y llantos de la pequeña esperando el momento apropiado.



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En el texto hay: fantasia, amor, elfas

Editado: 27.06.2021

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