Lánzame Un Último Beso

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Puedo verlo en el rostro de Harry: su paciencia se está agotando. Y decir de él algo así es fuerte puesto que es un hombre sumamente templado, tranquilo y amable, el mejor profesor de música con el que alguna vez me he encontrado y el único con el que me he quedado. Enseñar canto y técnica vocal es algo abstracto, por ello con ninguno de mis antiguos tutores logré comprenderlo. Pero con Harry es la primera vez que consigo dominar la sensación de trabajar el diafragma. No obstante, casi siempre soy víctima de la regañina de que lo razono demasiado, y eso afecta el funcionamiento natural de mi cuerpo. Si a eso le sumamos que soy de entendimiento lento: es más que obvio que él, tarde o temprano, iba a entrar en desesperación.

—Tienes que concentrarte, Lily. Pero en lo que estás sintiendo en tu cuerpo, deja de cranearlo tanto. Sólo fluye con tu cuerpo, y no sueltes el diafragma. Vamos de nuevo: un, dos, tres, va...

Abro la boca pero antes de poder emitir sonido alguno, él exclama:

—Estoy en clases Ian, ¿qué es lo que quieres? —deja de tocar el piano para cruzarse de brazos, al mismo tiempo que se esmera en fruncir el ceño; porque eso es lo que caracteriza a Harry Baldwin: el ceño fruncido. Ya sea cuando está molesto, concentrado, riendo a carcajadas.

Me doy la vuelta curiosa, para encontrarme con la fuente provocadora de la expresión del maestro. Además de que el nombre que ha pronunciado llamó mi atención, he escuchado hablar mucho sobre él desde hace un par de semanas pero sin tener idea alguna sobre quién era. Lo único que sabía era que era el sobrino de Harry, y según decían, un genio musical innato.

Me encuentro con un muchacho unos cuantos centímetros más alto que yo, lleva un hoodie color blanco, al igual que sus zapatillas, y jeans negros desgastados. Muy monocromático. Su cabello es castaño oscuro y algo ondulado, y tiene un aspecto desordenadamente ordenado sobre su cabeza. Está arrimado con desinterés en el marco de la puerta del aula, así que detengo mi análisis visual cuando me percato que él está haciendo lo mismo conmigo: sus ojos me recorren de arriba abajo con lentitud, pero con altanería en un gesto tan simple. Como acto reflejo, endurezco mi expresión curiosa de inmediato, aunque también le lanzo una mirada despectiva.

—Hola.

Me cruzo de brazos, soltando un suspiro casi inaudible que evidencia mi incomodidad.

Pero es audible para Harry.

—Hola…

—Tío, saldré con los chicos —anuncia con indiferencia, volviéndose hacia Harry— sólo quería avisarte para que no te preocupes si llego tarde.

— Qué responsable.  ¿No pudiste enviarme un mensaje de texto? —Protesta sarcásticamente entre dientes, volviéndose hacia su olvidada estudiante y colocando sus dedos en las respectivas teclas del piano—. Disculpa sus modales Lily, acaba de llegar de Francia y creo que los olvidó allá —lo fulmina visualmente—. Lily, él es Ian Baldwin, mi sobrino. Ian, ella es Lily Amelie. La mejor estudiante de la academia, ¿recuerdas que te la mencioné?

—Síp. La mejor de la academia después de mí, ¿no? —sonríe con sorna el muchacho. Con respecto a sus palabras, claro que la niña mimada dentro de mí piensa reprochar ante ellas, aunque no sé muy bien qué decir, aunque por el destello divertido en los ojos de Ian, creo que él lo sabe. De todas maneras, Harry se me adelanta.

—Y —hace énfasis, levantando la voz— realmente espero que se lleven muy bien como los dos pupilos y músicos novatos pero profesionales que son. Bueno. Vamos de nuevo, Lily.

Reparo en que el muchacho no se retira, de hecho, se cruza de brazos acomodándose en su sitio para juzgarme mejor. Y si me quejo al respecto, Harry iniciará con su famoso sermón de treinta minutos sobre el pánico escénico y cómo es el peor enemigo de un cantante. Así que me trago la incomodidad. Bueno, en realidad, inspiro aire.

—Ian creo que tú sabes esta ¿nos acompañas? —espiro dejando salir un bufido cuando Harry me interrumpe otra vez pero sus labios se curvan hacia arriba algo culpables. Empieza a tocar el piano de nuevo. En esta ocasión, es una canción diferente a la que estábamos repasando antes de que el chico interviniera, pero otra con la que también he tenido problemas. Es una de las favoritas de Harry, adora a Elton John. Levanto la mirada hacia él, teniendo una idea de lo que va a pasar. No puedo evitar sonreír cuando el profesor comienza a cantar—. Hey kids, shake it loose together, the spotlight's hitting something that's been known to change the weather. We'll kill the fatted calf tonight, so stick around...  You're gonna hear electric music, solid walls of sound...

 

 

Me señala con la cabeza sin dejar de tocar.

Said Candy and Ronnie, have you seen them yet, oh but they're so spaced out... —Harry me recuerda que me concentre en mi acorde, y me tapo un oído rezándole al de arriba para que esta vez me salga bien— Bennie and the Jets.

Y no, no tiene nada que ver con el chico cuya mirada penetrante está esperando que me equivoque. En realidad siempre soy un desastre cuando la canción tiene armonías, jamás he logrado forjar ese vínculo telepático con la otra persona cantando para que nuestras voces fluyan melodiosamente y no me desafine. O quizás la cosa es más simple y sencillamente, no soy nada profesional. Y como Harry me reprocha siempre, analizo mucho las cosas.




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