Lánzame Un Último Beso

cap. 1 – el chico que nunca ruega

—Niño, has estado tomando toda la sopa ¿no? —A pesar de que yo estoy a punto de superarlo en altura, sus brazos se cierran alrededor mío y me levanta sin hacer esfuerzo alguno—. Bueno, has crecido, pero estás algo flaco 一me suelta一. Venga, trae ese puño.

Escondiendo una sonrisa que ya saborea el triunfo, coloco mi mano contra la suya, los dos apoyamos nuestros codos sobre el capó del auto y él inicia la cuenta regresiva.

—Tres, dos, uno, ¡ahora!

De inmediato, empiezo a ejercer presión intentando derribarlo, pero antes de poder darme cuenta, mi mano yace derrotada sobre la fría superficie de metal.

—Sip. Justo lo que me temía: debilucho —ruedo los ojos ante sus palabras.

Primer ítem en mi lista de cosas que hacer: empezar a ir al gimnasio y ganarle en fuerza al tío Harry. Ahora, no me malinterpretes, no considero tener un mal cuerpo. Pero este hombre sencillamente me supera cuando hablamos de músculos y fuerza. Es el equivalente a un vikingo moderno. Sin embargo, debo admitir que yo también tengo lo mío.

— ¡Tío Harry! —lo llamo, me lanza una mirada socarrona y altanera a la par que abre la cajuela. Me levanto la camiseta que llevo puesta, con una expresión satisfecha, dejo ver mi abdomen desnudo y marcado.

—Bah, ¿y con eso cantas? Necesitas resonancia y eco, y eso te lo da una buena pancita cervecera —se ríe dándose una palmada en el estómago. Sacudo la cabeza ahogando una carcajada. Cómo extrañaba a este tipo.

 

—No me hagas reír muchacho —el hombre lanza una miradita engreída a mi guitarra, luego me recorre de arriba abajo con un matiz burlón—. Ya vete a casa, estás haciendo el ridículo.

Siento la tensión incrementar en mi mandíbula apretada, sin embargo, no le voy a dar el gusto de perder los cabales. Sé que se dará cuenta de su error.

—Volverá a mí cuando se arrepienta —le sonrío con descaro antes de murmurar—, sé que lo hará y créame esto: yo estaré esperando.

El hombre suelta un silbido antes de echarse a reír, me encojo de hombros y me coloco la capucha sobre la cabeza, dirigiéndome hacia mi moto. Intento ignorar el nudo que se me forma en la garganta.

Cuando enciendo el motor, reparo con pesadez que sólo queda un lugar que no he visitado aún, y eso es porque apuntar hacia allá es muy ambicioso. No obstante, con un suspiro apesadumbrado, reconozco que no pierdo nada con intentarlo. Bueno, quizás mi dignidad. No. Ian Baldwin no le ruega a nadie. Tan sólo iré a presentarme, cantarles un poco y si me dicen que no, no insistiré más.

Media hora más tarde, me encuentro en el despacho de una alta mujer que usa un vestido negro pequeño y ceñido al cuerpo. Me devora con los ojos. No soy idiota como para no darme cuenta. Juega enrollando uno de sus mechones rubios alrededor de su dedo, mientras se muerde el labio inferior al escucharme. Carraspeo algo aturdido por la atención, finalizando mi oración:

—...tengo mis propios equipos de sonido, así que yo me encargaría de todo eso.

—Qué profesional, qué maravilla... —con un aplauso, se levanta de la mesa en la que estaba sentada y se acomoda a mi lado, contorneándose con cada movimiento.

Debe tener casi treinta años, así que me remuevo incómodo sobre el sillón de cuero, aunque aparento mantener la calma y la frescura.

一Creo que nos hará bien tenerte aquí 一murmura mirándome la boca. Dios, si tan sólo supiera que soy menor de edad.

La puerta se abre de un sólo golpe, sobresaltándome. Y cuando lo hago, la pobre mujer también.

—Ese es el sobrino de Harry Baldwin, Vanessa —un hombre ingresa, tiene una mueca disgustada y su tono de voz evidencia molestia—. Y tiene 17 años.

La mujer se vuelve hacia mí con gesto acusatorio, esperando que diga algo. Me cubro el rostro dejando escapar un largo suspiro derrotado en el momento que su expresión pierde la credibilidad en mí.

—Cariño, me has cautivado, y debo reconocer tu talento—me dice resoplando, excelente, ahora me habla como si se tratara de un niño. Se levanta para rodear el escritorio del despacho. Saca un cigarrillo del escritorio y lo enciende—, pero ¿qué es esto? Me mentiste. Eres un crío.

—No consumiré alcohol si eso le preocupa —respondo rápidamente, alternando mi mirada tanto en ella como en el otro hombre, quien tiene un mohín aburrido y desinteresado en el rostro—, sólo tocaré algo de música y me iré. No armaré pleitos tampoco.

Ella sonríe.

—Aun así, eres menor de edad, no puedes firmar un contrato —cuando suelta el humo frunce los labios, pensativa. Antes de que ese hombre haya ingresado al cuarto, casi que podía ver signos de dólares destellando en sus ojos ante la idea de incluirme en su show nocturno. Es ambiciosa, me doy cuenta que le cuesta aceptar tener que dejarme ir. Eso es de cierta forma, aliviador—, ¿tienes algún hermano mayor que pueda hacerlo por ti? ¿Un representante, alguien? ¿Porque no lo hace Harry?

No puedo evitar desviar la mirada cuando niego con la cabeza, siento que se me encoge el estómago al darme cuenta de que estoy haciendo lo que más detesto hacer: insistir.

— ¿No… no puede hacer una excepción? ¿Un contrato informal o algo así?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.