Lánzame Un Último Beso

cap. 2 – no estoy contenta al respecto

x LILY x

Me siento reconfortada, cálida, protegida. La suave textura de la mantita me abraza, acaricia mi piel. Mi cama está especialmente cómoda esta mañana, abro los ojos sintiéndome como una princesa al despertar con el sol débilmente colándose por la ventana de mi alcoba, los pájaros cantando... Qué gran día para estar viva ¿eh? Tomo mi celular, hambrienta por esa deliciosa sensación que te invade cuando revisas la hora y te enteras de que aun te queda tiempo para dormir antes de que suene la alarma.

Pero eso no es lo que sucede.

Voy tremendamente tarde.

De un brusco salto, salgo de mi cama y corro hacia la ducha. La abro, el agua fría cae. Me despojo tan rápido de mis pijamas que ni siquiera le doy tiempo al calefactor de hacer su trabajo, arrepintiéndome cuando el agua que cae sobre mi piel se siente como cientos de pequeñas agujas. Dejo salir un alarido que intenta erradicar mi furia. No funciona. Tampoco hay tiempo para ello, así que me resigno. Y a las maldiciones me las trago.

Me quito el shampoo y el jabón con una velocidad impresionante, no sólo porque voy atrasada, sino porque quiero que esta tortura termine ya. Cierro la llave de la ducha con ganas de arrancarla de la pared en la acción (pero no lo hago, mis padres me asesinarían) y tomo mi toalla para envolverme en la misma. Sin embargo, cuando uno inicia el día con el pie izquierdo, es difícil hacerlo cambiar ¿no? Difícil, pero no imposible. Pero yo no me siento con ganas especiales de empezar a ser positiva ahorita. Y mucho peor cuando la fuerza que hago para jalar la toalla, me traiciona. Lo siguiente que sé es que estoy sentada en el piso, con mi nalga derecha quejándose del dolor. Mañana, con certeza encontraré un hematoma.

—Okey, okey... Pondré de parte —murmuro frustrada, aguantándome las lágrimas que por acto reflejo, se acumulan en mis ojos. Claramente, no hay nadie conmigo en la habitación, pero me lo digo a mí misma. Tengo esta teoría de que empezar el día sin establecer una intención clara sobre lo que espero del mismo, predispone a que éste sea catastrófico. Y la evidencia: el baño en agua helada, mi tropezón, la ausencia de desayuno porque el bus escolar estaba a punto de dejarme en casa, y finalmente...

 

 

 

— ¿Ves de lo que hablo? —Me recrimina Marina, rodando los ojos mientras pone una mano en su cadera; gesto que siempre hace cuando la exaspero—, ¡por eso no tienes más amigos! ¡Eres una antisocial!

Abro los ojos con sorpresa, confusa porque no sé si en este momento debo ofenderme o tenerle paciencia. La poca gente que queda en el pasillo nos observa curiosos, pero ella saca su teléfono móvil del bolsillo trasero de sus jeans, con el único propósito de ignorarme mientras me demuestra que es más popular que yo. Puede ser bastante diva cuando se lo propone. Los estudiantes pierden el interés al ver otro berrinche que no deriva en nada mayor (nunca lo hace), y siguen con sus caminos.

Me decido por la segunda opción, hoy no me siento con ganas de pelear y mucho peor si es con ella. El domingo me llamó a eso de las cuatro de la mañana, completamente ebria y echa un mar de lágrimas mientras insultaba a Zac porque había salido de los baños de una discoteca con otra chica después de haber estado con mi amiga en su auto. No quiero tener que ser yo quien la desestabilice aún más. Claro que no ha vuelto a mencionar al chico desde entonces, por lo cual me pregunto si siquiera lo recuerda. Lo más probable es que en efecto, lo haga, pero puede llegar a ser demasiado orgullosa cuando está sobria y sé que fingirá que nada sucedió y que nadie la humilló. Tampoco seré yo quien la contradiga en eso. Es horrible que te recuerden momentos en los que fuiste vulnerable y particularmente "caótica":

— ¿Mari? No me ignores —murmuro con un bufido una vez que ya saqué las cosas de mi casillero. Fue difícil, hay todo un mundo dentro del mismo, así que únicamente obtuve un cuaderno que estaba arrimado cerca de la puerta, con cuidado de que no caiga al piso todo lo demás.

Ella levanta una ceja, indignada. Se cruza de brazos dándome un minuto de su atención para regañarme.

—Sólo piensa en esto: nunca sales conmigo, y este es mi último cumpleaños como adolescente libre, ¡luego cumpliré veinte y seré una adulta con responsabilidades! ¿Ni siquiera piensas intentarlo? ¿Por mí?

El viernes ella cumpliría diecinueve años y obviamente, saldría a celebrar con sus amigos a la ciudad. Sin embargo, a veces parecía olvidar que yo seguía siendo menor que ella, aun no era legal. Para aclararte un poco el panorama, Marina había ingresado a mi colegio después de haber perdido un año en su anterior instituto, de manera que ahora estaba en último año, cuando ya debería estar entrando a la universidad. Y a mí me faltaba terminar este y un año adicional antes de siquiera pensar en qué torturarme el resto de mi vida. En realidad, la diferencia de edad no solía ser tan evidente ni problemática hasta que nos encontrábamos en escenarios como el de ahora.

—Nos meteremos en muchos problemas si llegan a descubrir que tengo diecisiete años, mucho peor si apenas los cumplí...

— ¡Santa Virgen, no se van a enterar! No tienen por qué hacerlo —rueda los ojos—. Déjamelo a mí y te aseguro que pasarás como una mujercita en la flor de su juventud. Además, vamos con un grupo grande, por lo que no se detendrán a revisar con detalle a cada uno de nosotros. A los del bar sólo les importa el dinero.




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